24-Cojin de Lactancia

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Hacia escasos días había sido el cumpleaños de viktor, el ruso cumplía 35 años y entre muchos regalos para las bebé, Michelle le había regalado un cojín de lactancia, un cojín Largo el que se suponía que servía para que le fuera más fácil darle de comer a las niñas.

Así que ese día lo intentó, las bebés tenían dos meses y 20 días y lo único que querían era comer de la teta de Viktor, el hombre se quitó la camiseta y miro el cojín moviéndolo en sus manos sin saber cómo se ponía.

Lo dejó de lado y tomó su teléfono para tras googlear "¿Como poner un cojín de lactancia" observó las distintas posiciones del mismo, logrando una pequeña sonrisa, la postura era sencilla.

Se sentó en el sofá con las piernas juntas, coloco el cojín justo delante suya con la abertura hacia el y tomo a Nuria para ponerla sobre el mismo, dejándola con el pecho a su vista, tras mirar su teléfono nuevamente se dio cuenta que solo tenía que poner su brazo con suavidad sobre las piernas de la niña.
—En teoría es así...—Susurro para si mientras dejaba a la niña lanzarse a comer la leche de su pezón derecho.

Volkov tomó su teléfono y empezó a trabajar con el mismo dejando a la pequeña que comiera todo lo que quisiera, mientras esperaba a su Horacio, el chico se había ido a hacer unas compras y no tardaría en volver.
Unos momentos más tarde intercambió a Nuria de encima del cojín poniendo a Marie en su lugar, dejándola comer con una sonrisa, sus hijas eran preciosas aunque tiraran y mucho de sus pezones cuando comían.

El francés llegó media hora después con dos grandes bolsas de comida en las manos, abrió la puerta del apartamento y sonrió en grande al ver la escena que se desarrollaba delante de sus ojos, su lindo novio con el cojín de rayas azules que le había regalado Michelle dándole de comer a su hija. —Bonito. —Dijo nada más llegar, para posteriormente soltar las bolsas y cerrar la puerta.
—Gracias cariño. —Sonrió ante el halago y acarició la cabeza de la pequeña Marie la cual chupaba con mucha fuerza del pezón, alimentándose.

—Guardo eso y ahora empiezo a hacer la comida ¿Quieres algo en especial? —Volvió a sostener las bolsas en sus manos y caminó rumbo a la cocina para dejar las mismas sobre la mesa donde solían comer, donde la primera fuga de leche de su chico había pasado.
Recordando ese día abrió las bolsas y empezó a guardar las cosas, cocinaría algo rápido para su chico, de seguro estaba muy cansado de trabajar mientras estaba con las dos niñas, así que se decidió por un simple arroz con tomate y quizá algo de carne.

El de ojos azules había separado a su bebé de su pezón tras que éste acabara de comer y tras ver una postura en su teléfono decidió hacerla, dejo el cojín en el sofá y lo doblo para dejar a su niña en el tumbada y agarrando el cojín, tras algunos momentos pudo observar como la niña se había dormido, dándose cuenta que el regalo valía mucho la pena, mucho más de lo que había pensado en un primer momento y que muy posiblemente necesitaría otro para que ambas pudieran dormí solas y dejando libre a su padre.

Se levantó del sofá y tomó a Nuria en brazos para con cuidado de no despertar a su otra hija caminó hasta la cocina donde su novio estaba cocinando. —Hola papi. —Saludo agudizando un poco su voz y moviendo la mano de la menor, logrando una risita del de ojos bicolores.

—Hola cariño, ¿Está buena la leche de papá? —Le hablo a la bebé siguiendo la broma que el mayor había empezado y logrando esta vez que el que riera fuera el albino.
—Son preciosas aunque a veces dan algunos problemitas y nos dejan noches sin dormir. —Comento esta vez con su voz normal mirando a Nuria y luego a su pareja el cual asintió para volver a la comida, removiendo el arroz para que esté no se pegara.
—¿No que decías que el cojín ese no servía para nada?

—Bueno en un principio no, pero es muy cómodo Marie está durmiendo con el agarrado, y eso que sabes cómo es la niña, que solo duerme si está en mis brazos y abrazando su peluche de tortuga. —Le explicó mientras acunaba a la bebé en sus brazos, ahora solo tenía que dormirla para que pudieran tener con suerte algunas horas en calma y quizá podían hacer cosas de adultos, cosas que se hacían en el dormitorio y que llevaban meses esperando hacer, entre el embarazo, el parto, el posterior postparto y criar a las dos niñas estos dos últimos meses y 20 días, no habían tenido ningún tiempo ni ganas de hacer cosas de adultos, quizá ese era el día adecuado para que por fin sus cuerpos se unieran.

Tras logrando que Nuria se durmiera en sus brazos camino hasta la habitación de las gemelas y la puso en su cuna, para posteriormente y con mucho cuidado camino hacia el salón y tomo a Marie en brazos para replicar lo que había hecho con la mayor de sus hijas, la colocó en su cama y beso su frente.

—Guapas. —Las halago en un susurro para posteriormente salir de él habitación dejando la puerta abierta por si en algún momento alguna de las dos despertaba y necesitaban algo de alguno de sus dos padres.
Regresó a la cocina donde estaba su pareja y le sonrió al observar como el de cretas había puesto la mesa con la comida en ella, se sentó en una de las sillas y tomó una cuchara para empezar a comer.

—Creo que sería bueno comprar otro cojín de esos, son muy cómodos para las niñas. —Comentó llevando una cucharada de arroz a sus labios.
—Bueno, le preguntamos a Michelle donde los compro y compramos otro.
—Si. —Finalizó ese tema el originario de Rusia para llevar de nuevo una cucharada de comida a su boca. —Y cariño podemos intentar eso.
—¿El que? —Sin haber entendido a lo que se referían su pareja le miró aunque al observar el gesto simulando una mamada que su pareja estaba haciendo sonrió.—Pues claro que sí, a ver si las niñas nos dejan.

Siguieron comiendo con una leve sonrisa, sabiendo lo que les esperaba con suerte y rezando en silencio para que las niñas no despertarán.
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1090 palabras

Unidos por un error (Volkacio)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora