Capítulo 8

19 3 0
                                    


Despierto y no reconozco el lugar en donde me encuentro. Me incorporo en la cama y la brillante luz de la mañana golpea mi cara y un fuerte dolor de cabeza me tumba de nuevo.

Me sobresalto al percatarme que no llevo puesta mi ropa, sino una gran camisa blanca. Me alarmo y me vuelvo a incorporar para verificar que traigo puesta mi ropa interior, por suerte, está en su lugar.

«¿Qué carajos ha pasado?», pienso.

Me levanto con la intención de dirigirme hacia el sonido de un grifo abierto, pero este deja de votar agua antes de que pueda entrar por una puerta que está en frente de mí. Un hombre envuelto en una toalla sale por ella.

Quedo anonada al ver su perfecta gimnasia. Mis ojos quedan clavados en la definida «V» debajo del bien trabajado abdomen del sujeto, levanto mi mirada y sus rubios mechones están totalmente empapados y le caen en su bello rostro, dándole un toque muy sexi. Me pregunto en qué momento he terminado aquí.

Imágenes de la noche anterior pasan de manera rápida por mi mente.

Recuerdo que salí de casa para ir a hablar con Marcos, llegué a la base militar para solo confirmar que todas las horribles acusaciones son ciertas, salí destrozada del lugar, me desvié de la carretera y luego..., la botella entera de Vodka.

No puede ser..., ¡¿Qué he hecho?!

—Te vez terrible—afirma este mientras seca su cabello con una toalla que tiene en su mano sin apartar su mirada esmeralda de mí.

—¡¿Qué hago aquí?! —pregunto alarmada mientras camino con furor de un lado a otro. Le dirijo una mirada de pocos amigos.

—Auch, ya volvió la verdadera Elizabeth—repone con ironía—. Todo fue demasiado lindo para ser cierto—me guiña el ojo con coquetería y eso solo me hace enojar más.

—Me vas a decir que demonios hago en este lugar y lo que ha sucedido anoche—le exijo en voz alta— explícame que hago vestida así—agrego mientras señalo mi vestimenta. Por fin he logrado detenerme y el rubio se dirige calmadamente hacia mí, lo que me intimida mucho más.

—Estabas demasiado tomada, Elizabeth. Primero llamaste a mi móvil a las dos de la madrugada y no parabas de reírte—. Lo miro con vergüenza. Juro que se me cae la cara por mi falta de pudor, ¿enserio hice eso? ¡Puto alcohol! — Me preocupaste demasiado—el rubio habla tranquilamente y camina en dirección al armario—. Gracias al cielo tenias tu GPS activado y pude localizarte—Saca un conjunto que está acomodado en un gancho de ropa y lo tira a la cama—. Me suplicaste que no te llevara a tu casa y hasta me propusiste escaparnos juntos—Sonríe y se dirige hacia mí, tapando sus pelotas solamente con la toalla de baño enrollada sobe su torso. Me pongo roja como un tomate— luego te pusiste a llorar de la nada y en un intento por consolarte intentaste besarme, pero, antes me habías vomitado encima. Traté de ayudarte, pero empapaste toda tu ropa de vomito y por eso llevas esa camisa—me miro y no me reconozco. Primera y ultima vez que tomo en la vida, lo juro. Nunca me había emborrachado y ahora que lo he hecho y miro las terribles consecuencias que me hizo hacer esta bebida, compruebo que el alcohol no trae nada bueno. —, ¿siempre eres así cuando tomas? —para colmo me hace esa pregunta.

—E-ehh—tartamudeo con vergüenza —Primera vez que me pasa—le aseguro con seriedad. No quiero que este hombre piense que soy una alcohólica.

—No lo hagas de nuevo—repone con voz seria—. No me quiero imaginar que te hubiese ocurrido si no soy yo el que va a recogerte—Sonríe para luego mirarme—. Me gustó mucho esa idea de escaparnos juntos—agrega cambiando el rumbo de la conversación.

—No estoy para bromas Alec. Por favor déjame ir a mi casa. —repongo preocupada. No me alcanzo a imaginar la que se armará cuando se enteren que he pasado la noche fuera.

Bajo la tormenta.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora