Hallando la realidad

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Salí del río, ahora estábamos al otro lado.

No pronunciábamos una palabra.

Estaba amaneciendo, los pájaros comenzaron a cantar y todo se tornaba más claro. Eso les facilitaba el trabajo a ellos.

Estábamos destrozados por la pérdida de nuestro amigo pero no podíamos quedarnos a esperar.

—Debemos irnos de aquí Lisa —le aconsejé.

Se puso de pie y nos marchamos en silencio.

Sentí como se me contraía el estómago, debíamos comer. Saqué pan de la mochila, lo partí, le di la mitad a Lisa y la otra me la devoré yo en tres mordidas.

Seguimos caminando sin rumbo fijo, perdimos el sentido de ubicación. Lisa seguía dolida por la pérdida de Sust.

Aproximadamente diez kilómetros después nos sentamos a descansar, el río pasaba cerca de nosotros. Lisa se acostó a dormir, el sol nos quemaba y hacía sudar mucho, debíamos esperar a que dejara de ser tan fuerte.

Decidí bañarme en el río, debía tener cuidado de que los humanos no me vieran.

Entré en el río sin pensarlo y me sumergí.

Sentí como se relajaban mis músculos y recobraba energía.

Estuve ahí aproximadamente quince minutos.

Ruidos.

Relinchos.

Corrí a esconderme tras la piedra más cercana, ésta parecía ficticia, pero no me fijé en eso. Mi vida estaba en juego.

¿Lisa estaba bien? ¿Dónde estaba?

Escuché cómo hablaban en la orilla. Llenaron sus cantimploras y sus caballos bebieron y pastaron. Minutos después se fueron. El cauce del agua aumentaba, sentía que me arrastraba. Resbalé y tuve que sostenerme de la piedra. Para suerte mía no me escucharon.

Mi mano estaba caliente, solté la piedra y miré mi mano. Estaba roja y me ardía.

Miré la piedra y pude ver un tubo, algo que no hacía parte de la piedra, estaba caliente, seguí el rastro y me di cuenta que salía del río, se hundía en la tierra húmeda y desaparecía en el pasto. Mis energías estaban recompuestas y sentía el impulso de seguir el rastro del tubo.

Muy mala idea. 

Crónicas de un minotauroDonde viven las historias. Descúbrelo ahora