Valentina

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—Mamá, papá, esta es mi Juliana.

Aprieto su mano, haciéndole saber que está bien. Me sorprende cuando da una respiración profunda, pero los mira a los ojos y extiende su mano libre.

—Es un placer conocerlos, señor y señora Carvajal.

Mi madre parece que podría estallar en un montón de confeti, pero sacude su mano y da una sonrisa radiante a Juliana.

—Por favor, llámame Lucia. Y puedes llamarle León. —Ella señala con la cabeza a mi padre.

Mi padre toma la mano de Juliana luego y está un poco más tranquilo al respecto.

—Hemos escuchado cosas muy buenas sobre ti. Estamos muy contentos de conocer a la señorita que ha robado el corazón de Valentina.

Juliana se sonroja un poco, pero por lo demás lo hace muy bien.

—Hoy Valentina te puede mostrar la tienda para que tengas una idea de dónde están las cosas. Luego de eso ven a la oficina para que conozcas el horario —dice mi padre.

—Gracias, León. Aprecio la oferta de trabajo.

—Necesitamos ayuda, por lo que esto funciona a la perfección —lo interrumpe mi mamá. No tiene idea de si lo hacemos o no, pero me hace feliz que ella está tratando de incluir a Juliana—. Así que, ¿vas a trabajar aquí por el resto del año escolar? ¿Qué pasa con el verano o el otoño? ¿Tienes planes para la universidad?

—Mamá —le digo, tratando de advertirle para que no acose a Juliana con demasiadas preguntas a la vez. Pero Juliana me sorprende de nuevo cuando contesta.

—Por el momento, mi plan es ir a la universidad comunitaria del condado, pero tengo una aplicación en la MU. Si me quedo en Minnesota, me gustaría ir allí. —¿Todavía no has recibido respuesta? —pregunta mi padre. Asumo que está pensando sobre la carta que recibí hace meses.

—Mis becas toman tiempo para obtener la aprobación. Sólo hay unas pocas, y mucha gente va tras ellas. —Juliana se encoge de hombros como si no fuera gran cosa.

Le había preguntado antes acerca de la escuela, pero no me había dado cuenta de que todavía estaba esperando respuesta.

—Mi beca deportiva llegó antes. Les gusta tener las plazas llenas antes del inicio de temporada —digo, tratando de tranquilizarla—. Tuve suerte con la mía. Parte de ella contiene un subsidio de vivienda ya que estamos cerca de la escuela. Puedo vivir en casa y viajar todos los días a la escuela, o puedo conseguir un lugar en el campus y estar cerca del equipo.

Quiero hacerle saber que tengo la opción de quedarme en casa si ella decide permanecer aquí, o puedo vivir en el campus si ella entra. Yo ya estoy pensando en nuestro futuro juntos y en que no me gustaría que nos separemos. Como si hubiera entendido lo que quiero decir, me da una sonrisa tímida. Sus ojos profundos de color Marron brillante resplandecen, y siento como otra pieza encaja en su sitio entre nosotros.

Volteo a ver a mis padres y veo que los dos nos están mirando con las sonrisas más estúpidas en sus caras. Pongo los ojos en blanco y arrastro a Juliana a la parte trasera de la tienda. Cuando llegamos allí, tomo su abrigo y lo cuelgo.

—Pido disculpas en nombre de ellos. Nunca han hecho eso antes.

—¿Qué? ¿Saludar a alguien? —me pregunta, sonriendo. Le tiendo un delantal 47 y ella se lo coloca.

—Conocer a una chica que traje a casa. O, bueno, a la tienda. Nunca les he presentado a nadie antes.

—Oh. —Hace una pausa—. ¿Nunca?

—Nop. En realidad, nunca he tenido una novia antes. Así que esto es algo nuevo para mí también. —Me pongo un delantal a juego y le doy una media sonrisa—. No estoy seguro de si eso me hace menos atractiva, pero hoy fue mi primer beso. Parece como que todo está sucediendo a la vez.

Me acerco a ella y coloco mi dedo debajo de su barbilla para ayudarla a cerrar su boca. No se dio cuenta que la había dejado abierta al escuchar esta parte de la noticia. Fue un poco cómico, pero se rió después de que lo hice.

—Tú fuiste mi primer beso también —dice ella con timidez—. Me gusta eso. Que fuimos los primeros.

—Y los últimos —agrego, colocando mis labios sobre los suyos. El beso es

suave y muy rápido, pero no puedo correr el riesgo de que mis padres vuelvan aquí. Están buscando cualquier excusa para hablar con Juliana, puedo sentirlo—. Te voy a enseñar el lugar.

Paso la mayor parte de la tarde dando a Juliana un recorrido por el lugar y mostrándole lo que hago cuando estoy aquí. Ella me ayuda a llenar los estantes, regar las plantas, y barrer los pisos. Le muestro cómo utilizar el escáner, e inventariamos un poco.

Es divertido trabajar juntos, y nos da más tiempo para hablar. Juliana quiere estudiar arte y enseñar un día, creo que sería una maestra asombrosa. Es tímida, pero también es paciente, y creo que sería increíble. Puedo ver su pasión cuando habla de eso, y quiero encontrar una manera de hacer que sus sueños se hagan realidad.

—¿Cuántas horas sueles trabajar normalmente? —me pregunta a medida que avanzamos hacia la parte de atrás y nos quitamos los delantales.

—Cerramos a las seis, a veces un poco antes. Papá normalmente se queda a cerrar y voy a casa a preparar la cena si mi madre está de turno, o a cenar si no estuvo. —Le sonrío, y niega.

—Siempre comiendo —dice ella y me entrega el delantal.

—Siempre tengo hambre —le contesto, guardando los delantales y halando de ella a mis brazos para un rápido beso.

La espero en la parte delantera mientras ella entra en la oficina con mi padre para cuadrar su papeleo. Después de unos minutos salen y ella se guarda un sobre en el bolsillo.

—¿Todo listo? —pregunto, me sonríe y asiente. Sostengo su abrigo abierto para ella y luego subo la cremallera antes de decir adiós a mi padre y salimos.

En el Jeep de camino a su casa, está callada.

—¿Está todo bien?

—Sí, pero creo que tu padre me pagó demasiado.

Me río y le agarro la mano.

—Él paga a los chicos de secundaria así porque son mano de obra casi gratuita. Te dio dinero en efectivo, ¿verdad? —Asiente—. También me paga en efectivo. No se paga impuestos de esa manera, y sólo son unos pocos días a la semana, así que no hay realmente ningún daño.

—Es muy amable de su parte. Tus dos padres son muy dulces.

—Tal vez podría conocer a tu padre pronto. —Se congela, y puedo sentir el

cambio de atmósfera en el auto—. O tal vez en otro momento. No hay prisa. Sólo quiero asegurarme que somos honestos con esto. No quiero estar a escondidas contigo, Juliana.

—Yo tampoco —dice en una voz tan baja que casi no la oigo.

Sé que hay algo más, pero lo dejo pasar. No quiero presionarla demasiado duro, demasiado rápido, así que cambio de tema.

—Así que. —La miro cuando nos detenemos en la parte delantera de su casa—. Mañana ¿Quieres magdalenas de chocolate de nuevo, o un bagel? —Me sonríe, y la tensión se rompe.

Haría cualquier cosa paramantener esa sonrisa en su rostro. 

PROTEGIENDO A JULIANADonde viven las historias. Descúbrelo ahora