Paradise

619 47 13
                                    

"It's unfortunate that when we feel a storm
We can roll ourselves over 'cause we're uncomfortable
Oh well, the devil makes us sin
But we like it when we're spinning in his grip"

Recuerdo que fue como pestañear, en un momento me encontraba desvanecido con la mejilla en el cemento húmedo, viendo una cola de cigarrillo pisada a un par de centímetros de mi rostro. Luego, cerré mis ojos y aparecí en otro lugar, como por arte de magia. No sentía mi cuerpo apenas comencé a recobrar la consciencia, pero si sentí que estaba boca arriba y el cemento que sujetaba mi cuerpo había desaparecido dando lugar a un sofá cómodo de cuero negro. Tenía mis sentidos alterados por el desmayo y me costó unos minutos volver a mirar sin ver borroso y a escuchar algo más que un pitido en el oído.

Primero vi el techo, estaba dentro de algun edificio o casa, ni siquiera sentí pánico, estaba tan desmotivado conmigo mismo que a esas alturas me daba igual si me convertía en una víctima de lo que fuese.

El techo resultó ser más alto de lo normal con chandeliers auténticos de cristal y que brillaban con la luz tenue de la luna entre ventanales  alumbrando el salón oscuro en el que me encontraba. Creía que iba a despertar en un sitio horrible entre esos callejones pero al contrario, pude ver cortinas de seda moverse suavemente con la brisa nocturna, muebles estilo provenzal sujetando finas piezas de colección, junto a cuadros de paisajes profundos y una barra más allá con diversas botellas ordenadas que apenas podía divisar.

— Despertaste. Me alegro, no sabía si llevarte al hospital.

Esa voz, podría reconocerla en cualquier lugar, cualquier situación o momento, no había voz que se me haya quedado más grabada en mi vida. Me senté con la mano en mi frente, sentí que la cabeza me estallaría pero logré reponerme para responder.

— Tristan, qué hago aquí? — pregunté sin más comenzando a incomodarme la idea de ser visto en ese estado por él, sobre todo después de la despedida que tuvimos.

— Oh lo siento. Estamos en mi departamento. — Finalmente lo vi llegar entre los matices suaves que apenas se iluminaban desde afuera, Tristan con una camisa, arremangado y una vajilla con agua y algodón. Se sentó en una silla frente a mi y como si fuese lo más normal del mundo, comenzó a limpiarme la mejilla con el algodón. — lo siento si te duele, te heriste toda esta zona.

— No venía a verte a ti si eso es lo que...

— Lo sé, me lo dejaste bastante claro la última noche. — Tristan sonrió tranquilo mientras se acercaba con el algodón a la comisura de mis labios y el mentón. Vi que paró unos segundos allí sin apartar su vista y aclaró su voz  volviendo a sacar algodón con povidona.

No entendía ese momento, básicamente por que nunca antes había recibido algún tipo de cuidado, ni cuando era niño, tengo el leve recuerdo de mi madre enseñándome a limpiar mis propias heridas con un cigarro en la otra mano.

— No voy a preguntar qué pasó ni pedirte que tengas más cuidado — decidió decir finalmente, le creía su rostro de preocupación, lo cual de por sí se sentía como una amenaza.

— Gracias y disculpa por las molestias, volveré a mi casa entonces. — dije con claras intenciones de volver a escapar pero Tristan me tomó de la muñeca volviéndome a sentar con fuerza. Lo miré extrañado, con la poca luz del salón en el que nos encontrábamos la verdad sentí un poco de escalofríos. Su seriedad me llenaba de ansiedad, como si desatara una oscuridad que guardaba la mayor parte del tiempo tras la máscara de un joven responsable y amable.

Me miró apretando la mandíbula, como si estuviese aguantando de morderme y finalmente soltó un suspiro despeinadose mientras se reía, se veía claramente frustrado, afectado.

