El silencio

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A la mañana siguiente mientras buscaba que desayunar vi que el extraño estaba en el jardín. La cocina tenía un ventanal enorme que daba a esa parte de la casa, así que me senté en la isla que estaba justo en medio y mientras comía cereal le miraba desde el interior.

El hombre, o no se había percatado de mi presencia o me ignoraba. Vestía un pantalón de ejercicio negro al igual que una camiseta del mismo color, estaba ejercitándose con un par de pesas, calculé que las pesas eran de veinte kilos cada una, pero la verdad no tenía ni idea. Trotó un rato, hizo estiramientos, se paró de manos y todo con tanta facilidad que me puse a pensar que de haber sido fisicoculturista no le iría mal, al menos no tendría que arriesgar su vida esperando que le dispararan mientras protegía a completos desconocidos. 

El extraño termino su rutina y se quitó la camiseta, al hacerlo me atragante con el bocado que tenía en la boca, no solo tenía un cuerpo increíblemente marcado como me había imaginado, como aquellos actores que interpretan superhéroes y son todo musculo y perfección, pero no era por eso que había escupido mi bocado, era por la cantidad de cicatrices que le cubrían gran parte de la espalda y el abdomen, ¿de dónde carajos había sacado mi papá a ese tipo? El hombre entro con la camiseta en el hombro y un cigarrillo en los labios, yo que seguía tosiendo caminé hacia él -¿qué te pasa? No te vayas a morir, quiero mi paga completa.

Me puse frente a él y con el poco aire que había logrado aspirar le dije –no fume adentro, salga.

Me miro extrañado -¿qué dices?

-Que no fume adentro.

Se dio media vuelta y cerro tras de sí la puerta corrediza de cristal. Termine de toser y me recompuse, el extraño fumaba pausadamente mientras me veía desde el exterior, cuando entro de nuevo se acercó a mí –la próxima vez que te estés ahogando levanta los brazos o toma agua, no intentes regañar a alguien por fumar dentro- se dio media vuelta para seguir su camino, me sentí ridícula por sus comentarios.


Las horas y los días pasaban horriblemente lentos en casa. El extraño y yo habíamos establecido una especie de rutina, él se levantaba antes que yo, y al parecer casi no dormía, después daba vueltas por la casa para inspeccionar, hacía su rutina de ejercicio, a esa hora yo despertaba y desayunaba mientras le veía. Hacíamos limpieza, y por la tarde comíamos lo que nos había preparado Jin, lo hacíamos en silencio aunque a mí me mataba eso. Estaba acostumbrada al ruido, las pláticas del restaurante donde trabajaba, el ruido de mis compañeros de clase, de las charlas con mi compañera de piso, las llamadas nocturnas de mi novio, extrañaba tanto hablar pero ese hombre no hablaba nada, de no ser por "pásame la sal", "esta comida no es buena", por lo cual mi cabeza se había vuelto demasiado ruidosa, con mis propios pensamientos yendo y viniendo todo el día.

Por la tarde él dormía un rato y yo me entretenía en leer algo de la biblioteca de mi madre. Al anochecer él volvía a revisar la casa mientras que yo fingía que me había ido a dormir aunque en realidad no lo hacía hasta escuchar que se metía a su habitación, no confiaba totalmente en él. Las únicas pláticas que tenía eran con Jin, pero tampoco hablábamos mucho porque el extraño nos rondaba cerca, él tampoco confiaba en mí y temía que yo le dijera o pidiera algo a Jin que significara un riesgo para ser encontrados. Aun así le pedí a ella que trajera más libros y música.

-¿Quieres música?

-Sí, bueno, un reproductor de música, ¿crees que se pueda?

-Lo hablare con tu padre y si puedo lo traigo, ¿quieres algo más?

-Sí, que me saque de aquí, llevo casi un mes y se siente como si fuese un año.

-Veré si hay noticias.

Como al día siguiente Jin no venía a casa pensé que el reproductor lo tendría hasta que ella volviera. Pero al bajar para desayunar vi un reproductor sobre la mesa, lo mire, parecía usado y me pareció raro, mi padre era muchas cosas pero si le pedías algo te lo entregaba en bandeja de plata, excepto atención y cuidado. Tome el aparato y me puse los audífonos, tenía música pero ningún grupo que conociera.

Estaba concentrada en la música que no parecía tan mala que no sentí la presencia del extraño hasta que me saco el audífono de un oído –te estoy hablando desde hace diez minutos.

Bajé el volumen y me dijo –esto es mío.

Me saqué el otro audífono y se le di –no sabía, disculpe.

-Quédatelo, no creo que tu padre vaya a mandar algo pronto.

Debió ver confusión en mi rostro porque por primera vez uso un tono casi suave al decirme –tu padre desapareció ayer por la noche. Lo están buscando desde entonces.

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Nos leemos pronto.

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