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Camino de un lado a otro de la habitación, la llamada entra una y otra vez, pero en la línea el pitido continuo me avisa que Gorka cuelga. Cuando intento comunicarme con Claid, el tono ni siquiera se escucha. Frustrada, un alarido ahogado sale de mi garganta de manera involuntaria. Lanzo el teléfono y es cuando reflexionó. Decidiendo que tal vez, ya sea hora de continuar con mi vida y dejar a un lado todo aquel indeseado mundo al que me resisto a abandonar. Tras varias horas antes del cambio de turno me preparo, he estado la mañana escribiendo en el ordenador. Me quiero dar cuenta, ya paso el tiempo y tengo que irme al trabajo.

Con el portátil en la mochila, las llaves y el casco colgado de mi antebrazo, salgo en dirección al hospital. Han aumentado el número de guardias, pero no me importa. Sé que a final de mes tendré un plus en la nómina.

En el salón me encuentro a mis compañeras de piso acarameladas en el sofá, puedo notar como se me pican las muelas por el exceso de azúcar. También debo reconocer que me dan envidia, mi relación con Hernán no va mal, pero ninguno de los dos somos así de cariñosos.

—¡Oh! Cuanto amor, qué asco dais. — agarro un cojín que uso para lanzárselo a ambas.

—Lo dice la enamorada de su sugar el médico, cuidado que cuando envejecen necesitan mantenimiento. — me indigno con su comentario, aun así, nos reímos juntas. Después, me despido de ellas con una peineta.

***

Cambiada y caminando hacia el despacho del adjunto, espero que sea una guardia tranquila. No conozco al médico a cargo, así que mientras llega me mantengo frente al ordenador. Pasada casi una hora y todavía sola, me doy cuenta de que he escrito más de veinte páginas contando la historia de Hugo. Entonces la puerta se escucha, es Hernán quien se asoma.

—¿Todo bien? ¿Qué haces? — él pasa y se acerca a mí, mientras de forma inconsciente comienzo a cerrar el portátil.

—Nada, escribiendo algo. —mi contestación es rápida y seca. Sobre mi piel, siento sus labios que dejan un beso en la frente, luego me hago a un lado para que se pueda sentar.

—Parece que hoy será tranquilo, podemos ir al dormitorio. — sugiere con picardía. Cuando se levanta, me animo para sujetar la manga de su bata y contarle mi decisión sobre el club.

—Claiden ha vendido el pub, y ya finalizó cualquier contacto conmigo. — es extraño como cuando se dirige a mí con su mirada, el brillo de la misma cambia. Incluso su actitud es otra.

—Mejor, una excusa para que dejes de una vez esa mierda. — su mano sujeta mi barbilla, alzando mi rostro hacia él. Un sentimiento de rabia recorre mi cuerpo, él lo nota. Pero eso no le impide reforzar el agarre para estar por encima de mí. El odio y rechazo siguen, pidiendo salir de manera impulsiva de mi cuerpo. Me detengo y respiro, quiero evitar una pelea innecesaria. Si expresión cambia, se relame por la victoria. — Voy al servicio, si te apetece vamos a tomar un café. — Al separarse, mi primer instinto es limpiar el contacto que hemos mantenido. Entonces dudo de que esto que tenemos vaya a salir bien. ¿Una buena química sexual nos ayudará en lo demás? Sé que no, pero me aferro a eso.

—Vale, voy a fumar un cigarro y nos vemos fuera. — dejo un pequeño beso sobre sus labios y me marcho. Al llegar al exterior, me doy cuenta de que se me ha olvidado el paquete de tabaco en la mochila, en mi despacho. Así que regreso, encontrando la puerta del lugar entornada. Hernán se encuentra de pies, frente al portátil. Observo como lee aquella parte de mi vida, sea real o imaginaria, que no termino de descubrir, violando mi intimidad.

No quiero darle importancia, más allá de la curiosidad que él pueda tener. Es cuando una de sus acciones hace que las alarmas de mi cerebro salten. Observó cómo aprovechar para sacar las fotos del archivo, y después eliminar el documento que he creado por la mañana. Es el momento exacto, interrumpo lo que está haciendo.

PROYECTO MENTE 🧠 EL MAL DE VIOLETA[BORRADOR][+21]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora