No podía ayudarte más, a la lejanía se escuchaban pisadas, se dirigían hacia la entrada que había abierto; seguramente algo los alertó. Me oculté en la oscuridad, no podía permitir que se dieran cuenta de mi presencia, de ser así, no podría sacarte de este lugar.
—¿Qué demonios es esto, como entro hasta aquí? ¡Maldito terrenal! — dijo uno de los daimones que vigila la entrada —Átalo recibirá su castigo a manos del general Legnas —.
Te llevaron arrastrado ante la presencia de mi padre, había regresado no hacía mucho tiempo, fue enviado al mundo terrenal, había demasiados intentos fallidos para entrar a nuestros dominios, no se podía permitir que alguno llegara más allá de la entrada y ahora yo he traído uno directo al centro de todo.
«¡Qué estúpida, cómo te hice entrar!» Pensé frustrada ante la situación.
Los fui siguiendo a la distancia, necesitaba saber qué harían contigo y si podía liberarte sin que ellos se dieran cuenta. «Tal vez si los congelo, no sería muy obvio y las cosas empeorarán» qué frustración sentía me gustabas tanto.
Te preguntarás cómo sabía de ti, ¿Por qué estuve en ese momento para ayudarte?, como lo había dicho, las cosas en el Intheryumleab no son como creen, podemos entrar y salir a decisión propia. En una de esas ocasiones llámalo destino, nuestros caminos se cruzaron en un día lluvioso, me sorprendió el ver que a pesar de la tristeza de tu rostro no reparaste en ayudar a un repartidor que cayó de su moto.
Tomaste los pocos billetes que traías en tu cartera y se los diste para que fuera al médico a revisar su herida, pobre chico, su hombro se veía mal. Te seguí a la distancia curiosa, atenta a tus pasos cansados, llegamos a tu casa, un pequeño departamento de azotea. Para ti, tu hogar, para mí, un lugar deplorable y melancólico, se notaba que hacía tiempo no sonreías.
Se hizo un hábito seguirte, me llamabas tanto la atención, quería ayudarte, protegerte, me confundían estas sensaciones que producías en mí. Me gustaba recorrer la línea del metro que conducías, ya la conocía a la perfección, siempre sentada en el mismo lugar, observándote.
Esa noche te seguí hasta el lugar donde te presentaste, estaba apoyándote a la distancia, las sensaciones que haces emanar de mi ser son mágicas, sentía emoción de verte con el micrófono en la mano, por primera vez te veía sonreír, pero también vi como cambiaba tu expresión al ver a esos chicos.
Al salir del lugar, como todas las noches pasos atrás, continuaba cuidándote hasta que llegaras a tu casa, pero fue diferente esta vez si estabas en peligro.
«Maldición Winter solo debiste congelarlos, menudo problema en el que nos metí» pensé dándome un golpe en la cabeza.
Continúe siguiendo a los guardias de mi padre, continuaba pensando cuál sería la mejor manera de escapar, los caminos del Intheryumleab son enredados y peligrosos, además existía la posibilidad de que mi padre me exiliará por ayudar a un terrenal, estaba prohibido ayudarlos de cualquier forma y yo me había convertido en algo más allá, en tu guardiana, en el demonio de tu guarda.
Llegaron a la cámara donde se encontraba mi padre, dejándote caer a sus pies, el golpe fue tan fuerte que reaccionaste.
—¿En dónde me encuentro, qué lugar es este? —preguntaste confundido, tu cara palideció al ver a mi padre.
Mi padre, al creer que fingías ocultar tus intenciones, te miró fijamente tomando su báculo, dio un fuerte golpe contra el suelo de tierra y fuego y repitió las palabras —Domanaminsarama —fuertes vendavales comenzaron a azotar las paredes de magma.
—¡Alto! — se escuchó una voz grave, el fuerte viento se detuvo al instante.
—¿Eres tú? — dijo mi padre frunció el ceño y volteó a verlo mientras se dirigía a la salida de la cámara, dejándote solo con él.
Atreves de la oscuridad se veía una silueta esbelta que caminaba hacia él, era mi hermano Mandras.
—¿Empezaron a jugar sin mí? —detrás de él se escuchó otra voz.
La sombra crecía conforme avanzaba, esa silueta alta que aparecía en la oscuridad, no podía ser otro, sino Selefus, su cabello caía sobre su ojo izquierdo, cuando levanto la cara y te vio hizo una ligera sonrisa burlona.
«¡No puede ser, aparecieron los tontos, pero falta uno!» pensé casi aliviada hasta que lo escuche.
—¿Por qué deberían esperar? — se escuchó la voz de mi hermano Throdatsa.
Los tres se reunieron, te observaban. Seguías confundido, a pesar de tu rostro de confusión, creían que seguías actuando para evitar tu castigo.
—Deberíamos jugar con él — dijo Selefus con voz juguetona.
—¿Pero Selefus, ¿Qué piensas hacer con él? —pregunto Throdatsa con emoción.
—No sé, tal vez deberíamos liberarlo... veamos hasta dónde puede llegar — dijo Selefus con una mirada pesada y brillante.
Throdatsa y Mandras comenzaron a reír emocionados aprobando su idea.
—¡No lo toques!, ¿Quién es y por qué lo tienen amarrado? —la voz melancólica de Nolimak mi hermano mayor rompió el silencio.
«Él no va a permitir que te hagan daño, pero a mí, a mí me va a matar» No podía evitar pensar que todo lo bueno que pudiera salir de esta situación, no necesariamente iba a ser bueno para mí, pero no podía dejarte a tu suerte.
Tú los observabas sin poder dar crédito a lo que veías a tú alrededor, estabas tan confundido, no sabias como habías llegado a este lugar, ni quienes eran ellos y porque te tenían amarrado.
—¿Quiénes son ustedes y por qué me tienen amarrado? — continuabas preguntando .
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¡Demonio de la guarda, cuídame en la oscuridad! ©
FantasyLee YoonGi un artista clandestino dedicado a la música, desde muy joven su vida ha sido complicada, pero siempre logra vencer la adversidad. Winter la séptima hija de Legnas uno de los generales que custodia las puertas del Intheryumleab, junto con...