Juliana

1.1K 109 2
                                    


Jugueteo con mis medias rotas mientras me siento en la oficina principal del instituto. Al menos no estoy sangrando, pero caerte por las escaleras el primer día en tu nueva escuela no es la manera en que quería empezar. Puedo sentir la quemazón de la vergüenza en mis mejillas, pero quizás nadie se ha dado cuenta. Al menos nadie ha parecido notarlo. Ni siquiera la chica que me tiró, tampoco su amiga. Excepto por unas pocas risitas nadie dijo realmente nada.

Sentándome en mi silla, espero que alguien me ayude. Me dijeron que me sentara y que me darían mi horario de clases en breve, junto con alguien que me mostrará los alrededores. Eso fue hace veinte minutos. Miro por la oficina. Parece como si estuviera decorada para una fiesta. Globos dorados y rojos y lazos alineados en las paredes, así como posters que dicen #1 Campeones Estatales. Supongo que son sobre fútbol. La última escuela en la que estuve no tenía un equipo, pero esta escuela es como cuatro veces más grande. Me da la esperanza de que seré capaz de mezclarme y desaparecer en el fondo, sin que nadie me note.

Que me dejen sola.

—Al menos no nos congelaremos más las tetas. —Alzo la mirada a la voz y veo una morena vestida de animadora y con una coleta alta. Está hablando con otra chica que se ve exactamente igual, solo que su cabello es rojo y rizado. Estas son las chicas que me tiraron esta mañana. Actuaron como si fuera invisible, así que al menos esa parte de mi plan está funcionando.

—Esa es la única ventaja de animar para el equipo de baloncesto de aquí. Los juegos son dentro. Ni siquiera hay ninguno guapo a quien mirar. —La pelirroja hace una mueca, y bajo la mirada, esperando que no se fijen en mí. Vuelvo a juguetear con el agujero de mis medias.

—Oye, ¿has escuchado que Valentina ha conseguido una beca completa para Minnesota? Luis ni siquiera ha conseguido una oferta y es el maldito mariscal de campo —dice la morena con su horrible voz.

—Escuché que ha estado yendo allí durante los fines de semana o algo. Probablemente allí mojó la polla —añade la pelirroja. Siento mi cara calentarse por segunda vez en el día. Quizás así es como hablan las chicas entre ellas. No lo sabría. No he tenido una amiga en mucho tiempo, y cuando la tuve era antes de que el sexo destellara en nuestras mentes.

—Mierda. Dios, es una imbécil, pero todavía voy a intentar liarme con ella. Ser la novia de un jugador de fútbol hará que mi primer año en la universidad sea pan comido.

—Quizás ya tiene una allí arriba. No puedo conseguir ni que me dé la hora del día —dice Pelirroja, haciéndome que me pregunte quién estaría dispuesta a salir con una imbécil.

—Le pregunté a Luis y dijo que no. Le dije que le preguntara a Valentina por ti para que no se enfadase por ello.

—¿Vas a romper con Luis?

—Le daré otra semana y veré si algo pasa con sus cosas del fútbol. Ya sé que iré a Minnesota, así que Valentina funcionaría. Todos sabemos que Luis no sería nada sin Valentina. Quizás la escuela trate de tomarlos a los dos.

—Dios. Apuesto a que es una bestia en la cama con la manera en la que juega. Solo eso sería lo suficiente como para pasar por alto que es una imbécil.

Desearía que se abriera un agujero en el suelo y me tragara. No quiero escuchar nada de esto. Sé que este tipo de chicas pueden ser duras contigo en la escuela, y estoy rezando para que no me noten. Me pongo más atrás en mi silla, queriendo ocupar el mínimo espacio posible.

—Nayeli, se suponía que tenías que estar aquí a las ocho en punto —dice una mujer mayor de cabello corto y canoso que sale de una de las habitaciones traseras de la oficina principal. Es la que me saludó cuando entré. La campana suena, y mira a la pelirroja—. Carrie a clase.

Levanto la vista y veo a Carrie murmurar un adiós a Nayeli y después salir de la oficina. Sus rizos se mueven con cada paso. Su faldilla de animadora ondea alrededor de sus nalgas.

—Perdone, señora Barranco. Me tomó más tiempo sacar la nieve de mi auto esta mañana de lo que pensé que tardaría —dice Nayeli con una voz súper dulce. Nada como la que tenía hace unos segundos mientras hablaba con su amiga—. Espero no haberla hecho esperar mucho. Es importante que todos los nuevos estudiantes de West High tengan el mejor primer día posible. —Lo dice como si estuviera anunciando algún tipo de campaña para la escuela.

—Has vivido aquí toda tu vida. Creo que sabes cuánto toma quitar la nieve de tu auto. —La señora Barranco no se cree lo que le está vendiendo Nayeli. Un nudo empieza a formarse en mi estómago. Esta chica es la que me dará la vuelta por la escuela durante parte del día—. Juliana está detrás de ti, y aquí está su horario. Ambas tienen la misma primera clase, así que empieza a moverte. Ya le dije al señor Cole que llegarían un poquito tarde.

Nayeli se gira para mirarme, y su hermosa cara se arruga por una fracción de segundos antes de suavizar su expresión. Pone su sonrisa falsa, haciendo que me pregunte si me recuerda de esta mañana.

—Bienvenida —dice en un medio grito, haciendo que la señora Barranco ponga sus ojos en blanco. Puedo ver por qué es una animadora. Realmente puede encender su ánimo a su conveniencia.

—Hola. —Es todo lo que digo mientras me levanto, agarrando mi mochila. Todavía tengo mi abrigo, ya que he metido el resto de mis cosas de invierno como mi sombrero y los guantes en mi mochila. No tienen una taquilla preparada para mí todavía.

—Soy Nayeli. —Alarga su mano, y la tomo—. Soy la presidenta del cuerpo de estudiantes y la capitana del equipo de animadoras —dice como si fuera un político.

—Soy Juliana Valdez —le digo, porque eso es todo lo que soy. No tengo una lista detrás. No es que a nadie le importe tampoco.

—Es un placer conocerte. Vámonos a nuestra primera clase, después te puedo enseñar los alrededores.

La sigo fuera de la oficina principal y por el pasillo. Su humor cambia en el momento en que salimos de la oficina, y me da mi horario. No me mira o dice otra palabra hasta que estamos en la clase. Toda la clase se calla y trago. Mantengo mi mirada gacha tan bien como puedo y ruego que se acabe pronto.

—Perdón, nos quedamos atrasadas en la oficina principal.

—Está bien, Nayeli. Bienvenida, Juliana. Por favor siéntense donde puedan. Ya hemos empezado —dice el profesor.

—Gracias —le digo, mirando a las filas de mesas llenas de estudiantes. Voy directa al final de la clase. Hay un asiento vacío y lo tomo, dejando caer mi mochila y sentándome. Cuando miro a mi derecha, puedo ver una mujer que no puede ser una estudiante sentada a mi lado. Es un poco grande y con bastantes músculos. Y me está mirando directamente. 

PROTEGIENDO A JULIANADonde viven las historias. Descúbrelo ahora