Valentina

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—Ven al baile conmigo —digo contra el cuello de Juliana mientras me froto contra ella. Se pone rígida.

—¿Qué?

Me aparto y miro sus brillantes ojos que casi parecen aterrados.

—Te pedí que vinieras al baile de invierno conmigo. Por favor, nena.

Me muevo contra ella de nuevo y gime, cerrando los ojos y dejando caer su cabeza hacia atrás. Estamos en el almacén trasero de la tienda después de horas. Mi padre se fue y le dijimos que cerraríamos. No planeé que esto sucediera, pero Juliana saltó sobre mí en el segundo en que cerramos. La traje aquí y la empujé contra la puerta cerrada antes de empezar a hacerlo. Tiene sus piernas a mi alrededor y estoy frotándola como le gusta. Está cerca de correrse, así que estoy usando la distracción para conseguir lo que quiero.

Hemos sido inseparables durante las últimas dos semanas y cada vez que estamos a solas me pide que la toque. Es el punto culminante de mi día ver cómo se corre, y planeo hacerlo cada segundo libre que tenga. Ha estado presionándome por más, pero he intentado tomarlo con lentitud. Todavía sólo nos tocamos, pero tengo la sensación que no durará mucho más. Está jugando más al borde cada vez que estamos solos y no sé cuánto tiempo más puedo hacerla esperar.

—Es un baile, nena. Mi última oportunidad para mostrarte en secundaria. Pronto lo haré en la universidad. Dame esto. Por favor.

Sus piernas se aprietan y sus manos van a mi cabello.

—Sólo si me das lo que quiero —dice, bajando la mirada por mi cuerpo y luego de nuevo a mis ojos.

Le doy una media sonrisa y niego.

—Si no lo supiera, diría que me estás utilizando por mi cuerpo.

Se mueve contra mí y esta vez soy quien gime. Ama hacer que me corra en mi pantalón y lo hago una cantidad embarazosa con ella.

—Por favor, Valentina. Estoy lista. Estás lista. Quiero todo de ti.

Cierro los ojos y apoyo mi frente contra la suya. Luego retrocedo y asiento.

—Está bien. Ven al baile conmigo y te daré lo que quieras.

Se alegra y se mueve contra mí de nuevo, cerrando sus ojos tratando de llegar a su orgasmo. Le agarro del culo y nos llevó hasta el sofá, recostándola. Esta vez, mientras frotamos nuestros cuerpos, pongo mi mano sobre su camisa y voy a su sujetador. Noto un moretón en su estómago y pienso preguntarle sobre esto más tarde. Tenía uno en su brazo a principios de la semana y me dijo que se cayó por las escaleras. Me pregunto si esto es por lo mismo, pero parece nuevo.

Sus ojos se agrandan de emoción mientras mis dedos trazan su sujetador. No hemos hecho esto antes, así que es nuevo para ambos. Dios, deseo tanto tenerla completamente desnuda debajo de mí, pero esto tendrá que bastar mientras esperamos. Paso mis dedos debajo de su sujetador, sintiendo la carne de sus senos y luego su pezón duro. Le doy un pellizco a la pequeña punta y arquea su espalda para acercarse. Sus gemidos son más fuertes y puedo sentir su cuerpo temblando de necesidad. Muevo mi otra mano entre nuestros cuerpos y froto su entrepierna. Su jean está ardiendo y apuesto que si bajara sus bragas sería un desastre húmedo. Me agarra por el jean y frota la cresta de mi polla, arriba y abajo. Está tratando de hacer que me corra a través del material, y casi lo logra.

Incapaz de soportarlo más, le quito su camisa, su sujetador, y coloco mi boca en su pezón antes de poder detenerme. Tomo tanto de su seno en mi boca como puedo, sintiendo su carne suave contra mi lengua. Lo chupo y grita, gozando. Su agarre aumenta en mi polla y hago exactamente lo que quiere. Me corro dentro de mi bóxer, haciendo un lío de mí mismo, deseando tanto que la liberación fuera dentro de su coño caliente.

Descanso mi mejilla contra su seno expuesto mientras trato de recuperar el aliento, y de repente Juliana me sorprende apretando su mano por la cintura de mis jeans y pasando un dedo por mi semen. Miro, sorprendida, cuando lleva el dedo a su boca y lo lame. Mi polla late ante la vista, liberando un poco más por lo que acaba de hacer.

—Mierda —gruño.

—Pensé que tal vez, ya que me probaste, podría saborearte.

—Eso no es lo mismo. —Bajo la mirada a su cuerpo, a su pezón expuesto, pensando en lo bonito y rosa que es—. Lo mismo sería que probara tu coño.

Sus mejillas se profundizan al color de su pezón y quiero chuparlo de nuevo.

—Eso parece justo. Quizás deberías.

Comienzo a contestarle, pero oigo el ruido de la puerta de entrada.

—¡Mierda! —exclamo, poniéndole su sujetador y la camisa de nuevo, justo antes de sacarla de la sala de atrás y hacia el frente de la tienda. Cuando llegamos allí veo a mi papá que va hacia su oficina. Tomo la mano de Juliana y nos escabullimos por la puerta lateral. Mi Jeep está estacionado atrás, así que puede que no sepa que todavía estamos aquí.

Salimos corriendo y la ayudo a entrar antes de ir al asiento del conductor y encender el auto. Miro a Juliana, y tiene sus manos sobre su boca, tratando de amortiguar una risita.

—Eso fue por tu culpa —digo, extendiendo la mano y agarrando la suya—. Vamos a cenar y luego te llevaré a casa.

Nos reímos todo el caminohasta la cena, y luego nos sentamos del mismo lado de la cabina tomados de las manosy hablando antes de que nuestra noche termine. Siempre odio el final del díacuando tengo que decirle adiós. Es mi todo y dejarla ir, aunque sea sólo a sucasa, rompe mi corazón un poco más cada vez que lo hago. 

PROTEGIENDO A JULIANADonde viven las historias. Descúbrelo ahora