5. Reencuentro.

29 5 0
                                    


Autora.


— Vamos, amigo. Déjame llevarte, por favor— pidió el oficial a Tom, y aunque se preocupaba profunda y sinceramente por su amigo gatuno, su alfa tenía otras intenciones también.

Tomas rió por lo bajo, quitando de su hombro la mano de su amigo—. Estaré bien, no te preocupes. No tomé mucho, y para serte sincero, necesito caminar y... pensar— explicó con una sonrisa triste y la mirada ida.

Aspen apretó los labios y asintió, aunque no muy convencido. Tomas sonrió y luego comenzó a caminar por el lado contrario al de su amigo.

Escondiendo las manos en los bolsillos de su chaqueta dejó que los pensamientos que tanto controlaba cuando estaba con sus hijos llenaran cada rincón de su mente. Recuerdos con su destinado, sus ojos, su piel, sus caricias, su cabello y sus orejitas que se agitaban por cualquier sonido extraño ajeno al normal. Su valentía, su suave voz que lo relajaba y su exquisito aroma que tranquilizaba su corazón y orgullos heridos. 

Suspiró.

Lo extrañaba tanto.

Cada día de su vida, en las madrugadas suplicaba al cielo entre lágrimas que le regresaran a su ratón, aunque fuera algo imposible no le importaba en absoluto. Lo quería, lo necesitaba a su lado.

Él fue quien lo motivó a vivir, a crecer, él fue quien le dió nuevas ansias de conocer y creer, él le enseñó lealtad y amor sincero. No sabía cómo había hecho durante tantos años sin su omega, debió haber muerto al poco tiempo de perderlo. Pero le atribuía su vida a sus crías, a quienes debía odiar pero que en realidad ama con todo su corazón, porque se parecen tanto a su ratoncito que odiarlos se le hace imposible.

Además... Le prometió a Jerry protegerlos, cuidarlos, darles todo lo que quisieran y necesitaran...

Lágrimas que calentaron sus mejillas comenzaron a caer. Las luces que iluminaban las calles hasta cierta hora se apagaron debido a un acuerdo al que habían llegado todos los países y para ahorrar tantos recursos como fuera posible, siendo la energía algo "primordial".

Y gracias a ello el cielo nocturno se veía majestuoso. Cientos de miles de estrellas se podían notar en una especie de rio misterioso y atractivo. La luna llena algo más grande de lo habitual se posicionaba en su punto más alto.

Sonrió entre lágrimas, sintiendo su corazón pesado y doloroso, no podía seguir soportando tanta pena, deseaba que su tormento terminara pronto.

Sus hijos ya estaban grandes, ya sabían lo que debían hacer. El gobierno seguiría apoyándolos hasta el día de su muerte, pues fue eso lo que prometieron. Y de ser el caso en el que incumplan su palabra entonces tenía la plena certeza de que sus amigos los ayudarían de un modo u otro.

Miró al cielo una vez más, justo a tiempo para ver pasar una estrella fugaz que parecía desprender luces de diferentes colores.

Pero... solo por esa vez, quiso cambiar de opinión otra vez e intentarlo una vez más.

— Por favor, dame a mi ratoncito. Tráelo de vuelta...—  pasó un rato más viendo el firmamento, su llanto se detuvo y le abrió paso a la risa irónica.

Seguro era una tontería, pero, bueno, era su deseo después de todo.

Continuó su camino, pensando en lo grandes y fuertes que habían crecido sus niños, inflando su pecho de orgullo al pensar que había hecho un gran trabajo como padre soltero. Porque además de la ayuda económica del gobierno jamás quiso aceptar ayuda de sus amigos.

Mr. Iceberg [Omegaverse] ★Secuela de "Sonrisa Nueva"★Donde viven las historias. Descúbrelo ahora