VII. El Teléfono

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⚠︎El capítulo anterior fue modificado.

⚠︎ Este capítulo se encuentra en edición

Los inmensos ojos azules de Gwen miraban a la castaña con una sonrisita burlona mientras que al mismo tiempo miraba al moreno.
Robin se encontraba concentrado girando el cubo de colores en tantas direcciones para que formarán los lados de un solo tono, Riley en cambio se había quedado con el almuerzo en su mano sin quitar la vista de Arellano.

La pelinegra aprovecho para golpear la mesa y espantar a la ojimiel.

   —¿Eh?

   —¿Te gusta Robin?

El carmesí subió por sus mejillas y se extendió a lo largo de su semblante hasta que toda ella era confundible con un tomate. La pregunta de Gwen le tomó desprevenida y más por su directa manera de comentarlo.

   —No— sacudió su cabeza—, no es mi tipo.

   —¿Estás segura?— sonrió mostrando su dentadura lo que elevó los nervios en Riley.

   —Parece que se mete en muchas peleas, además apenas lo conozco.

La azabache rió y de pronto pareció cambiar su expresión bruscamente, como si hubiera recordado algo que no quería.

    —¿Qué te dijeron los oficiales?— inquirió dándole un rápido bocado a su sandwich.

Riley frunció el seño ante el repentino cambio de tema.

    —Ellos querían saber que ví el día del partido.

    —Me dijiste que no lo recordabas.

    —Sí, no del todo.— intentó esquivar el objetivo de la pregunta.—Ni si quiera sé si es real, tal vez sí estoy loca.

    —Ray— sujetó su mano—, confía en mí, cualquier cosa que digas te creeré.

Gwen le había mencionado que sus sueños se hacían realidad, tal vez ella entendiera su situación.

     —Desde que llegué a Denver, he visto globos negros. No estoy segura de si son reales, algunas veces los veo en mi sueños y otras parece que sí están allí. Ahora ese hombre de máscara extraña me persigue.

     —¿El Raptor?- asentó

     —Quiero encontrar a Bruce, al resto de niños, pero no sé como.

La ojiazul gesticuló una expresión de pensamiento hasta que estuvo convencida de una idea.

    —Podrías usar eso para encontrarlos, así como yo.

    —¿Y cómo?

La campana dió por terminado el receso y Riley regresó al salón.
Ese día según su horario era el único que no compartía clases con Robin.
La falta de sueño y alimento le estaban empezando a repercutir. Su cabeza se hundió en el hueco que formaban sus brazos sobre la mesa y por más que lucho por seguir prestando atención no lo logró.

La docente, al notar lo ocurrido, no se molestó en despertarla, simplemente escribió una nota y la metió en la mochila de la castaña.

𝐓wo 𝐁lack 𝐁alloons → R. ArellanoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora