Capítulo 27

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Esa mañana la torrencial lluvia que cayó estaba causando estragos por todos lados, por lo que el programa de Irish tuvo que ceder parte de su tiempo a las noticias realmente importantes. Mientras, Irish y Susan se encontraban resguardadas en su preciada cabina, esperando el momento de regresar al aire.

—Creo que podemos quitar el bloque de llamadas —propuso Susan al notar que el tiempo se les estaba escapando.

—¡No! —se alarmó la locutora.

Susan rio.

—Has hablado con Tom las últimas dos semanas, no va a pasar nada si no hablan un día —aseguró Susan.

—No es por... Bueno, es que...

—Solo será hoy, te prometo que mañana podrán hablar —Susan tachó la sección de su escaleta y Irish tuvo que hacer un mayor esfuerzo para que no se notara que le había decepcionado no poder tomar la llamada con Tom, además, él llevaba casi dos semanas enviando café para ella y Susan a la estación.

—Chicas, lo siento mucho pero no van a poder continuar con el programa —anunció John cuando entró a la cabina.

—¿Tan mal está todo? —preguntó Susan.

—Necesitamos el espacio de ustedes para informar a la gente. Pero no se vayan a casa, el tráfico y todo es un caos —dijo John y luego salió de la cabina.

—¿Ustedes siguen sin hablar? —preguntó Susan cuando su jefe se fue.

—Desde aquella tarde que nos encontramos en la cafetería no hemos vuelto a coincidir. A menos a mí ya no me llama para las juntas —Irish se encogió de hombros.

—¿Ya me vas a decir de qué hablaron esa tarde? —preguntó Susan.

—Prefiero no decirlo. No es un secreto, pero tampoco me gusta recordar el tema —Irish se levantó de su silla—. Si vamos a pasar parte de la tarde aquí, vayamos a buscar un lugar vacío, tengo mucho sueño hoy —dijo Irish.

Susan dejó que su amiga buscara alguna sala vacía, mientras ella, como cada mañana, fue a una junta con John.

Durante la tarde Irish se sintió extraña por no poder hablar con Tom.




Tom Hiddleston a penas y tuvo tiempo de llegar al teatro, esa mañana todo era un caos a causa de la lluvia, él tuvo que sacrificar el tiempo que empleaba escuchando el programa de Irish para que no se le hiciera tarde. Pero, para su mala suerte, el resto del elenco no fue tan listo como él para salir una hora antes de casa, por lo que solo Tom y el director de la obra llegaron esa mañana.

—Si esto fuera un monólogo sería perfecto, pero no puedo ensayar solo contigo —dijo el hombre.

—Es que la mañana estuvo horrible, por eso salí de casa antes —explicó Tom.

—Supongo que lo mejor es suspender el ensayo de hoy. No te vayas a ir, Tom, la mañana está horrible —dijo el hombre.

—¿Tú sí te vas a ir? —preguntó Tom.

—No, yo tengo trabajo qué hacer, y te pediría ayuda, pero debo leer contratos, tomar llamadas y un montón de cosas tediosas que a todos les aburren. En cuanto la lluvia baje ve a descansar —pidió el director de la obra.

Tom se quedó recargado en la silla que ocupó en la primera fila del teatro, vio la hora, eran cerca de las diez de la mañana.

Sacó su celular y de inmediato sintonizó la estación de Irish, pero para ese momento, estaban las noticias sugiriendo rutas alternas para que la gente pudiera llegar a tiempo a sus trabajos. El bloque se extendió casi por media hora.

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