Capítulo 11

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Después de haber dejado a Loreen a cargo de Fran, fuimos al instituto para hacer el último ensayo antes de grabar el vídeo. Mientras llegaban los profesores y Ricky, tomé a Regina de la mano y le mostré el lugar donde yo había estudiado. Le enseñé el laboratorio, el taller de tecnología, el club de prensa y radio, el club de teatro y el de ajedrez. Le expliqué todas las actividades que el centro siempre había ofrecido a sus alumnos y le hablé sobre las impresionantes gymkanas que organizaban, quedando completamente maravillada. Me estuvo haciendo preguntas sobre todos los talleres, las gymkanas y sobre las actividades en las que yo siempre había participado. No importaba que ya se lo hubiese contado cientos de veces, ella siempre quería volver a escuchar la misma historia. Suspiré. Jamás imaginé que volvería a este lugar lleno de recuerdos , y acompañada por nada más y nada menos que por Regina Sophie Peak, una bailarina americana muy famosa y que, sorpresivamente, era mi esposa. Esposa. Sí. Me había casado con una mujer. Con ella. Exhalé. Elizabeth me llamó para que volviéramos al gimnasio porque ya habían llegado todos, así que interrumpí nuestro paseo y llevé a Regina hasta allí, donde practicaríamos el baile por última vez. Primero bailarían sólo ellos para así poderlos evaluar y después nos uniríamos mi esposa y yo. El ensayo fue bastante bien e interesante. Todos ellos nos sorprendieron para bien. Ninguno podría igualar a mi esposa bailando esa canción que tenía tan trillada, pero lo hicieron realmente bien. Antes del mediodía, terminamos el ensayo. No quería que estuviesen agotados para la noche. Además, Esther y Patricia no tenían aún el vestuario y necesitaban tiempo, así que los dejé marchar a todos. Regina y yo nos fuimos con Elizabeth a la playa. Cuando llegamos, Fran estaba con los tres niños haciendo castillos de arena. Ese hombre merecía un monumento. Era increíble la paciencia y vitalidad que tenía. Cuidar de dos niños con 6 años y una con 3, no era tarea fácil. Loreen dio un saltito y gritito de felicidad cuando nos vio llegar. Regina rápidamente se unió a ellos para seguir haciendo castillos. Yo le di un beso en la cabeza a cada uno y choqué los cinco con Fran.

̶  Fran, eres mi ídolo. –le confesé– De mayor quiero ser como tú. –reí.

̶  ¡Oye, oye! ¿Qué quieres decir con de mayor? ¡Sólo te llevo cinco años! ¡Eso no es nada! –volví a reír– ¿Cuántos años le llevas tú a tu esposa? –preguntó divertido.

̶  Cuatro meses. –respondió ella por mí– Ella los cumple en diciembre y yo en abril. –se encogió de hombros.

̶  Como ves, no soy una asalta cunas. –le saqué la lengua antes de reír– Y ahora, antes de irnos, voy a darme un chapuzón.

Fui al vestuario y me puse mi ropa de baño. Después de haber dado a luz a Loreen, había dejado de usar biquinis. Siempre usaba bañador, pero hoy sería una excepción. Cuando vi ese biquini color coral supe que tenía que comprarlo. Me miré al espejo del vestuario. Sabía que sería perfecto. Resaltaba mi color de ojos y los hacía más claros. Regina se sorprendió cuando me vio aparecer ya cambiada y usando un biquini. Me sonrió ampliamente. Clavó fijamente su mirada en la mía cuando yo, tímidamente, la miré, y me guiñó el ojo cuando consiguió reaccionar. Sonreí, sonrojándome un poco. Ella y Loreen no quisieron acompañarme esta vez, así que aproveché para nadar y disfrutar de la agradable temperatura del agua. En tan sólo dos días volveríamos a Los Ángeles porque Loreen comenzaría sus clases en su nueva escuela. En la escuela de mayores, como ella decía. Sonreí. Eran mis últimos días de relax antes de volver y luchar con los demonios internos que me habían estado siempre persiguiendo desde que Regina y yo estábamos juntas. Suspiré tras detenerme para descansar un poco. Estaba agotada. Últimamente me cansaba demasiado rápido y eso, junto a los calambres y dolor abdominal, sólo podría haber significado una cosa, de no ser porque ya había obtenido el resultado indicándome lo contrario. Exhalé. Sentí algo rozar mi pierna y di un sobresalto, alejándome un poco. Sentí otro roce y, repentinamente, unas manos muy conocidas por mí, tomaron mi trasero antes de salir a la superficie.

Pasado, presente y futuroDonde viven las historias. Descúbrelo ahora