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Desayunando de lo más relajada, mientras paso los canales de la televisión sin saber qué ver. Una noticia de última hora salta como un aviso urgente en la pantalla, desde aquel año de pandemia que algo así no sucede y eso que a día de hoy todavía llevamos las mascarillas en algunos lugares. 

Continúa en busca y captura uno de los delincuentes más conocidos del país. Su nombre Manuel Andrés Pereyra Silva, de origen argentino. Un narcotraficante muy peligroso que a día de hoy falto a la revisión de su condicional, por tráfico de drogas y trata de blancas. Regenta un club de ocio nocturno y una sala de fiestas, donde se han llegado a encontrar menores de edad trabajando para servicios de alto contenido sexual. Se pide la colaboración de los ciudadanos para encontrarlo, si lo ha visto, llame a las autoridades pertinentes. — No puedo evitar reírme antes de dar otro trago a mi café, justo después el telediario muestra su foto, con un recorrido de números bajo su horrible rostro. Mientras camino a mi habitación, recuerdo los días que he dejado rápido atrás. 

Un mes de lo más relajado, trabajando como siempre en el club, sin ver a Hernán, el cual agradezco que pidiera un permiso y mantuviera la distancia. La relación con Claid está mejor que antes, estos días me he centrado en estudiar y los he visto poco, no he querido descentrarme y dejar a un lado la tesis. A unos meses de acabar la residencia, no quiero estropearlo todo, marcha demasiado bien. Por otro lado, mi sueño guiado en el hospital fue reducido a dos sesiones al mes. Por extraño que parezca, todo se ha mantenido estable y aunque los sueños no han desaparecido del todo, la posibilidad de vivir como un vegetal se ha paralizado. De momento, como me aviso el especialista. Hoy sería el último día del mes que me toca ir, ya el siguiente comenzaríamos con los dos consecutivos, por precaución. Así que prepare lo que me iba a llevar y baje en busca de la moto, con el casco en un brazo y el bolso en la otra. Para mi sorpresa, Hernán se encontraba en el portal, apoyado en su coche con el rostro serio. Arrugo el entrecejo y camino hasta él.

—¿Qué haces aquí? —pregunto con curiosidad. 

—Evitar que me sigas ignorando, tenemos que hablar. — tiene los brazos y las piernas cruzadas. —¿Vienes? 

—No, lo siento, pero tengo prisa. —presiono mis dientes, la mandíbula se me tensa y una presión en mi sien comienza a aparecer. Antes de darme la vuelta, Hernán se coloca frente a mí, sus ojos pasan de la furia al arrepentimiento en cuestión de según. 

—Seré breve, no te robaré mucho tiempo. —froto mi sien, asiento finalmente, con tal de que me deje tranquila. Nos sentamos en el interior de una pequeña cafetería cerca de mi casa, el silencio nos rodea, una tensión incómoda que no se rompe. 

—Bien, habla. —suelto con resentimiento en mi voz, él inhala y exhala con tranquilidad, observo como la camarera se acerca para coger la comanda. Es un poco mayor que yo, pero no mucho más. 

—Me incorporo en un par de días, no sé si sabías, que soy tu tutor en prácticas. — lo escucho. 

—Sí, me enteré al poco de comenzar en tu consulta. —Bien, pues, he solicitado un traslado. —entendí que no venía para nada bueno. No dejo que continué. 

—No tienes por qué hacer eso, no intercederé en tu trabajo, no soy ninguna estúpida para meterme más de lo debía. —contesto molesto. Él intenta continuar, presiona su tabique con los dedos y sé que el estrés se instaura en su interior. 

—Déjame terminar. —continúa él. —No tienes que explicar nada, te vas. Fue divertido... 

—¡No podemos estar juntos en el mismo hospital! ¡Soy tu tutor! — me interrumpe, levantando la voz y consiguiendo que todo el mundo nos mire. Entonces, me levanto para marcharme, ya he tenido suficiente. —No, Violeta. Espera. — sé que viene detrás de mí, escucho sus pasos. ¡Mierda! —susurra.

PROYECTO MENTE 🧠 EL MAL DE VIOLETA[BORRADOR][+21]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora