El canto de las aves

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Ya era de día nuevamente en la Tierra Media, y el sonido del viento y el canto de algunas aves habían despertado con sutileza a Findekáno quien apenas abría los ojos lentamente, reincorporando sus sentidos al mundo terrenal. 

Tardó apenas un minuto en darse cuenta que se despertaba solo, se sentó en la cama y miró de un lado a otro buscando a su medio-primo. Se puso de pie, estaba preocupado, pero aún podía guardar las apariencias. Acomodó sus ropas y se dirigió con elegante sigilo a la puerta. Al abrirla, se halló con Maglor, quien se encontraba a mitad de una melodía con su arpa. Se detuvo.

—Por favor, primo, no te detengas —sugirió Fingon con ambas manos acomodadas en su pecho. Las canciones de Maglor siempre le llenaban el corazón, más cuando se podían disfrutan tan temprano en la mañana. 

Maglor alzó la frente y le dedicó una sólida sonrisa que apenas se podía percibir en su rostro, pero Fingon podía reconocerla a la perfección, pero no continuó su melodía. Esto entristeció un poco al más joven pelinegro. 

—¿Estás buscando a mi hermano?

—No lo estaba buscando,— en realidad quería pretender todo lo posible, quería aparentar que no estaba siempre ansioso por ver, por estar cerca de Russandol —pero si sabes donde está, podría serme útil. 

Maglor alzó una ceja. —¿Útil? —repitió. Lo cual hizo que Fingon adquiriera en sus mejilas un tono rosado. —¿Desde cuándo el paradero de mi hermano es útil para alguien? —soltó una risa tan melódica como su voz en general. —No hace más que traerte problemas, ¿no?

Fingon negó con la cabeza. 

—Los Valar te han otorgado el don de la valentía, y lo usas todo en torno a tus preocupaciones por mi hermano —el segundo hijo mayor de Fëanor era astuto, pero también bastante entrometido, Fingon no podía adivinar si quería alguna respuesta en partícular o sólo quería hacer conversación sobre los eventos sucedidos. 

—¿Soy valiente por querer buscarlo está mañana? ¿Está acaso librando alguna batalla justo ahora? —la respuesta hizo que Maglor soltara nuevamente una risa. 

—Eres valiente al estar tan enamorado de él.

Dichas esas palabras, Maglor volvió su mirada hacia su arpa nuevamente, y caminó a pasos argos pero lentos por el jardín, dejando atrás a un Fingon sonrrojado hasta las orejas y con el corazón latiéndole tan rápido y fuerte como el galope de los caballos.

Findekáno se llevó ambas manos al rostro y tomó una bocanada de aire para calmarse un poco. Lo hizo de nuevo, y su intento se esfumó a mitad del proceso cuando sintió una mano en su cabeza. Sabía de quién era, reconocería cualquiera de los gestos de Maedhros aún si pasaran siglos. De nuevo el corazón amenazaba con evidenciarlo. 

—¿Qué haces? —la voz de Russandol por la mañana entraba en sus oídos como una canción bien ensayada de guerra, pero también de ternura. Se volvió a él y lo miró directamente a los ojos. 

—Estaba pensando en ti...

Maedhros traía una taza transparente con una infución de flores que eran bastante aromáticas, Fingon pudo reconocerlas al instante. Aquellas palabras tomaron por sorpresa al pelirrojo, pero no hizo más que sonreír. 

—¿Qué puedo hacer? No consigo salir de tus pensamientos ni por un solo momento —Maedhros se burlaba, pero era casi su manera de lidiar con el abrumador sentimiento que revoloteaba entre ambos. —Si te sirve de consuelo, Findekáno, yo tampoco he podido dejar de pensar en ti en ningún momento... —le dedicó otra sonrisa, esta vez un poco más sútil y llena de honestidad. Tendió la tacita hacía el pelinegro —toma, he desayunado primero, porque te quería dejar descansar un poco más, pero enseguida voy por algo de-.

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⏰ Última actualización: Aug 16, 2022 ⏰

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