Al día siguiente, los rayos centellantes del sol me despiertan mientras la brisa desordena los mechones de mi cabello. Estoy en los brazos de Alec, mi esposo, y no puedo asimilar lo que ha sucedido. Las sábanas que antes adornaban la cama balinesa nos cubren, y las imágenes de la noche anterior fluyen en mi mente. De repente, me remuevo inquieta al recordar que no es la primera vez que he hecho esto; recuerdos de aquella noche con Marcos me hacen volver a la realidad y sentir vergüenza al solo considerar que Alec lo ha descubierto. Ha descubierto que antes de él hubo alguien, porque esta es la segunda vez que hago el amor...
Trato de apartar uno de sus musculosos brazos que envuelven mi torso para incorporarme, pero antes de hacerlo, él se remueve inquieto y vuelve a abrir sus hermosos ojos esmeraldas, enfurruñado.
—Mmmm—repone frunciendo el ceño y, con la clara intención de atraerme de nuevo hacia él, agrega—: Quedémonos así.
—Alec —digo mientras aparto de nuevo su brazo y me incorporo en la cama—, necesitamos hablar... —añado dudosa.
Él abre sus ojos de inmediato y me dirige una mirada de preocupación.
—¿Qué pasa? —pregunta alarmado.
—Mmm—tartamudeo mientras trato de buscar las palabras correctas—. Sé que prometiste que no pasaría nada sin mi consentimiento y sé que anoche prácticamente permití que ocurriera, pero...
—¿Te arrepientes? —su voz suena dolida—. ¿Es eso cierto? —añade con voz lastimera, e inmediatamente busco la manera correcta de explicarme.
—No es eso —hago una pausa—. Es solo que... después de lo que sucedió entre nosotros... me asalta el miedo de que te hayas arrepentido de estar conmigo —confieso con sinceridad, dejando que mis lágrimas broten de repente.
De inmediato, Alec cambia su expresión y me dirige una mirada dulce mientras acaricia mi mejilla con delicadeza.
—Elizabeth, nunca me arrepentiría de estar contigo. Lo que compartimos esta noche fue hermoso y significativo para mí, así que deja de hacerte esas ideas.
Sus palabras me reconfortan, pero un extraño presentimiento se apodera de mi ser, y me preocupa que no sea para nada agradable.
—Ahora duchémonos y preparémonos para el viaje de esta tarde —me recuerda con dulzura mientras aparta un mechón de pelo de mi frente, y yo asiento antes de ponerme de pie y seguir tras él.
Hoy mi nueva vida empieza. Alec regresa a la ciudad y yo con él.
Horas más tarde, vamos a casa de mis padres por mis maletas acompañada por Alec, encuentro un momento a solas en la que dejaría de ser mi habitación de ahora en adelante. Aun no logro asimilar las últimas horas vividas; Alec se ha portado tan bien y, aunque todo parece idílico, hay un nudo en mi corazón que no me permite disfrutar plenamente de mi felicidad.
El rubio me espera abajo mientras termino de empacar lo que hace falta para marcharme con él a la ciudad. Padre está tan feliz y orgulloso de que su pequeña hija por fin haya encontrado un buen hombre. Sin embargo, aun así, no puedo evitar sentirme nostálgica al tener que estar lejos de él. Decido una vez más despedirme y bajar hasta su despacho.
Antes de entrar, escucho unos murmullos que provienen del interior. Estos captan totalmente mi atención, así que me pego más a la puerta para escuchar mejor.
—¿Cómo puedes hacerle esto? —reprocha una voz conocida. Me remuevo inquieta sin poder creer lo que estoy escuchando. —¿Cómo puedes poner en juego la felicidad y confianza de tu propia hija solo por dinero? Elizabeth no merece ser manipulada de esta manera. Ella es tu hija, por amor de Dios, y deberías protegerla en lugar de aprovecharte de su inocencia. —agrega la voz recriminadora de Alec. Aunque siento la necesidad de abrir la puerta para exigir una explicación, algo me detiene porque antes de hacerlo, mi madre prosigue:
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Bajo la tormenta.
Novela JuvenilElizabeth Escobar, es hija de un importante empresario. A pesar de tenerlo todo es relativamente sencilla y sus sentimientos nobles la llevaron a cruzarse con la vida de un humilde soldado, pero el destino le tiene otros planes al cruzarse con un im...