Inicio de la aventura

98 15 1
                                    

Sentía que el corazón me iba a estallar, me puse helado,  mis extremidades temblaban y sentí una especie de frío me envolvía y me helaba los huesos.

Cuando logré girar me di cuenta que eran Lisa y Sust.

—¿Qué hacen aquí? —les pregunté.

Lo mismo que tú, queremos recuperar nuestros recuerdos.

Me quedé mirándolos por un momento.

—¿Y cómo piensan hacerlo? —cuestioné.

—Peleando —dijo Sust.

—Lo siento pero iré solo, quédense, si encuentro algo vendré a decirles —dije.

—¿Y si no vuelves? —dijo Lisa— ¿Nos quedaremos sin nuestros recuerdo? No, iremos contigo.

—Además nos necesitarás —aportó Sust.

Entorné los ojos, claro que no necesitaría de ellos, yo había emprendido esto solo y estaba decidido a lograrlo, solo o acompañado.

Empecé a caminar hacia el espeso bosque. En algunos pasos se rompía una rama bajo mis pies y me tensionaba.

La neblina me impedía ver a más de cinco metros alrededor. Quise dominar mi miedo, no había nada que temer.

Ruido a mi derecha.

Todos nos detuvimos, un segundo después sale una ardilla de un matorral.

Seguimos caminando, empezaba a sentir los pies cansados, pensé que resistiría más pero no analicé que ahora tenía una cabeza el doble de pesada, y con cuernos. Aparté esos pensamientos de mi mente, debía estar atento a cualquier movimiento.

Sust y Lisa murmuraban detrás de mí pero yo no lograba escuchar. Debía estar concentrado.

Luego de haber caminado por más de media hora vimos una luz.

Parecía fuego, al acercarnos nos cercioramos de que era una fogata.

Había carpas.

¿Por qué si podía recordar el nombre de cada cosa y no mi pasado?

Rodeamos las carpas y vimos a un humano haciendo guardia.

Frente a nosotros había una roca grande y oscura, me agaché y me puse de espaldas, Lisa y Sust hicieron lo mismo.

Desenvainamos nuestras armas.

—Uno... dos... ¡tres! —susurré.

Nos pusimos de pie y corrimos directo al humano, este dio un grito que me aturdió. Te las carpas salieron otros dos humanos armados, uno con cuchillas y el otro con un arma.

El del arma llevaba unos vaqueros marrones, casi negros en la oscuridad, una camisa a cuadros y unas botas de plástico. 

Vaya suerte, me apuntaba a mí.


Crónicas de un minotauroDonde viven las historias. Descúbrelo ahora