Capítulo 1

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En lo más profundo de la oscuridad que envolvía el bosque de Eldren, una joven corría buscando desesperadamente el camino devuelta hacia su campamento, con el miedo y la incertidumbre acechándola como perros salvajes hambrientos en busca de un mísero pedazo de carne, decidió, sin muchas vueltas, ir por un camino mucho menos frondoso a primera vista. Decidida a encontrar una salida de aquella opresiva maleza.

Buscar señal ebria resultó ser una mala idea, especialmente después de escuchar algunos disparos a lo lejos. A pesar del pánico que la impulsaba, sus piernas seguían en movimiento. Cada paso parecía congelarle la garganta mientras esquivaba troncos caídos y ramas cubiertas de moho y hongos blancos.

Necesitaba ponerse a salvo lo antes posible,  A medida que avanzaba, la confusión y el agotamiento se adueñaron de su cordura. Sin embargo, al prestar atención a su alrededor, pudo reconocer un árbol torcido de forma peculiar que ya había visto anteriormente por la mañana ese mismo día, estaba a tan sólo unos pocos metros de ella, lo que le brindó un atisbo de alivio, ya que indicaba que se encontraba cerca.

Por desgracia, los suspiros efímeros no resisten la prueba del tiempo ni se perpetúan con plegarias.

Sin previo aviso, un estruendoso relámpago rasgó el cielo, desgarrando la oscuridad con su intensa luz momentánea. Ese fugaz destello de electricidad fue suficiente para iluminar el camino de la joven.
Pero también dio paso a unos ojos que emergieron de entre las sombras del follaje. La joven caminó unos cuantos pasos en dirección al árbol mientras que algo la acechaba aprovechándose de la poca luz, perfilándose entre los matorrales, observando como ella reducía sus pasos tratando de orientarse. Dicho ser se mimetizaba con la oscuridad, como si estuviera hecho del material más negro y opaco de los últimos tiempos. La joven aún no lo había notado, sólo siguió su camino con cuidado de no tropezar, avanzando unos cuantos pasos en dirección al árbol mientras la criatura la observaba con curiosidad.

Un último estruendo resonó como un látigo eléctrico, cortando la oscuridad, pintando brevemente el paisaje, incluyendo el camino de la joven, menos la gran silueta de la criatura que se encontraba a su izquierda. Esta mancha de oscuridad llamó la atención de la muchacha, la cual posó su vista rápidamente en aquella dirección revelando a la bestia escondida entre el follaje: un lobo gigantesco y monstruoso jamás antes visto.

En un instante suspendido en el tiempo, sus miradas se encontraron por primera vez en un cruce de destinos. Fue como si el universo hubiera conspirado para orquestar ese momento. En ese primer intercambio visual, el terror se hizo palpable en los ojos de la muchacha, manifestándose en la rigidez de los músculos faciales y el acelerado parpadeo que intentaba evitar la atención de lo inefable. Cada detalle en los ojos de aquella bestia era una ventana al horror que habitaba en el rincón más oscuro de sus pensamientos; la mirada de la joven, cargada de pavor, parecía contener la esencia misma de un grito silencioso que resonaba en el espacio entre ellos.

La imponente criatura se erguía majestuosamente en la oscuridad, destacando por su imponente tamaño y musculatura esculpida. Sus ojos apenas brillaban. En la penumbra, sus colmillos afilados se asomaban amenazadoramente desde su hocico, una advertencia clara de la peligrosidad que encarnaba.

Sin dejar espacio a algo más, un extraño siseo se deslizó desde las profundidades de la garganta de esta bestia de casi tres metros de altura. El sonido, filoso como un cuchillo, cortó el aire con una intensidad que dejó helada. Fue un silbido, pero no uno cualquiera; sino, uno atroz que resonó en el aire, tejiendo una trama de inquietud en el entorno.