— No te vayas. — soltó finalmente mirándome a los ojos, cuando desvié la mirada me tomó la mandíbula con su mano que prácticamente la cubría entera y me obligó a mirarlo. Me agité con su actitud, las emociones se agolpaban en un cuerpo lleno de sensaciones masoquistas, quería llorar, reír, gritarle y besarlo, pero estaba tan acostumbrado a guardar todo aquello que me hiciese vulnerable que me quedé inmóvil y sin expresión. Tristan frunció el ceño al notar esto deslizando su mano por mi cuello y apretando ahí. — es tan hermoso, estilizado y delgado... Que podría quebrarlo. — susurró con voz arrastrada ¿Quien era este Tristan? ¿Era el mismo de antes?

— Qué cosas dices, acaso quieres...

— Cállate. — susurró mirando mis labios, deslizando sus dedos tibios por la herida que me había hecho en la calle. — no tienes idea lo que has sido en mi vida. Lo que esta.. Boca y este maldito cuerpo me han hecho desde que los vi ese maldito primer día en esa escuela. — no quería entender lo que me decía, pensaba que eran mentiras, que tenía otro significado, todo menos decirme que mi presencia en su vida fue importante. Me quedé en silencio sintiendo que rompía las murallas de cemento que tenía en el pecho, no podía esconderme. — No lo entiendes? Moría por ti incluso antes de que me vieses como algo más que un estúpido niño introvertido... Cambié por ti, quería gustarte, quería.. — paró de hablar tragando saliva y acercándose a mis labios para besarme y no pude negarme.

Me sentía desnudo incluso antes de estarlo, me abrazó con fuerza de la espalda y yo me colgué en sus brazos correspondiendo aquel beso doloroso que volvía a hacerme sangrar el labio inferior. Estaba rendido. No pude escapar, nuevamente lágrimas comenzaron a escapar de mis ojos cerrados, al momento en que Tristan las sintió comenzó a limpiarlas con su boca y sin más me tomó subiendome a él con mis piernas cruzadas en su cadera, ni siquiera se esforzó, no le costaba nada manejarme. Me besó frenético hasta que llegamos a su cama y me dejó caer con las piernas abiertas mientras Tristan estaba arrodillado entre ellas mirándome amenazante desde arriba quitándose su camisa.

— Crees que nuestro encuentro fue una coincidencia? Ya sabía dónde estabas y lo que hacías, tardé en atreverme a hablarte, pero debía aguantar que otros que no te merecían te llevasen a sus habitaciones. — afirmó con rabia mientras desataba su cinturón y comenzaba a besar mi cuello, mi pecho y mi abdomen. Era como un sueño o una pesadilla satisfactoria, esas palabras que hasta ese momento no sabía que quería escucharlas, una por una. Sus palabras me tenían sudando, agitado, duro y húmedo.

— Pero entonces tú...

— No quería esas sonrisas falsas que les dedicabas a ellos, quería esa sonrisa que me hizo mierda desde que te vi. — susurró interrumpiendome mientras mordía mi cadera y llegaba a mi ropa interior bajandola por mis piernas lentamente, torturandome. Miró mi miembro y levantó mis piernas para ver mi entrada de cerca haciéndome sonrojar y taparme el rostro, una inhibición que jamás había tenido. — mierda... Tan lindo. — susurró extasiado comiendome intenso desde el inicio, los gemidos salían de mi boca sin proponermelo, entre sus sábanas negras de seda, me retorcía evidente mientras escuchaba los resoplidos de Tristan y la humedad de lo que hacía, me desconcertaba su desesperación, realmente comía mi miembro y mi entrada como si fuese algo exquisito.

Por mucho miedo que le tuviese a las desilusiones y las mentiras, por mucho que entendiese que la gente era una mierda y todos buscaban ganar algo del otro, me vi a mi mismo creyendo en sus palabras, era imposible ver mentiras en lo que hacía y decía, era una desesperación compartida que me hacía sentir estúpido al poder explicar con su mirada como una estúpida canción de amor. No sé si estaba igual de perdido que yo, pero era una realidad absoluta y vertiginosa, Tristan me tenía completamente perdido por él en sus brazos.

Solo Adrián (+18)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora