La noche corta

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"...y átame con tu cabello a la esquina de tu cama'".

Las horas pasaban lento, tan lento que parecía que el manto negro, decorado por Varda, jamás se dispersaría con los rayos dorados de una mañana. Findekáno no pudo conciliar el sueño, se encontraba perdido en sus pensamientos, quería darse media vuelta para quedar de frente con Maedhros, quería admirar aquel hermoso semblante nocturno, las luz de las estrellas bañando el rostro y el cabello pelirrojo que le seducía aquella noche, le perturbaba el sueño. 

Fueron varios los suspiros que el moreno dejó escapar de sus labios, cerrando con fuerza sus ojos para obligarse a caer en un profundo sueño. No lo conseguía. A pesar de estar cansado por las noches en vela que anteriormente había soportado, sus pensamientos no dejaban de revolotear en su cabeza. ¿Esto era todo? ¿Volveremos a ser como antes? ¿Qué pasará en la mañana?

Cuando finalmente se estaba dando por vencido y pensaba en salir de la cama para prepararse alguna infusión que lo ayudase a dormir, un movimiento lo distrajo, el pelirrojo se había encorvado un poco más, acercando así el rostro al hombro de Fingon. El moreno tragó saliva y procuró respirar tan lentamente como pudo. Estaba tan nervioso, hacía tanto tiempo que no compartía cama con él y ahora podía sentir el calor de su respiración tan cerca de su piel. Una vez más cerró los ojos con fuerza, se llevó las manos a la cara y se maldijo en pensamientos, su rostro estaba ardiendo por completo, y pensó en lo patética que era aquella situación: Maedhros durmiendo como un bebé mientras que él se encontraba demasiado nervioso como para incluso moverse un solo centímetro. 

Al abrir los ojos y descubrirse el rostro, giró un poco la cabeza, para ver al más alto. Se veía precioso, perfecto incluso a los ojos de Fingon, pero tan inalcanzable. Todo el amor que sentía por el mayor no sabía cómo hacerlo llegar a él. ¿Un abrazo? ¿Un beso? Incluso aquello podía no significar nada ya para el pelirrojo, y eso temía el hijo de Fingolfin. El cariño seguro seguía presente, ¿pero de qué forma?

Pasaban las horas y el menor seguía ensimismado cuando Maedhros comenzó a abrir los ojos, encontrándose con la piel pálida el hombro ajeno. Una pequeña sonrisa se le formó en los labios y, al subir la mirada y encontrarse con el rostro de Fingon con un semblante pensativo se hizo ligeramente hacía atrás, mismo movimiento que provocó que el menor voltease. 

  — ¿Te he despertado?— preguntó Fingon con un hilo de voz. 

— Para nada. ¿Yo a ti? ¿Me moví demasiado?

— No. Sólo... 

— No has dormido nada, ¿cierto?— Maedhros conocía demasiado bien a Fingon.

El pelinegro no tenía excusa y no sabía mentirle.

Aquel breve silencio se rompió con un suspiro por parte del mayor. 

— Por favor, duerme un poco— dijo después de otro tormentoso silencio para Fingon. 

— Tú no tienes que preocuparte por mí. 

— Claro que sí — dijo, incorporándose un poco en la cama, levantando su torso hasta recargarse un poco en el respaldo. Fingon no se movió. 

— ¿Qué necesitas para dormir?— Más que algo material, el pelirrojo sabía que los pensamientos eran los que no dejaban que su amado amigo durmiera. 

— No es nada.

— Dime. 

Fingon levantó el rostro en dirección al pelirrojo, mostrándole sin querer, sus ojos llenos de duda. 

— Un...— Fingon pensó un poco más lo que iba a decir, lo que quería pedir— Olvídalo. 

Maedhros entrecerró los ojos y volvió a suspirar. Volvió a recostarse bien a lado del moreno y lo atrajo hacía sí, con un abrazo. Acto que llenó de sorpresa al menor, pero no se resistió, aquellos brazos cálidos y ese olor tan dulce que emanaba de su cuerpo, era todo lo que necesitaba y ni siquiera tuvo que decirlo. Fingon ahora fue quien suspiró, correspondiendo al abrazo, cerrando los ojos y acurrucándose en el pecho del pelirrojo. 

Una sonrisa nueva se posicionó en el rostro de Maitimo, una sonrisa de satisfacción. Y el sueño finalmente se apoderó de Fingon y sabrá Eru lo precioso que fue su sueño aquella madrugada pues también, entre los brazos de Maedhros, su rostro reflejaba, por vez primera en mucho tiempo, completa felicidad. 

Bésame más.{Russingon}Donde viven las historias. Descúbrelo ahora