25-Colicos

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De un día para otro las niñas comenzaron a llorar durante horas y horas dejando a los primerizos padres muy preocupados, lloraban durante horas y horas tras darles de comer la leche de viktor.

Horacio tomó a Marie en brazos y la acunó con lentitud sin saber que hacer para calmar su llanto. —Yaya cariño ¿Que pasa? ¿Te duele algo? —Pregunto siendo su única respuesta el llanto con más fuerza y logrando un suspiro de su parte, a saber qué pasaba con las niñas para que estuvieran así.
—No sé qué coño les pasa solo sé que como no lo averigüemos pronto te voy a dejar las niñas y me piro para comisaría. —Amenazó a su hermano mientras acunaba a la otra niña.

Volkov había ido a comisaría a darle unos papeles al superintendente y les había dejado a cargo de las dos niñas, ambos estaban convencidos al cien por ciento que lo había echo solo para despegarse un poco y no escuchar llanto durante horas y horas, era lo más probable; aunque ninguno de los dos le culpaba, aguantar a las bebés tanto tiempo como normalmente hacía no debía ser sano para nadie.

El ruso por su parte estaba en mitad de la recepción de comisaría atendiendo una denuncia de mierda como decía su novio y Gustabo. Era algo muy simple, le había robado a una anciana y la misma había venido a denunciar el robo, pero no sabía nada de los atracadores, sólo que tenían un pasamontañas, como si no hubiera gente en la ciudad con pasamontañas.
—Les buscaremos. —Habló tras acabar de redactar la denuncia, el solamente había venido a darle unos papeles a su superior, pero al ver la cantidad de gente esperando a hacer una denuncia, sintió como su deber le llamaba así que lo empezó a hacer.

La anciana le sonrió y empezó a caminar hacia la puerta de la comisaría para salir de la misma, con la buena suerte para sus ojos de cruzarse con el superintendente, que recientemente había llegado de patrullar, con la camisa sudada, el pelo revoloteado y un par de botones desabotonados, era un placer observarle.
La anciana aunque maldiciendo su mala suerte en voz baja salió de la comisaría. Por el contrario el superintendente simplemente suspiro, esa vieja era horrible, siempre venía a comisaría a molestarlo y a intentar que le diera una cita, siempre sin éxito para ella.

El ex militar se acercó al mostrador y pudo observar como su comisario se encontraba atendiendo denuncias, dio un par de pasos hacia las escaleras para subir a su despacho, pero a los pocos segundos retrocedió hasta el mostrador, dándose cuenta que Viktor Volkov no debía estar ahí.

—¿Qué coño haces aquí? —Preguntó con su habitual buen humor.
—Buenas conway trabajando ¿No vee? —Respondió de la manera más simple que pudo el albino mientras arrancaba la denuncia que acaban de escribir y la hacía bolita para tirarla al cubo de la basura.
—¿Y las niñas?
—Las están cuidando Horacio y Gustabo, vine a dejarte los papeles pero como no estabas me puse a atender denuncias. —Le explico con calma en su voz mientras veía a todas las personas que seguían esperando su turno para denunciar estupideces. —Además se está mucho más tranquilo aquí que en casa, a las niñas le ha dado por llorar a todas horas y no puedo más con mi vida, y el pediatra dice que eso es normal, que las niñas lloren como 12 horas seguidas es normal.

—Es normal ¿No estarán con cólicos? —Se apoyó en el mostrador y miró a los civiles, uno de ellos se acercó al mostrador y empezó a hablar con el comisario, el cual empezó a escribir la denuncia sin prestar mucha atención.
—¿Cólicos? ¿Esos no son de la regla? Son muy pequeñas aún para tener la regla conway.
—No esos cólicos, los de la barriga de cuando son bebés, cuando están llenas y han comido de más les duele y a eso se le llama cólicos. —Le explicó con calma mientras escuchaba al civil.
—Pues serán. ¿Alguna idea para hacer que no lloren?—Le mira y luego al civil. —Se le llamara si se sabe algo de sus agresores.

Tras que el civil se diera la vuelta arrancó la hoja y fue a parar junto a las otras diez denuncias que había atendido en esa hora que llevaba al frente del mostrador de comisaría.
—Hacer que eructen y mecerlas eso era lo que hacía Julia con los niños. Ahora sal de ahí que tenemos que hablar arriba. —Ordeno y empezó a caminar, sabiendo que el chico le seguía.

Subieron las escaleras y poco a poco se acercaron al despacho en el cual ingresaron tras abrir la puerta, Conway se sentó en su acolchada silla y observó a su mano derecha, el cual se sentó en la silla izquierda frente al escritorio.

—Dime conway. —La curiosidad era clara en sus palabras ¿Que tenía que decirme su mejor amigo y jefe desde hacía años?
—Al parecer Alex está embarazado... —Susurro algo avergonzado, había vuelto a tropezar en la misma piedra, al parecer ni él ni gustabo aprenderían a ponerse un condón.
—¿Como? —Preguntó el hombre queriendo que le repitiera lo que dijo aunque se hubiera enterado a la primera.
—Alexander está embarazado y, es mío y de gustabo. —El ruso en la sala no pudo hacer más que soltar una risa, sus amigos eran increíbles. —¿De que te ríes ahora gilipollas?
—De que espero que esta vez sí se hagan cargo y no lo dejen solo, porque sino te juro que os corto los huevos. —Amenazó el hombre mientras se levantaba de la silla. —Aunque espera ¿Serán hermanastros no? Mis hijas y el de Alex.
—Tus hijas son de Horacio. —Le recordó mientras le veía serio.
—Ya me entiendes, aunque supongo que sí, a fin de cuentas tienen los mismos padres idiotas que no saben usar un condón. —

Caminó algunos pasos hacia la puerta y rápidamente salió del lugar, aunque serio por fuera por dentro estaba muy muy feliz por la noticia, su búlgaro siempre había querido tener hijos y al parecer gracias a la pareja sería padre, cosa que sabía que le hacía muy feliz, y que su ex pareja y mejor amigo fuera feliz era de las cosas más importantes para el originario de Moscú.

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Unidos por un error (Volkacio)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora