No muestres tu rostro

30 6 20
                                    


Lo demás son como recuerdos fugaces en mi mente, el extraño sacándome del cuarto mientras me aferraba a su cuerpo y me decía –no mires, cierra los ojos- pero el olor a sangre era intenso, solo alcance a mirar dos cuerpos, uno de ellos rojo, como si lo hubiesen sumergido en una tina de tinta roja.

Bajamos las escaleras y ahí no era diferente, cosas y muebles tirados por el suelo, manchas de sangre por el piso y la pared, un cuerpo boca abajo, sofoque un grito –te he dicho que no mires- cerré los ojos, hasta sentir que me sentaba en una silla, los abrí, él se agacho para mirarme -¿estás bien?

Seguía temblando y solo asentí con la cabeza, él tenía el rostro manchado de sangre, quise hablar, pero sentía la boca seca –quédate aquí, juntare tus cosas y nos iremos ¿de acuerdo?- se levantó pero le tome la mano reteniéndolo -¿y si vuelven?

-No va a venir nadie más y si lo hacen yo me encargo, no tardaré, será un momento.

Lo solté, estaba en el pasillo de la entrada, frente a mí solo había una cómoda con una planta y un espejo, el espejo me regreso el rostro de una chica asustada, con las ojeras marcadas y la mirada perdida y llorosa, me limpie con la manga de la sudadera que me había puesto, la prenda tenía el aroma del extraño, que nunca antes me había dado el tiempo de reconocerlo, no como ahora. Es increíble como las situaciones de riesgo nos acercan a lo que sentimos más familiar, incluso si es de alguien a quien no conocemos. Escuche ruidos y me sobresalté, pero era el extraño, lo escuche hablando por teléfono, sonaba alterado, ruido de cajones cerrándose y nuevamente su voz más cerca, ya bajaba aprisa para encontrarse conmigo, me tiro unos tenis para que me los pusiera mientras él seguía hablando –sí, sí, seguramente tenían que avisar, entonces ya deben comenzar a sospechar...bien, no más de diez minutos, date prisa.

Colgó y me miro –nos vamos de aquí, toma, va todo en esta maleta- me la acerco, la sentí más vacía a cuando había llegado, pero no estaba para exigir que hubiera guardado todas mis cosas, un par de minutos después escuchamos que un auto llegaba, él salió, hablo con alguien y volvió a entrar, me puso la capucha de la sudadera para cubrirme el rostro –oye, ¿tienes alguna bufanda?

Negué, él maldijo y rebusco en su maleta, entonces me percaté de que también se había cambiado la ropa, saco un pañuelo oscuro –toma, quiero que te tapes el rostro, nariz y boca, no hagas preguntas, no hables, no mires a nadie, quédate detrás de mí todo el tiempo.

No entendía pero le estaba confiando mi vida una vez más, me tomo de la mano y salimos mientras él llevaba las maletas en la otra mano, me di cuenta que no era un auto sino una camioneta blindada, intente no mirar a nadie al rostro y subí, él iba a subir conmigo pero le detuvieron –oye, ve al frente.

-No, esta chica es mi encargo, soy su maldita sombra y viajo con ella atrás, no intentes discutirlo, no estoy de humor, le acabo de partir el cuello a tres tipos, un cuarto no me caería mal- le dieron el paso libre, cerró la puerta detrás de él.

La camioneta avanzo, dentro todo era silencio, sentí que era la misma camioneta que nos había llevado a casa, a esa casa que nuevamente era un lugar que no quería pisar, pasaron muchos minutos, no sabía a donde nos dirigíamos y quería saberlo, mire al extraño que estaba sentado frente a mí, me baje el pañuelo, él me miro, vi que seguía teniendo sangre en el rostro, le señale, él se tocó, pero no le dio importancia, silencio de nuevo, después me miro y me hizo un gesto para que me volviera a cubrir el rostro, iba a preguntar ¿por qué? Pero hizo una señal de silencio, obedecí, la camioneta se detuvo, él se llevó la mano a la cadera, entonces la vi, un arma, la puerta se abrió –llegamos, bajen.

El extraño bajo primero y me dio la mano para descender, le seguí, habíamos llegado a un hotel, se veía lujoso, me acerco a él y me paso un brazo por los hombros, como si solamente estuviéramos dando un paseo. Delante de nosotros iban dos guardias, uno era el que le había dicho que viajara adelante y otro más, me imagine que había sido el chofer, el extraño acerco su rostro a mi oído y dijo –baja la cabeza, recuerda, eres mi sombra, si algo pasa no te despegues de mí.

PrisioneraDonde viven las historias. Descúbrelo ahora