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El reloj marca las horas demasiado despacio, los minutos no pasan y el tiempo se me hace eterno. Mientras el profesor continúa dando la clase, mi mente da vueltas a lo sucedido sin saber que ha sido real.

Cuando el timbre suena avisando de que el horario de hoy ha finalizado, procedo a ponerme la bata y salir con el resto de compañeros para continuar con la residencia.

Al salir al exterior el sol golpea mi rostro, impidiendo que pueda ver con normalidad. Como un rebaño sigo al resto de ovejas a través de los jardines de camino al hospital.

—¡Violeta! ¡Violeta! — Una de las muchas compañeras que tengo se acerca a mí, bastante nerviosa, hace crujir sus nudillos provocando que ese molesto ruido me saque de mis casillas. —Madre mía, qué cara. ¿No has dormido?— Y razón no le falta, ya que no había tenido un descanso completo.

—¿Te puedo ayudar en algo? —Suelto con hostilidad. —Necesito ayuda con un trabajo que tengo que entrar la semana que viene y se comenta que tienes la mejor nota.—Entrecierro los ojos y espero que continúe expectante.

— Inmunología, la tengo bastante atravesada y si no saco un ocho no me va a llegar la media para aprobar.

—Doscientos euros. — Suelto con desgana.

—¿Me vas a cobrar? — Su cara de asombro produce que me eche a reír.

—¿Quieres aprobar? Prepara el dinero y lo que tengas escrito. —La chica se marcha enfadada y hablando entre dientes. Miro a mi alrededor buscando a mis compañeros, he perdido al grupo por tener que hablar con ella. Aceleró el paso y corro al interior de edificio mientras saco la tarjeta de identificación.

Según entro saludo al guardia de seguridad, Berto es uno de los tantos que hay y aun así es que más destaca. Es el más joven y ha conseguido en tan únicamente dos meses que lleva tener locas a media plantilla hospitalaria. La primera vez que lo conocí fue hace un año y medio, cuando trabajaba con nosotros en la discoteca. Cuando tuvo la oportunidad salió de allí.

—Buenos días. —Es automático como se lo dice a cada persona que pasa por su lado.

—Buenos días, ¿Qué tal llevas el turno, Berto? —Cuando logra reconocerme sonríe.

—¡Violeta! — Sonrió cuando dice mi nombre en voz alta, y es que junto con Gorka, es de las pocas personas que no me sacan de quicio.

—Bueno, doctora Arbuaz. —Se ríe mientras sujeta la identificación.

—Me voy que creo que el día de hoy va a ser largo y por suerte no tengo que hacer guardia.— El continua con una sonrisa dibujada en su rostro, al mismo tiempo que asiente y me despido con la mano.

—Que tengas buen turno entonces. Camino hasta los ascensores, allí la gente se apelotona y no deja paso, así que sin aguantar más espera subo por las escaleras. Cuando llego a la cuarta planta, los pulmones escalan por mi garganta para poder escapar por la boca.

Me duele tanto al respirar por la falta de aire que tengo que sacar el inhalador y aspirar un par de veces. El cansancio acumulado me está consumiendo y al haber salido corriendo de casa, me había dejado la medicación en mi habitación. Camino sin rumbo por los blancos pasillo, el olor extremo a desinfectante y pulcritud se instalaba en mis fosas nasales.

Al llegar al despacho de la zona de consultas, el resto de residentes esperan para saber que consulta y que doctor adjunto les toca. Me acerco con cuidado hasta el corcho de la sala, allí observo donde se encuentra mi nombre.

—Consulta 7, junto con el Adjunto Hernán, me muerdo el labio por los nervios. El doctor Hernán no era el más amigable de la unidad de Neurocirugía, era apodado sangre fría. Pasó por el control suspirando y deseando que sea final del día. Las salas de espera están ya llenas y el personal como siempre escaso.

PROYECTO MENTE 🧠 EL MAL DE VIOLETA[BORRADOR][+21]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora