Prólogo

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̶  ¿Cuándo vuelve? –preguntó el castaño doctor.

̶  En un par de días. No lo sé. –contesté, incorporándome y sentándome en mi cama– Hoy no he hablado con ella.

̶  ¿Vas a contárselo? –me cuestionó débilmente mientras se apoyaba en la pared para mirarme fijamente.

̶  No puedo hacerlo... –musité– ¡Jesús! ¿Cómo quieres que le confiese que la he estado engañando todo el tiempo que ella ha estado lejos? –exclamé.

̶  Yo también la estoy engañando, Gabriela. ¡Ambos la estamos engañando! –se paseó por la estancia de un lado a otro– Yo no puedo seguir con esta mentira, Gabriela. Tienes que decírselo antes de que lo descubra ella y sea mucho peor.

̶  ¡No puedo! –vociferé– Simplemente no puedo. –coloqué mis manos en mi cabeza.

̶  ¡No podemos seguir así! –gritó alterado– Si no se lo dices tú, lo haré yo.

̶  No serías capaz... –lo miré horrorizada.

̶  Lo haré. No puedo hacer esto por más tiempo. ¡Tiene que saberlo!

̶  ¡No puedo decirle que la he engañado! –alcé la voz.

̶  ¿Mami? –una pequeña niña me llamó entrando a mi habitación, frotándose los ojitos y abrazando un osito de peluche.

̶  Lo siento, cariño. ¿Te he despertado? –la cargué en brazos– Iremos a dormir ahora, ¿vale? –la pequeña rubia me abrazó fuerte– Sam, hablaremos en otro momento.

̶  Tienes hasta que vuelva para pensarlo, Gabriela. –sentenció– Buenas noches a las dos. –dijo y se marchó.

Llevé a mi hija hasta su habitación y la acosté en su cama. Me tumbé a su lado y le acaricié la cabeza hasta que se durmió. Me quedé unos minutos viéndola dormir. Tenía el mismo rostro angelical que Regina y era tan rubia como ella. Eran iguales, salvo por el color de ojos, que era como el mío. Suspiré. Mi pequeña sería toda una rompecorazones cuando creciera y ni Regina ni yo podríamos evitarlo.

Flashback

̶  ¿Qué? –pregunté casi sin aliento, totalmente aterrada.

̶  Que me encantaría que fuésemos mamás y que tú fueses quien quedase embarazada antes de casarnos, Gabri. –me miró con un brillo especial en sus ojos.

̶  ¿Por qué yo? –cuestioné en un hilo de voz.

̶  Porque quiero que tenga tus mismos ojos. –habló con emoción– Imagina a una niña rubia como yo y con el color de tus ojos. Sería simplemente perfecta.

Fin Flashback

¿Quién nos iba a decir que sería así, que tendríamos una hija rubia con ojos verdes? Perfecta, como ella dijo. Le di un beso en su cabeza y sonreí antes de levantarme con cuidado de su cama. La volví a mirar desde el marco de la puerta y seguía durmiendo plácidamente junto a Sombra, quien dormía a su lado velando por su sueño. Salí de la habitación, cerré la puerta con delicadeza y bajé a la cocina. Necesitaba relajarme después de la intensa discusión con Sam. Quizás un vaso de leche caliente me vendría bien. Me detuve delante de la nevera y me froté la cara, con ambas manos, intentando borrar mi sentimiento de culpa. ¿Qué haría ahora? ¿Cómo la miraría a los ojos sabiendo que la había engañado? Mi matrimonio se iba a ir al traste si no hacía algo para evitarlo, aunque una vez que supiese la verdad, todo acabaría igualmente. Estaba tan frustrada y sumergida en mis pensamientos que no sentí cómo alguien entraba a la cocina y me abrazaba por la espalda. Di un salto y casi grité de no ser porque me taparon la boca antes de voltearme. Abrí los ojos en sorpresa.

̶  ¡Regina! –exclamé en voz baja antes de abrazarla– ¿Qué... qué haces aquí? –pregunté nerviosa y asustada– Pensé que llegarías en un par de días. –hablé desconcertada.

̶  Os extrañaba demasiado, cariño. –me dijo con un enorme brillo en sus ojos– Tan pronto como terminaron de rodar el videoclip, volví a casa. No podía esperar más tiempo. Necesitaba veros. –la atraje a un apretado abrazo mientras algunas lágrimas caían por mi rostro– ¿Está dormida? –asentí sin separarme de ella– Bien, pues lo siento si estás cansada, pero quiero ir a la cama contigo ahora. No sabes lo mucho que te he echado de menos. –se me escapó un sollozo ahogado– ¿Gabri? –intentó alejarme, pero no se lo permití, apretándola más contra mí– Gabri, ¿qué pasa cariño? –más sollozos se me escaparon y mi cuerpo comenzó a sacudirse– Gabri, ¿qué ocurre? Me estás asustando. –negué, separándome un poco.

̶  Yo también te eché mucho de menos, Regi. –sonreí leve mientras la miraba fijamente a los ojos, perdiéndome en ellos como siempre y sintiéndome miserable.

̶  ¿No vas a darme mi beso de bienvenida? –me preguntó emocionada y retirando mis lágrimas.

̶  No. –negué– Voy a darte mucho más que eso... –sonrió ante mi respuesta, me tomó de la mano y nos dirigimos a nuestra habitación.

Pasado, presente y futuroDonde viven las historias. Descúbrelo ahora