Un día en la piscina

37 6 34
                                    


Cuando las voces dejaron de oírse, caminamos hasta el hotel, nadie nos siguió y nadie nos prestó atención.

Al cerrar la habitación parecía que ambos recordábamos como respirar, yo me dejé caer en el suelo y me apreté las rodillas para ahogar mis sollozos, la cara de aquel hombre ahogándose por la fuerza de la mano de Toji me venía a la mente una y otra vez. Él no parecía tan calmado, iba y venía por la habitación, después salió al balcón y lo escuche hablar por teléfono, después de un rato entró, se veía más calmado, pero no por eso tranquilo –no vamos a volver a salir ¿te quedo claro? Haré lo posible para que nos cambien a otro hotel.

-Vayamos a otro hotel o nos quedemos aquí nos seguirán encontrando- le respondí sin alzar el rostro –pues habrá que tomar otras medidas, solo tengo que pensar las cosas detenidamente.

-Estoy comenzando a resignarme- dije para mí misma -¿qué mierdas dices?

-Que me estoy resignando a nunca volver a ser libre.

Se quejó de mi respuesta -¿tanto te interesa seguir viviendo tu apestosa vida? ¿Por qué no dejaste que papi se hiciera cargo de ti? Si fuera así no estarías...

Me levanté de un salto -¿no estaría qué... tratando de sobrevivir? Me alejé de él para no pasar por esto y mire, estoy atrapada aquí con un tipo malhumorado que tampoco puede salirse de esto.

-No me compares, yo puedo salir de aquí en cuanto pagué mi deuda.

Solté una carcajada, era una risa nerviosa -¿Quién le dijo que puede dejar de deberle a la mafia? Nadie sale con vida, ahora su vida les pertenece a ellos, nunca será libre.

Molesto por mis palabras se acercó y me apretó la cara con su enorme mano –no digas estupideces, ¿tú que mierdas vas a saber?

Manotee para quitármelo de encima, solo logré que no me apretara tan fuerte para poder hablar -No se le olvidé quien es mi padre, que no haya estado con él no significa que no sepa cómo funcionan estas cosas, vi a hombres suplicar por sus vidas aun después de haberles entregado hasta a sus propias familias y aun así sus cabezas fueron separadas de sus cuerpos- sus ojos se abrieron sorprendidos –estupideces, solo hablas estupideces- forcejeé para quitármelo de encima, comenzaba a dolerme la cara, -piense lo que quiera, pero dígame ¿Qué va a hacer cuando crea que ha pagado su deuda y le respondan que los intereses han aumentado? ¿Tiene familia? ¿La va a entregar a la mafia?- siguió mirándome desafiante, yo no ganaba nada con decirle la verdad, pero era claro que él no la conocía tan bien como yo, me soltó –no vuelvas a decirme cosas así, ¿te quedo claro?

Le hice un gesto de decepción –sí señor, no volveré a tocar ese tema.

Esa noche le escuché refunfuñar y gruñir, era obvio que tenía alguna pesadilla, me levanté de la cama para acercarme al sillón donde dormía, tenía el ceño fruncido, me imaginé que seguía pensando en lo que había pasado en la tarde y lo que además le había dicho, también comencé a cuestionarme si tenía familia, cuando se lo dije pareció pensar en alguien, me acerqué para hablarle, abrió los ojos y en un movimiento rápido me tomó del brazo con fuerza, sus ojos me miraron fijamente aun en la oscuridad –me está lastimando- le dije, él me soltó –carajo, no vuelvas a hacer algo así, podría matarte.

-No lo haría, no se le olvide que soy su boleto dorado.

Se incorporó -¿qué quieres?

-No dejaba de gruñir, ¿tenía una pesadilla?- no respondió, me estaba alejando para irme a la cama, -¿te lastimé?

-Un poco- me sobé donde comenzaba a arderme por su fuerza, me metí entre las cobijas, -lo siento, sí, era una pesadilla, que me despertarás fue lo mejor.

PrisioneraDonde viven las historias. Descúbrelo ahora