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—¿Tú que quieres arruinarme? Acabo de hacer un trato con ella y tú solo piensas en joderme con todo.—enfadado, golpea la mesa. —¿Ya no necesitas dinero para la carrera? ¿Las deudas ya están resueltas?—levanta una de sus dejas mientras usa ese tonto tono irónico que tanto me irrita.

—¿Por qué no te mueres y nos haces un favor a todos?—Al terminar la última palabra me doy cuenta de lo que acabo de decir. Llevamos días sin hablarnos y contestarle de ese modo, solo aviva el rencor que lleva días acumulando.

—Si no me necesitas ya, ¿Qué mierdas haces aquí? ¡MÁRCHATE!—grita apuntando hacia la puerta.—Podemos lidiar sin ti.

—¡Qué te follen! — Golpeo la mesa al dejar el abridor y el mandil. Sus ojos son un cóctel de odio y dolor, acompañados de unas lágrimas retenidas. Frunce el labio sin ser capaz de contestar. Después, me marcho dando un portazo a la puerta. Él da un grito con el cual se desgarra la garganta, pero no me doy la vuelta. Subo arriba a recoger mis cosas y sin despedirme de nadie me marcho a casa.

Y en ese momento me da tiempo a pensar, lloro por la rabia que me consume desde dentro, por los momentos vividos al lado de ese monstruo que me empeño en llamar amigo. Eso me duele y quema en el centro de mi pecho, siempre ha sido alguien importante en mi vida.  Aunque me pese lo que hace.

Al cruzar el umbral del que me cueste llamar hogar, unas risas y jadeos salen de la puerta de Eiden. En este momento solo se me ocurre para distraerme hablar con Laia. La sorpresa me la llevó cuando no la encuentro por casa, habrá salido a tomar algo. Llega un momento que el escándalo en la habitación contigua es tan extremo, que prefiero ponerme unos tapones para los oídos. «Menuda tortura... y que envidia al mismo tiempo».

El sueño no llega y a pesar de estar cansada mis ojos se mantienen abiertos. Lo que comienza a vibrar es mi teléfono, dándome cuenta de varias notificaciones. Entre ellas hay varios mensajes de Claid.

*[Claid]: ¿Dónde estás?*

  *¿Estás bien?*

Estoy tan cansada que no quiero contestarle, apago la luz y cierro los ojos.

***

Lo que queda de noche ha pasado despacio, el despertador cambia de hora nuevamente y continuo con los ojos abiertos. Me escuecen y los tengo resecos.

Con el cuerpo dolorido y sin ganas de nada me retuerzo para no morirme en mi propio sufrimiento. Camino hasta el cuarto de baño por el angosto y oscuro pasillo. Al pasar por la habitación de Laia, esta continúa vacía. Eso era extraño.

Ya en el cuarto de baño hago la ducha más larga de mi vida, el agua caliente moja mi cabeza, cubriéndome por completo. Intento dejar en blanco mi mente y concentrarme en estar más tranquila. Es agotador mantener una vida con estos altibajos y es cuando me planteo volver a casa, pero no quiero destrozar todo por lo que he luchado. Los años intensivos de carrera, estudiando día y noche. Mientras al mismo tiempo empalmaba trabajos basura, comía y dormía mal. Y en este momento siento que estoy en un bucle y que no he salido de esa situación.

Por unos segundos mis pensamientos se disipan y puedo estar como una hoja en blanco. Unas risas agudas en el pasillo explotan la burbuja que había creado. Puedo reconocer ahora con más nitidez a Eiden y Laia, compartiendo un momento bastante divertido por lo que escucho.

La puerta se abre en el momento justo que me cubro con una toalla, las dos chicas me observan confundidas.

—¿No deberías de estar en la cama?—suena como un reproche por parte de Eiden.

—No he dormido nada, necesitaba despejarme.

—¿No has trabajado a noche? —es Laia la que pregunta ahora.

PROYECTO MENTE 🧠 EL MAL DE VIOLETA[BORRADOR][+21]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora