5. Un momento de dulce paz

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Sí, cuando todos sus hijos están en la planta alta de la casa, él se permite respirar en calma de nuevo, un momento de dulce paz que definitivamente le sabe a gloria

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Sí, cuando todos sus hijos están en la planta alta de la casa, él se permite respirar en calma de nuevo, un momento de dulce paz que definitivamente le sabe a gloria.

Desliza sus pies dentro de las pantuflas, hasta el sofá de la sala, antes de dejarse caer en los acolchados asientos color uva. Un carrito de Poy se le incrusta en la espalda al caer y él sisea, sacando el juguete del incómodo sitio al que ha ido a parar para lanzarlo sin cuidado a algún lugar de la sala. El cochecito estampa contra el librero, haciendo que uno de los libros de la repisa media se tambalee y caiga al suelo abierto por la mitad.

Apenas se mueve lo suficiente para verificar la caída, con la preocupación de que Win despierte, pero cuando comprueba que el bebé sigue durmiendo, con su chupón en la boca, se permite respirar de nuevo.

De rodillas sobre la alfombra, el cansado padre se acerca a ver qué libro es el que ha caído y lo que encuentra es un álbum abierto en la página del medio.

Escucha a los niños correr por el segundo piso, especialmente a Poy quien huye a gritos de su hermano mayor; el pobre Mark lo persigue sin freno por toda la segunda planta gritándole "¡No corras desnudo, Poy!" y el pequeño le contesta a gritos y carcajadas.

Él solo sonríe, negando con la cabeza.

Toma entre sus manos el libro, observando la página que contiene una foto de Tommy en su primer día de clases, uniformadito y llorando a moco suelto, mientras sostiene en una mano su lonchera de carritos y con la otra se jala la corbata. Toda la hoja es de ese fatídico día en el que Chimon tuvo que dejarlo sano y salvo en la puerta de su salón y el pequeño se negaba a dejarlo ir.

Recuerda como su hermano mayor le prometió unas zapatillas de jazz nuevas si se portaba bien en el kinder y solo así, Tommy accedió a entrar a clase.

Pasa los dedos por las imágenes, sonrisas nostálgicas entre suspiros adornan su rostro y se sienta, con cuidado, pasando las páginas una a una.

Hay una foto de tres chicos rubios sonriendo a la cámara, después de haber comprado tintura casera de cabello, porque no les alcanzó el dinero para ir los tres a que la bella señorita del salón en su barrio, se los cortara y pintara. Un día les duró el nuevo look, puesto que a los tres los castigaron sus padres argumentando "Ningún hijo mío va a llevar el pelo como si hubiera caído de cabeza en el retrete". Y los enviaron a la peluquería para que les quitaran esos "pelotes de elote" y además, les recortaron la mesada como castigo.

Recuerda que gracias a su look de aquel día, pudo hablar con su crush, así que después de todo había valido la pena ser rubio por un día.

»Pasos tranquilos se escuchan bajando por la escalera, pertenecen al mayor de sus hijos, quien cargando como costales de papas a los dos menores baja a la primera planta, seguido de un cansadísimo pelirrojo que arrastra los pasos.

—¿Qué es eso? —asoma con ojitos curiosos Poy, desde el hombro de su hermano, retorciéndose para bajar de aquella enorme torre que lo aprisiona.

—Fotos. —Le sonríe su padre, palmeando el espacio a su lado en la alfombra—. Vengan, vengan.

Todos obedecen en silencio, tomando asiento alrededor de su padre quien sostiene el álbum entre sus piernas.

Las fotografías comienzan con una enorme postal de página completa de todos los miembros de la familia: Chimon actuando cool con los brazos cruzados mientras Tommy se cuelga de su antebrazo, riendo a carcajadas, Poy le hace cuernos desde atrás, so...

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Las fotografías comienzan con una enorme postal de página completa de todos los miembros de la familia: Chimon actuando cool con los brazos cruzados mientras Tommy se cuelga de su antebrazo, riendo a carcajadas, Poy le hace cuernos desde atrás, sostenido por su padre, Mark muestra una enorme sonrisa y el pequeño Win mira con ojitos abiertos la cámara, cargado por él. Es la foto de las vacaciones de verano, donde viajaron a la playa y Chimon se quemó totalmente por evitar el bloqueador "Los chicos cool no necesitamos bloqueador", había dicho y pasó toda la noche llorando por el ardor, pero su papi le puso cremas y toallas sin descanso hasta que se durmió porque después de todo, a pesar de ser un chico cool, seguía siendo su bebé.

—¡Mi hermano, parecía un tomate! —Señala Tommy, recibiendo un leve empujón por dos dedos de Chimon—. ¡Ayyyyy, papá, me pegó!

—Lo mereces.

Ambos comienzan una discusión entre trompetillas e imitaciones infantiles por parte del mayor, siendo detenidos únicamente por el sonido del timbre... Un segundo de silencio reina antes de que un grito colectivo sea soltado y él se levante a velocidad luz para sostener a Win, antes de que rompa en llanto, nuevamente.

—¡LLEGÓ PAPÁ!

La puerta se abre después del sonido característico de las llaves y una avalancha de pequeños corre al encuentro de su padre, quien no tiene tiempo de poner un pie dentro cuando ya hay dos pequeños monstruos tirando de sus pantalones y tambaleando su portafolio.

—¡Papá hice una pirueta!

—¡Encontré un caracol en mi zapato!

—¡Tengo una estrella dorada en lectura!

—Uh, yo, escribí algo ¿Sabes? pero nah, no es la gran cosa...

—Chicos, chicos... —Se ríe entre suspiros, tratando de calmar a todos sus gritones hijos y al calmado Chimon— Uno a la vez.

—Dejen a su padre respirar. —Meciendo al bebé, el más bajo se acerca a saludar a su esposo, recibiendo miradas curiosas desde arriba cuando une sus labios en un piquito—. Bienvenido mi amor.

𝕰𝖛𝖎𝖎 𝕭𝖑𝖚𝖊 ʚĭɞ

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Avioncito de papel - HP4Donde viven las historias. Descúbrelo ahora