Dos horribles monstruos

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No era amor, eso estaba muy claro, quizás un poco de entendimiento mutuo y costumbre, lo único que nos ataba era la carne, la pasión, el aliento sobre nuestra piel húmeda e insaciable, claro, también el dinero, el contrato que tuvo que firmar para sobrevivir, pero ¿amor? No, eso no podía existir entre Toji y yo.

Lo conocí no de una manera común como tampoco fue común nuestra convivencia.

En aquel entonces trabajaba en un pequeño restaurante, mientras intentaba sacar adelante mi carrera y mi vida personal, era relativamente feliz, pocos amigos, un novio, una vida ordinaria.

-Te buscan en la mesa seis.

Sonreí a mi compañera –gracias- salí de la cocina con la sonrisa en los labios, seguro era el viejo James pero en la mesa no estaba la sonrisa bonachona del viejo guardaespaldas. La sonrisa se me borro del rostro, me acerque, el hombre se levantó –mi bebé- me tomo de los hombros y me beso ambas mejillas, nos sentamos, claramente mostré mi disgusto -¿no te da gusto ver a tu viejo padre?

-La verdad no, esperaba a alguien más.

-Vengo a hablarte de eso, James ha muerto.

Se me formo un nudo en el estómago -¿qué?

-Murió protegiendo a tus hermanos.

Solo hacía una semana lo había visto en ese mismo lugar, sonriendo, preguntando por mi vida, fungiendo como la figura paterna que tanta falta me hizo y ahora mi verdadero padre estaba ahí diciendo eso de James, porque claramente para él era un empleado, no un ser humano.

-¿Los niños están bien?

-Sanos y salvos con su madre, fuera del país.

Intente contener mi dolor, lo mire con furia -¿no te parece que ya es suficiente de todas tus estupideces? Creía que después de lo de mamá te compondrías y lo harías mejor, al menos con tu nueva familia, pero eres el mismo ser egoísta de siempre, todas las personas a tu alrededor sufren y mueren.

-No tengo tiempo para tus berrinches, vengo por ti, nos vamos.

-¿Qué carajos?- dos hombres se acercaron a la mesa –vamos bebé, lo puedes hacer por la buena o la mala, no hagas una escena.

Tenía razón, suspiré, sería inútil discutir con él –bien, solo déjame hacerlo bien.

-Dos minutos, no más.

Asentí, él junto con sus acompañantes salieron, yo fui a tomar mis cosas, alegando que no me sentía bien, que volvería mañana, una mentira, no sabría cuando iba a volver, ya había pasado por esto, intente alejarme pero era claro que ningún lugar era lo suficientemente lejos de él.

Subí a la camioneta blindada, dentro no solo estaba mi papá, había otro hombre. Estaba oscuro dentro así que no le veía bien el rostro, pero era enorme, parecía que su sola presencia llenaba aquel espacio.

Me senté frente a él, la camioneta avanzo -¿al menos puedo pasar por mi perro?

-Sin mascotas, solo toma lo necesario.

-Mi perro es necesa...

-Solo cállate, no quiero que hables, me estresa cuando comienzas a lloriquear.

El camino me pareció largo, intente reconocer al extraño o saber cómo era, pero solo veía dos pupilas brillando en aquella oscuridad.

Como mi padre mi dijo tome lo necesario, deje una nota a mi compañera de piso, que por favor se hiciera cargo de mi perro, que volvería pronto, de verdad deseaba volver pronto.

Nadie más conocía mi anterior vida, así que no deje más explicaciones, solo que había surgido una emergencia y debía irme.

Al subir de nuevo a la camioneta, el extraño no estaba.

-¿Y a dónde vamos?

-A la casa de tu madre, pocos la conocen.

-¿Cuánto tiempo me quedaré ahí?

-Tres meses

-¿Tres meses? Pero ¿y la escuela, mis amigos?

-¡No importan!, ¿Cuándo vas a entender que prefiero verte viviendo en soledad que muerta por querer vivir tu propia vida?

-Yo no quiero esta vida, no quería volver a verte más, ¿Por qué tú tampoco puedes entender que ni tú ni tú maldita vida me importan un carajo? Nunca te importamos, ni mi madre, ni yo, solo te importas tú mismo y tu negocio. Y además ¿qué tengo yo que ver con esto? Nadie sabe de mi existencia.

Soltó un bufido, entre cansancio y burla –eso es lo que tú crees, llevas mi apellido, ya con eso estas marcada, ahora guarda silencio, será un trayecto largo.

No respondió, al llegar y abrir el garaje ya nos esperaban, el extraño estaba ahí y por fin pude ver su cara a la luz del día, no solo era alto, era grande, una espalda ancha, aun debajo de su chaqueta de piel podía saber que tenía unos brazos gruesos. Me sorprendió que fuera atractivo, pero su mirada daba miedo, miraba fijamente sin parpadear y en sus ojos de color verde parecía que no había vida, tenía la mirada de aquellos que solo sobreviven, que su vida ha perdido el sentido de todo. El cabello negro le caía en mechones lacios sobre la frente y su boca de labios delgados tenía una cicatriz en una esquina, era rosada aunque parecía que le había acompañado durante largos años.

Lo mire de frente, me sentía intimidada, a leguas se notaba el peligro que representaba, pero si era uno de los guardaespaldas de mi padre no me sorprendía, el único que no entendía que hubiera aguantando tantos años era James, el corazón se me apretujo de nuevo al recordar su perdida.

Mi papá al fin me presento al hombre –tu nuevo compañero de cuarto, el señor Fushiguro.

-¿Qué?

-Vigilancia 24 horas. No salen, nadie entra, cada tercer día alguien vendrá a preparar comida, tiene que parecer que nadie vive en esta casa. Sin luces exteriores y sin ruidos, piensen que son dos horribles monstruos que no desean ser vistos- solo él se rio de su propio chiste –ahora dame el teléfono- me extendió la mano, me rehusé –por favor no, no le diré a nadie en donde estoy.

-Sabes que no pido algo dos veces, hazlo.

Me aferre al pequeño aparato como un náufrago a su tabla, una mano enorme lo tomo de entre las mías como su fuese un dulce y lo aplasto frente a mis ojos, me quede muda mientras le taladraba con la mirada -¿por qué?

El extraño me miro sin expresión alguna -fue una orden- su voz parecía retumbar por las paredes.

Mi papá nos miró a uno y a otro, satisfecho –yo creo que van a llevarse bien.

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