Estupefacta tras escuchar aquél escalofriante sonido, que jamás imaginó escuchar de ningún animal, comenzó a correr inmediatamente en la dirección contraria. El sonido de sus zapatos contra el suelo mojado y su aliento que salía de su boca en forma de vapor se mezclaba con el ulular del viento, creando una cacofonía terrorífica que encapsulan la desesperación de la situación. Las sombras danzaban a su alrededor, confundiendo la realidad con los horrores imaginarios mientras la persecución se convertía en un juego macabro entre presa y depredador. Cada vez que la joven pensaba que había ganado algo de distancia, el lobo aparecía entre los árboles como un espectro voraz. Su aliento cálido y húmedo rozaba el cuello de la chica, incrementando su terror.

El bosque, una vez idílico y misterioso, se transformaba en un laberinto infernal donde la línea entre lo real y lo irreal se desdibuja con cada paso. Su mente oscilaba entre la desesperación y la inquebrantable determinación, en una lucha titánica por mantenerse un paso adelante de la ominosa amenaza que la perseguía incansablemente hasta que finalmente, la alcanzó.

De manera abrupta, sintió un tirón brutal sobre su brazo derecho que desencadenó un grito que se transformó en una descarga eléctrica de dolor, recorriendo su cuerpo instantáneamente. Su hombro se había salido de su lugar junto con el resto de su abrigo. Sus pies perdieron contacto con el suelo en un abrir y cerrar de ojos, suspendida por el agarre implacable. La colosal bestia la zarandeó con la facilidad de quien desecha un objeto, lanzándola a una distancia considerable, impactando contra un roble añejo. El retumbante sonido de huesos fracturándose perforó sus oídos antes de que otro desgarrador grito escapara de su pecho al impactar.

La muchacha cayó boca abajo adolorida de pies a cabeza, sus lágrimas fluían sin control, surcando sus mejillas rojizas mientras su cabeza zumbaba y su espalda ardía con una intensidad infernal. Cada respiración se convertía en un combate, y cada movimiento era un tormento que atravesaba su cuerpo. Su mente se nublaba de terror, una amalgama de dolor físico que le arrancaba un sabor metálico en un grito desesperado. Repentinamente, su boca se llenó de sangre.

El dolor se volvía abrumador, inexplicable.

La sangre que brotaba de su boca era un carmesí que nunca antes había visto. Poco a poco el agotamiento la abrazaba mientras buscaba a la bestia. Responsable de su agonía, en medio de la negrura. La encontró a escasos metros, inmóvil, observándola atentamente. Un estruendo repentino, parecido a un disparo, hizo que una de las orejas de la bestia se volviera hacia el Este. Sin más, como si nada hubiera sucedido, el enorme animal se alejó adentrándose en el bosque como un perturbador sueño.

De repente, una oleada de energía recorrió su cuerpo, como si un impulso eléctrico recorriera su espina dorsal desde lo más profundo de su ser, una sensación de vitalidad la envolvió. Un temblor se apoderó de sus músculos, mientras sus pupilas se dilataban como respuesta a un estímulo desconocido. Su piel parecía vibrar con una energía que trascendía lo terrenal, como si estuviera sintonizando una frecuencia primigenia que había estado latente en su ser desde el día en que nació.

La energía cesó, en vano movió sus brazos, buscando erguirse, más el cuerpo se negaba, postrado en el césped mojado, boca abajo como una muñeca abandonada. Sus párpados cargados de un peso que excede lo terrenal se cerraban lentamente, y su mente se debatía entre seguir despierta o descansar.

¿Muerte? No, ella negaba tal posibilidad. Sentía aún el dolor punzante y el frío que le rozaba la piel. Se cuestionaba en silencio si el tránsito hacia la muerte conllevaba un cierto grado de dolor pero no lo entendía, no lo sabía con exactitud, esta era su primera vez despidiéndose de la vida.

Poco a poco, sus párpados se rindieron ante el agotamiento, cerrándose con el eco de las gélidas gotas de lluvia que caían sobre su rostro. 

Instinto Animal |Reescrita|Donde viven las historias. Descúbrelo ahora