06 | cegado por la belleza

1.5K 108 0
                                    

Hetty y Mason regresaron a Birmingham en las primeras horas de la mañana siguiente, habiendo recibido órdenes estrictas de no permanecer en la ciudad más de un día.

Aunque fue breve, ver a su padre y hablar con él, había ayudado a Hetty a recuperarse de la boda y le había dado una nueva persepectiva. Alfie siempre la escuchaba y tenía el mejor consejo, sin importar lo que ella hubiera dicho. Parecía tener una habilidad especial para saber qué decir y cuándo decirlo.

Hetty estaba profundamente dormida, y cuando Mason detuvo el auto, decidió no despertarla. Con cuidado, levantó a Hetty en sus brazos, donde ella se acurrucó contra su hombro. Llevó a Hetty escaleras arriba y la acostó en su cama.

—Buenas noches, Hetty —susurró Mason, cerrando la puerta detrás de él y dejando a la castaña profundamente dormida.

A la mañana siguiente, después de que Hetty se despertara alrededor de las diez, Mason ya había dejado la casa. No estaba preocupada, porque normalmente era la última en despertarse y Mason a menudo la dejaba dormir. Sin embargo, se sobresaltó cuando alguien llamó a la puerta de su casa.

Respondiendo lentamente, Hetty apenas abrió la puerta antes de decir—: ¿Hola?

—¿Hetty? —preguntó una voz que la hizo relajarse.

—Michael —dijo Hetty, abriendo la puerta—. ¿Cómo estás?

—Bien, gracias —dijo Michael—. ¿Y tú?

—Podría estar mejor —dijo Hetty, encogiéndose de hombros—. ¿Té?

—No, solo vine para ver cómo estuvo tu viaje —respondió Michael.

—Estuvo bien —dijo Hetty—. No sé qué más puedo decir al respecto.

Michael la miró—. Estás actuando de forma extraña. ¿Estás bien?

—¿Por qué estás aquí? —preguntó Hetty—. Y no digas que viniste a ver cómo estuvo mi viaje porque eso es mentira. ¿Por qué estás aquí?

Michael suspiró—. Bien, mamá me pidió que viniera a invitarte al baile benéfico de Tommy y Tessa.

Hetty palideció—. ¿Qué? ¿Contigo?

—Sí, Hetty —dijo Michael—. Quiere mostrarle a la gente que "nos llevamos bien".

—No quiero ir —respondió Hetty, antes de apresurarse a decir—: No, no quise decir eso. Quiero decir, quiero ir contigo, pero no quiero ir porque no me gusta vestirme elegante —se detuvo, inhalando bruscamente—. Mierda, ayúdame.

Michael rió—. No tengo idea de lo que acabas de decir, pero creo que entendí la idea.

Hetty suspiró—. Lo que quise decir es que me encantaría ir contigo, pero no quiero ir.

Michael asintió—. Bien, estoy seguro de que a Tommy no le importará.

—¿Y? —dijo Hetty—. No me importa.

—Sí, te importa —dijo Michael—. Nunca lo admitirás, pero Tommy te asusta.

—No, no me asusta.

—Sí, te asusta —dijo Michael—. No sé por qué, y no sé qué hizo para que le temas, pero...

—No sabes nada —lo interrumpió Hetty en voz baja—. Tommy no me asusta. Yo no me asusto fácilmente. Tommy solo...

—¿Qué? —preguntó Michael—. Puedes hablar conmigo.

Hetty se sentó y Michael se unió a ella—. Simplemente no lo entiende. Rompió mi vida en pedazos. Me hizo mudarme a un lugar en el que nunca había estado, y no me deja ver a mi papá, y nunca se disculpó por ello. Dejé de sentir resentimiento hace mucho tiempo, porque ustedes me cuidaron, pero a veces se vuelve demasiado difícil.

Michael le sonrió con simpatía—. Lo prometo, si alguna vez se pone difícil, estaré allí.

Hetty sonrió—. Gracias.

Hetty le creyó. No sabía por qué, ni de dónde había venido el repentino deseo de confiar en Michael, pero sabía que desde la boda había una dinámica diferente en su relación. No se atacaban con tanta frecuencia ni se ignoraban si estaban en la misma habitación.

De hecho, casi actuaban como amigos.





—No me gustan los vestidos —murmuró Hetty mientras Ada se colocaba detrás de ella y le recogía el pelo con hebillas—. Auch, Ada, ¡eso duele!

—Deja de quejarte —dijo Ada, poniendo los ojos en blanco mientras colocaba otra hebilla en su lugar.

—¡Dejaré de quejarme cuando dejes de apuñalarme! —replicó Hetty.

Ada dio un paso atrás—. Listo, ahora puedes callarte.

Hetty se miró en el espejo y no reconoció a la persona que le devolvía la mirada. Ada le había sujetado el pelo de tal manera que enmarcaba su rostro y quedaba completamente fuera de la nuca, dejando al descubierto los omóplatos que no estaban ocultos por ningún tipo de tela.

El vestido que llevaba era de un color rojo. Cada vez que Hetty se movía, se sentía como si estuviera rodeada por el viento, porque el vestido se movía con mucha suavidad.

Poniéndose de pie, Hetty le sonrió a Ada—. Se ve increíble, gracias.

—Vamos —dijo Ada—. Michael está esperando abajo. Ya sabes... para ser tu cita.

Hetty puso los ojos en blanco—. Sí, iremos a la cena juntos. ¿Pero sabes qué? Solo somos amigos.

Ada asintió—. Sí, claro.

Hetty no respondió y bajó las escaleras hacia donde Polly y Michael las estaban esperando. A pesar de tener una relación con Charlotte Murray y pensar que era hermosa, cuando Michael vio a Hetty fue como si fuera la única chica en el mundo. Se olvidó temporalmente de Charlotte, porque la chica parada frente a él lucía absolutamente impresionante.

—Vaya —dijo Michael.

—Estás preciosa —dijo Polly, encontrando las palabras que Michael había perdido—. Pero te tardaste una eternidad. Vamos.

—Sí, no podemos llegar tarde o su señoría Thomas Shelby nos asesinará —dijo Ada—. Vamos, Michael. Deja de mirarla.

—No la estaba mirando —espetó Michael mientras miraba a Ada y fruncía el ceño.

Ada sonrió—. Fingiré que te creo.

—Cállate, Ada —dijo Michael, con la cara enrojecida.

Hetty sonrió con torpeza—. Entonces... ¿deberíamos irnos?

THE KIDS AREN'T ALRIGHT | Michael Gray ¹Donde viven las historias. Descúbrelo ahora