Sin salida

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Arremetí contra los jinetes. Escuché disparos, mas no les presté atención.

Nada parecía tener forma definida.

Derribé uno tras otro, algunos con el caballo, hasta terminar con todos. La sangre me hervía y el corazón rebosaba de adrenalina, ya debía calmarme para no herir a los míos.

Los caballos huyeron y los dejé, mi guerra no era contra ellos.

Mi guerra ahora era contra...

Los humanos.

Demasiados disparos; definitivamente debíamos huir.

—¡Corran! —grité.

Comenzamos a correr como antes, pero esta vez yo ayudaba a Sust. Tenía la pierna herida, necesitaba atención urgente.

Nos acercábamos al claro y a su vez los humanos a nosotros.

Mis pies no resistirían mucho más.

Llegamos al claro y nos llevamos una no muy grata sorpresa.

Un abismo.  

Crónicas de un minotauroDonde viven las historias. Descúbrelo ahora