Melt

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Mis sentimientos por Tristan se agalopaban en mi lengua queriendo gemir las palabras que me permitirían ir con él a su habitación, esos ojos profundos y una expresión sedienta me envolvían en la comodidad que entregaba ser necesitado y deseado. Pero en mi caso, todo aquello debía palidecer. No sería débil otra vez.

- Te importó a ti, cuando me confesé, si podía lidiar con que te fueras?

La mirada de Tristan decayó inmediatamente. Pude verlo y sentirlo en mi muñeca, cuando empezó a soltarme lentamente. Le esbocé una sonrisa triste, le había quitado el velo a la fantasía, esa por la que podía vender mi alma.

El no encontró palabras en ese momento y fue suficiente para escapar. Era evidente que usé una historia de amor infantil para negarme el placer de estar en la cama de Tristan, algo me decía que era para mejor, o al menos esas eran las voces que escuchaba aquella noche. Intentando consolarme a mi mismo.

Antes de subirme al taxi pude sentir nuevamente su mano firme en mi muñeca, para ese entonces me brillaban los ojos de decepción y no quería ser observado por él, el patetismo era evidente ¿Cómo es que todavía no superaba algo que pasó cuando éramos niños?

- Adrián. - Tristan mencionó mi nombre agitado, al parecer se había apurado para alcanzarme.

- Tristan por favor, ya te... - me interrumpió.

- Estaré aquí a la misma hora todos los días con tal de verte, no voy a irme a ningún lado, entonces.. Por favor, no te alejes.

¿Qué? Nuevamente me dejó con la boca abierta sin saber qué decir ¿Todos los días? ¿No era ese un sacrificio romántico demasiado grande para llevarlo a cabo por un scort? No le creí. Sonreí, tomé su tarjeta y me subí al taxi.

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El casino era mi herramienta de negocios, ahí conseguía todos los fines de semana a algún empresario infiel, hombres inseguros, solitarios, entre muchos otros, dejándome una gran cantidad de dinero por mis servicios y mi silencio. Era para mi una rutina a seguir, pero luego de ver a Tristan el casino había pasado a tener un significado muy diferente, uno que perdía los matices de superficialidad para encadenarse a sentimientos por él. Es obvio que yo, una persona que ha sufrido los egoísmos del amor, me iba a alejar.

No fui al casino esas dos semanas siguientes. Intenté visitar otros, pero ninguno quedaba a la altura del anterior. Me estaba quedando sin dinero y la idea de encontrarme a Tristan allá me daba vértigo, pero finalmente la necesidad de mi bolsillo y quizás mi cuerpo me llevaron esa noche de viernes al Casino una vez más, con mi ropa ajustada negra y mi perfume almendrado.

Intenté quitar mis expectativas del camino, era imposible que Tristan estuviese esa noche ¿o si?

Empezó la cacería, comencé a buscar a un hombre solo, adinerado y dispuesto a tenerme, para asegurarme de ello intercambiaba miradas mientras bebía mi trago, no pude evitar sentirme relajado al darme cuenta de la ausencia de Tristan, me felicitaba por no haber creído en sus palabras, aunque pequeños destellos de amargura se asomaron en mi garganta, otra decepción más, al parecer nunca se acabarían.

No tardé en tener en mis manos a un banquero de cuarenta y tantos, con un reloj ridículamente caro y la disposición a experimentar conmigo, aunque lo notaba algo hostil, quizás esa noche no disfrutaría en su cama.

- Vamos.. Llévame a tu cuarto. - susurré en su oído al ver que se marcaba una erección en sus pantalones de terno. Se levantó enseguida y comencé a seguirlo, estaba a segundos de salir al pasillo que llevaba al ascensor de las habitaciones cuando pasó. Una mano firme y suave, otra vez sujetando mi muñeca. No quería voltear, mi expresión y agitación eran demasiado evidentes, esa sensación cuando sueñas que estas desnudo frente a todos y no sabes dónde esconderte.

No sé por qué se humedecieron mis ojos, los tenía secos desde hace mucho, al menos desde que decidí dejar de llorar, entonces cómo Tristan podía provocar tanto. No pudo hablarme al ver mi rostro, frunció el ceño y vi angustia en sus ojos, me tiró suavemente del brazo para envolverme en un abrazo firme y protector. No estaba entendiendo nada. Solo me quedé en sus brazos y me aferré a su espalda clavando mis dedos. No fue necesario hablar.

No sabía dónde estaba el banquero, pero poco me importó en ese momento. Seguí a Tristan derrotado, subimos a un ascensor y me besó las mejillas, limpiando con sus labios mis lágrimas, aunque podía sentir como aguantaba sus ganas de algo más en su respiración, apoyó su frente en la mía.

- Te dije, todos los días a esta hora y eso hice. Al fin llegaste. - me tomó las mejillas y me besó los labios, teniendo que pararme en punta de pies para alcanzarlo. Nuevamente sentí sus brazos envolverme y en ese momento, con esas palabras, caí perdidamente.

Nos tropezabamos por el pasillo mientras nos besabamos algo frenéticos, como si se fuese a acabar el mundo, me sorprendieron las ganas que mostraba en cada caricia, cada jadeo, como si se hubiese aguantado todo este tiempo. Sentía que tenía demasiado para decirme, pero sabía que en ese momento no teníamos que hablar.

Abrió torpemente la puerta encaminandome a la cama de la suit y me dejó caer recostado en ella. Me miró desde arriba, sus ojos eran como los de un lobo observando a su presa. Se desabotonó la camisa perdiendo un par de botones por el apuro, pude ver su abdomen, sus lunares, sus brazos firmes, solo con mirarlo sentía que podía tener un orgasmo.

Se acercó a mí, subiendome la camisa de tela delgada que usaba, comiéndose mi cuerpo con la mirada. Tocó mi cintura hipnotizado con ambas manos, pudiendo abarcarla casi por completo. Y comenzó a besarme el abdomen con dedicación mientras se arrodillaba, empezando a bajar mis pantalones, ya no había vuelta atrás, era demasiado tarde para negarse, Tristan terminó siendo el cazador esa noche y yo su presa.

Solo Adrián (+18)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora