III. Globos Negros

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❝Su hermano desaparecio el verano pasado, por eso se mudaron❞

Eran las palabras que corrían por los largos pasillos del instituto. Por su puesto tardo más en correr el chisme que el qué Riley se diera cuenta, pues hablaban de ella en sus narices.

«Grupo de irritantes estúpidos»

Pensó.

Ahora mismo sacudía su pierna violentamente mientras casi acababa con sus uñas impaciente a que la campana sonara.
Mientras devoraba sus dedos, recordó las palabras mencionadas por la niña de las trenzas:

Es raro, Robin no se pelea por cualquiera...

Había olvidado darle las gracias al chico de la pañoleta por defenderla, y sobretodo olvidó presentarse.
Rascó su nariz suavemente hasta que un líquido caliente se puso en contacto con sus labios.

  —¿Maestro puedo salir?

El docente asintió y la castaña no dudó un segundo en levantarse y salir corriendo mientras apretaba su nariz.
Al llegar al baño tomó un pedazo de papel sin detener la acción. Cuando no captó ningún movimiento más, corroboró en el espejo que no quedarán manchas de sangre.
Su atención fue arrebatada por el lavabo el cual parecía estar hablando cosas poco audibles.

‹¡Ten cuidado!›

Sacudió la cabeza ignorado aquellas voces y cuando su vista regresó al espejo un hombre con máscara blanca de alguna especie de demonio a lado de un par de globos negros tocaba su hombro; giró bruscamente para encontrarse solo con las puertas de los baños.
La entrada al sanitario se abrió y Riley dejó escapar un gritó.

  —¿Estás bien?

Su corazón regresó a su caja torácica cuando vió a Gwen, esta se le acercó clavando sus azulados orbez llenos de preocupación.

  —Sí, bueno, algo así.— objetó indiferente.

  —Puedes confíar en mí.

  —No es nada de verdad, es solo que últimamente los globos negros me persiguen.— comentó con algo de gracia que la azabache no pareció entender.

  —¿Globos negros? ¿Estás segura?— el tono de alerta de Gwen asustaba a la ojimiel.

  —¿Hay algo que deba saber?

  —No.— abrió la llave y se empezó a lavar las manos.— ¿Tienes algo que hacer mañana por la tarde?

El repentino cambio de tema no quitaba su preocupación.

  —No, creo que no.

  —Mi hermano tiene un partido de Béisbol, ¿quieres venir?

  —¿Tu hermano?

  —Finney, pensé que ya lo conocías.

  —No le he hablado aún, pero tuve una clase con él.

  —Entonces allá te veo.— sonrió y abandonó la habitación.

𝐓wo 𝐁lack 𝐁alloons → R. ArellanoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora