El blanquecino y suave algodón empapado de mezclas quirúrgicas rozaron ligeramente su pómulo izquierdo provocando así una mueca de dolor.
—Eso te dejará una bonita cicatriz.— comentó su hermano con jocosidad.
—Si bueno, otra historia que contar.— se encogió de hombros y agarró su mochila.
—Aún no me haz dicho como te la hiciste.
La castaña recordó la linda tarde con el que podía llamar su nuevo amigo, esbozó una sonrisa divertida.
—Si arrojarle piedras a la gente me hace tener amigos— rió— lo haré más seguido.
Después de asegurarse que la entrada estuviera bien cerrada, se aferró a los tirantes de su bolso y una vez más se vió envuelta en las largas y frías calles de Denver.
No parecía nada fuera de lo común, la mayoría de las casas tenían colores cálidos sobresaliendo de todos ellos el marrón y el beige; nada parecido a su antiguo pueblo.Cuando apenas tuvo la oportunidad de doblar una calle paró en seco al ver lo mismo que el día anterior:
Está vez no era solo uno, habían por lo menos quince globos negros a lado de una camioneta de letras azules que no lograba ver.
Por curiosidad, las ansias de mirar aquellas esferas más de cerca le eran incontenibles. Su ilusión se apagó cuando a lado del vehículo vió una bicicleta tirada.
El miedo aprisionó a sus piernas y lo primero que hizo por instinto fue correr. Las instrucciones de su madre para llegar a la escuela fueron claras, pero el pánico le jugaba una mala pasada a su cerebro.
Su camino fue interrumpido cuando un robusto bulto la dejó sentada en la cera.
—¿Qué mierda te pasa?
Un chico notablemente más alto que ella, con melena ondulada y castaña le miraba rabioso.
Después de unos segundos eternos su expresión de enojo cambió a una risa que próximamente se convertiría en sonoras y crispantes carcajadas.
Incluso los estudiantes de alrededor habían parado sus conversaciones para prestar atención a la escena.Está loco.
Pensó.
—Tú debes ser nueva.
Riley no formuló palabra alguna, lo que pareció avivar nuevamente la furia en el muchacho.
—Levántate.— ordenó.
La ojimiel seguía sin poder reaccionar ante la situación.
—¿Qué acaso no tienes piernas? ¡Vamos levántate!— la agarró con fuerza del brazo hasta que consiguió levantarla.
Ella con brusquedad se soltó del agarre y le dió una bofetada.
—No me vuelvas a tocar.
El chico estaba por responder con un golpe, Riley se preparó para recibirlo pero éste nunca llegó. Parecía que una voz había parado el impacto.
—¿Ahora golpeas a las niñas?
La castaña dirigió su vista a la tan amable persona que la había salvado.
Otro chico de complexión más atlética, piel cobriza acompañado de una camiseta marrón. Lo que más destacaba de este joven era la pañoleta azul que adornaba su cabello.—No te importa, Arellano.
—¿Por qué mejor no golpeas a alguien que de tu tamaño?
Una considerable cantidad de alumnos había encerrado a los tres jóvenes en un círculo.
—Mi madre me va a matar...— masculló preocupada.
Apenas su primer día en clases y ya estaba metida en una pelea.
El chico de rizos intento dar un golpe que fue ágilmente esquivado por el tal Arellano, en seguida este le dió una patada que lo dejó en el suelo. Una vez ahí no paró de golpearlo hasta que vió sus nudillos cubiertos de un líquido carmesí.
—¡Está bien, está bien, déjalo!— insistió pero éste pareció ignorarla.—¡Hey, chico pañoleta, déjalo!— gritó nuevamente.
La situación empeoró cuando la directora del instituto se acercó molesta.
—Arellano, Jensen, ¡a mi oficina!
—Disculpe señora directora pero-
—Primer día, Blade.— la mujer le dedicó una mirada enfurecida y ambos chicos la siguieron hasta adentro.
Aclarada la situación con la directora, se determinó que Robin (como ahora sabía que se llamaba el chico de la pañoleta) y Moose estarían el resto del día en detención. Por ser su primer día, Riley pudo tomar sus clases con normalidad.
—Matemáticas, matemáticas, ¿dónde mierda queda eso?
Su frustración la llevó a levantar la mirada y buscar a alguien que la ayudará con ello.
Todos la veían y farfullaban entre risas, la única que parecía pasarla por desapercibida era una niña de cabellera azabache recogida en trenzas.Se acercó esperando a que con suerte no le escupiera o algo así.
—Hola.— pronunció cantarina.
—Hola, tu debes ser la niña por la que Robin se peleó, ¿cierto?
Suponía ahora todos la conocerían por tan ridículo acto.
—Sí, me llamo Riley.
—Gwen, un gusto.— formuló con una cálida sonrisa. Aquella expresión le recordó a Bruce.
—¿Sabes dónde queda la clase de matemáticas?
—Sigue todo este pasillo y dobla a la izquierda.—objetó del mismo modo.
—Gracias.
—A propósito— regresó su mirada a la niña— Es raro, Robin no se pelea por cualquiera— esto último fue pronunciado en susurro.— No es nada, nos vemos luego.
No entendió lo que quiso decir, pero si era verdad ¿por qué el chico de la pañoleta la habrá defendido?
Les agradezco muchos los votos del capítulo anterior <3
Intentaré hacer los capítulos más largos :b⋆
ESTÁS LEYENDO
𝐓wo 𝐁lack 𝐁alloons → R. Arellano
Fanfiction𝓡丨❝𝖲𝗂 𝗇𝗈 𝗌𝖺𝗅𝗀𝗈 𝖼𝗈𝗇𝗍𝗂𝗀𝗈 𝗉𝗋𝖾𝖿𝗂𝖾𝗋𝗈 𝗇𝗈 𝗌𝖺𝗅𝗂𝗋❞ 𝐃onde Riley se muda para olvidar su pasado. 𝐎 𝐃onde Robin se aferra a no perder lo que más ama. ⚠...