Valentina Epílogo 1

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Tres meses después...

—¡Juliana, estoy en casa! —llamo a través del pequeño apartamento.

Hemos estado en el campus por unos meses y hemos entrado en una rutina. Al principio no era capaz de manejar estar lejos de ella tanto durante el día, pero hemos encontrado una manera de hacer que funcione. Me encuentro con ella varias veces al día, y siempre tenemos todas nuestras comidas juntos. El desayuno, almuerzo y cena, ella está a mi lado.

Así que estoy sorprendido de que, cuando llego a casa para almorzar juntos, ella no está aquí. Camino alrededor del apartamento dos veces y comienzo a entrar en pánico hasta que veo una nota en el mostrador.

Valentina,

Tuve que correr y recoger un cuaderno en la librería. Encuéntrame en la cafetería.

Te amo, tu Juliana.

Me sonrío a mí mismo antes de meter la nota en mi bolsillo y apresurarme a través del campus. Esta mañana tuve entrenamiento, y no siempre tengo mi teléfono conmigo, así que ella debe haberme dejado una nota sabiendo que vendría directamente a casa para buscarla. Estaba atrasada, pero no puedo extrañarla por demasiado tiempo, así que me apresuro, creyendo que puedo recogerla probablemente en la librería. Literalmente.

Cuando llego allí, estoy un poco sudorosa, pero no me importa. Y sé que a mi Juliana tampoco. Mirando alrededor de la tienda, reviso los pasillos y cuando la encuentro, mis puños se aprietan.

Ella es tan jodidamente hermosa, y ya puedo ver algunas curvas formándose en su cuerpo desde que hemos estado juntas. Cuando la conocí por primera vez era tan delgada y delicada, pero he estado manteniéndola alimentada y está empezando a mostrarse. Lleva sandalias con pantalón corto de mezclilla y una camiseta sin mangas. Tanto de su piel está expuesta que bien podría estar desnuda.

Y el tipo de pie junto a ella echando un vistazo probablemente esta imaginado lo mismo.

—¡Quédate lejos de mi esposa, imbécil! —grito, y el tipo gira su cabeza hacia mí.

Juliana alza la vista del cuaderno que tiene en sus manos, y prácticamente puedo oír sus ojos en blanco.

Me acerco a donde está y la tiro en mis brazos, luego la muevo detrás de mí. El tipo se aleja lentamente y yo me quedo allí gruñendo.

—Sí, sigue moviéndote.

Cuando se ha ido, giro para ver a Juliana con sus manos en sus caderas. Mis ojos van a sus duros pezones, que puedo ver a través de la tela de su camiseta, y estoy a punto de estallar mi furia.

—¿No llevas un sujetador? —susurro a través de dientes apretados.

Baja la mirada como si acabara de darse cuenta de que olvidó ponerse uno, y veo el rosa golpear sus mejillas.

—Eres tan cavernícola —dice, cruzando sus brazos sobre su pecho.

La recojo, la tiro sobre mi hombro, y saco su culito fuera de aquí.

—Esto es tan embarazoso, Valentina —dice, golpeando mi culo.

—No me importa. Eres mi esposa. Nadie consigue ver lo que es mío.

—Valentina, la mitad de las chicas aquí se visten más ligeras de lo que estoy. Es la

universidad.

—No veo a ninguna mujer excepto a ti, así que no me digas lo que llevan otras personas. No me importa un carajo.

La llevo todo el camino de vuelta a nuestro apartamento mientras lucha contra mí en todo el camino. Pero cuando regresamos y arranco sus pantalones cortos, su coño hasta está de acuerdo conmigo.

Estoy bien así. 

PROTEGIENDO A JULIANADonde viven las historias. Descúbrelo ahora