Los siguientes tres días me encontraba en las calles, me había vuelto un vagabundo fugitivo. Cundo pasé por el mercado hubieron personas que me reconocieron y como agradecimiento por el sacrificio de mis padres estaban dispuestos a ayudarme. Pese a que agradecía la ayuda de esa gente, no quería depender de nadie en quien no confiara plenamente, aun así, acepté los alimentos que me proporcionaron. Pero en cuanto me ofrecieron llevarme a un orfanato, salí corriendo del lugar exigiendo a mis piernas que den todo lo que les quedaba de fuerza. Aunque era lo mejor en mi situación, no podía darme el lujo de poner esas cadenas en mi vida, no necesitaba otra familia por haber perdido la mía, necesitaba ser libre para forjar mi propio camino. Con eso en mente me adentré en un callejón para descansar y pensé en cuáles eran mis opciones a partir de ahora. Metí mi mando al segundo bolsillo de mi mochila y saqué un sándwich de queso para aplacar mi hambre. Mientras ingería mi comida, medité en los familiares que me quedaban y tras descartar a los que se habían marchado a vivir al otro lado del océano pacífico, llegué a la conclusión de que mi mejor opción era el hermano de mi padre. Él era un hombre al que nunca había visto, sin embargo, por lo que había escuchado de él, era un hombre frío y poco amigable. Poco más podía sacar en claro de las escasas veces que mi padre lo había mencionado, pues hacía años que no tenían contacto debido a problemas familiares. Lo que si sabía, es que vivía en los barrios bajos de la ciudad.
La casa de mi tío se encontraba completamente al otro lado de la ciudad. Considerando lo que me había tomado alejarme de mi destruido hogar, llegar a esa zona me tomaría como mínimo dos días a pie. Al no tener tiempo que perder me colgué la mochila al hombro, apreté el nudo de mis zapatos y continué con mi camino hacia la zona roja.
Por momentos a mi mente volvían las horribles imágenes del callejón y me ganaba la impotencia, perdiendo las ganas de continuar caminando, me adentraba en edificios abandonados o callejones para descansar e intentar reponerme. Luego de dos eternas noches en las que no lograba conciliar el sueño, ya me encontraba a tan solo un par de manzanos de la supuesta casa donde vivía mi tío. Luego de girar en una esquina levanté la mirada y vi que en la otra esquina se encontraba un adolescente apoyado en un poste de luz. Hice lo posible para ignorarlo y evitarme problemas, pero en cuanto intenté pasar detrás de él se dio la vuelta y me agarró el brazo con fuerza. Dando tirones intenté zafar mi brazo de su agarre, pero yo era un niño débil y no pude hacerlo. Resignado lo miré a los ojos y en su semblante noté como parecía no estar sobrio y además ser un maniaco.
—¿Qué haces aquí pequeño?, ¿acaso te perdiste? —me preguntó con un tono burlón mientras me despeinaba.
No formulé ninguna respuesta, sola levanté la cabeza, lo miré fijamente a los ojos con un vacío frío e inexpresivo en mi interior. Tras permanecer unos cuantos segundos atrapado en el vacío de mi mirada, su piel empezó a erizarse y pude sentir como le empezó a fallar el pulso. Pensé que luego de lo que estaba sucediendo me dejaría en paz, pero rápidamente batió su cabeza de lado a lado y me arrastró hasta un callejón. Me puse de pie y me sacudí el polvo, al sentir algo extraño en mi estómago volteé a ver la entrada del callejón y vi un par de siluetas que se acercaban lentamente a donde me encontraba.
—Danos tu mochila y tal vez te vayas entero —me dijo uno de los hombres que se acercaba mientras se subía el pantalón harapiento que traía puesto.
En cuanto escuché eso me di cuenta de sus intenciones y lo único que pude hacer fue quitarme la mochila y abrazarla con fuerza mientras me tiraba al piso en posición fetal. Los hombres se dieron cuenta de que por nada del mundo soltaría la mochila, así que supusieron que traía algo valioso en su interior. Impulsados por la codicia, empezaron a golpearme repetidas veces esperando a que soltara la mochila o a que muriera, les daba igual. Lo único que querían era algún objeto que puedan vender y comprar más alcohol y mujeres en la noche. Una persona normal hace mucho hubiera cedido... Pero no dejaría que incluso la ropa de mis padres sea profanada por la clase de gente contra la que combatían.
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Shadow Shocker
FantasyOdio, ira, resentimiento y rencor son el combustible que me impulsa día a día. Vivo en un mundo en el que la tercera parte de la población tiene afinidad por un elemento, o por la magia. Este es un mundo de héroes y villanos en el que puedes volvert...