IV. La Loca de Denver

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Sus claros ojos se encontraban sumergidos en un mar de confusión que la arrastraba hasta recuerdos que había creído olvidar.

La noche anterior no había conseguido dormir lo suficiente y sus párpados ya hacían como pozos oscuros.

  —Tierra llamando a Riley.— la voz risueña de su madre la trajo de nuevo al comedor.— Me quedé a cubrir hasta tarde y no tengo esas ojeras, ¿dormiste bien?

  —Tuve algunos trabajos que hacer.

El movimiento de ceja de Eloise confirmo que no había creído su carecida escusa.

  —Bruce me invitó a su partido de Béisbol hoy por la tarde, después de la escuela, ¿puedo ir?— cambió de tema.

  —Sí.— suspiró con cansancio y dió por terminado el desayuno.

Mientras su hermano manejaba el auto hasta la escuela la castaña dibujaba figuras en los vidrios rociados de neblina por la lluvia nocturna.

  —Hola Riley.— saludó la pelinegra con un ademán— Él es mi hermano Finney, Finney ella es Riley.

  —Un gusto— estrechó su mano y sintió alguna especie de chispa recorrer su cuerpo.

  —La invite al partido, espero no te moleste.

  —No, tranquila.
¿Eres la niña que defendió Robin?

La joven blanqueó los ojos y asintió.

  —Pensé que pasaría desapercibido.
Nos vemos luego.

Al entrar nuevamente a los gélidos pasillos creyó ilusamente que las burlas y lo comentarios se habrían extinto, por su contrario ella era el tema de los “casilleros”.

Dentro del salón se sorprendió al encontrar a Arellano con su característica pañoleta haciéndole contraste a sus mechones castaños.
La sangre bombeó con fluidez hasta envolver sus mejillas en un tierno color rojizo y apoderarse de su cuerpo con temblorines.

  —¿Me puedo sentar?

  —Sí, claro— objetó regresando su atención a un particular objeto de forma cuadrada.

  —¿Qué es?— preguntó con inocencia.

  —Un cubo mágico, tienes que lograr que todos sus lados queden del mismo color, ¿quieres intentarlo?— movió el juguete en su dirección.

Una vez más Riley sintió aquella tan extraña pero agradable sensación recorriendo su estómago.
Ambos orbez conectaron con una energía notable. El especial momento fue esfumado por el chirrido de la puerta y el saludo de sus compañeros hacia el profesor.

El resto de las clases no compartieron un recuerdo significativo— a excepción de las charlas que llegó a entablar con Finney—, la conclusión de estas fue el papel que arrojó el niño Bully del anterior día, Moose.

¿De verdad necesitas que Arellano de defienda?

Riley en lugar de sentirse intimida, delineó una sonrisa victoriosa y le regresó la hoja.

¿De verdad necesitas golpear a una niña para demostrar que tan hombre eres?

La ojimiel supuso que la conversación había finalizado cuando sintió el golpe en su pie.

𝐓wo 𝐁lack 𝐁alloons → R. ArellanoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora