Capítulo 1

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La mañana era cálida como pocas, de esas que te sientes en casa por más que estés en una punta desconocida del planeta, de esas que alumbran el día como la sonrisa de la persona que más amas, como cuando tomas una ducha fría, pero luego te pones un suéter grueso y tomas un té viendo tu programa favorito, sintiendo el momento exacto en el crees que todo está bien y los problemas se evaporan de tu vida como aquel vapor sobre la taza de té metafórico entre tus manos.

Esa precisa mañana se sentía así, cuando poco a poco Harry abrió los ojos sintiendo las caricias de la persona que más ama en la tierra, esos toques tan sutiles que nunca podrá olvidar por más que borren su memoria, porque era algo que no se quedaba en la mente, sino en el alma.

Hogar.

No eran necesarias las palabras cuando Harry y Ethan se miraban a los ojos, cuando el color verde y café de sus miradas bastaban para tranquilizar al otro y su cercanía era suficiente para curar cualquier herida existente sobre sus almas.

Ethan pasó sus largos dedos por el contorno del rostro de Harry, contando mentalmente cada exhalación hasta llegar a su mentón y elevar su rostro para regalarle el beso más suave que se permitía, una suavidad que fácilmente podría confundirse con el más puro de los amores, separándose con un chasquido casi inaudible.

Harry sonrió enamorado, dejando visible sus hoyuelos y tomando a su amado por la cintura para sentirlo más cerca, poder palpar su piel fundirse en la ajena, mientras enlazaba sus piernas y ocultaba su rostro en el cuello de Ethan.

—Has estado mirándome dormido otra vez —musitó Harry repartiendo besos por la piel de Ethan.

—Eres el ángel más puro que conozco, no me puedes juzgar —susurró el hombre de ojos miel, acariciando los cabellos rizados de su amado.

—Oh, shh —chitó Harry—, no quiero llegar al trabajo con las mejillas rojas como un tomate —reprochó cariñosamente separándose de él sobre la cama, de manera lenta, como si no quisiera salir de la comodidad de aquellos brazos.

—Prefiero que llegues así, para que todos vean que soy el único que puede causar eso —susurró Ethan saliendo de la cálida cama—. Hice el desayuno...

Harry se enterneció ante el gesto, moviendo la cabeza a un lado sin dejar de sonreír, ciertamente su pareja no era poseedor de grandes habilidades culinarias y las pocas veces que cocinaba se olvidaba de la sal o el azúcar, este último ingrediente en caso de algún platillo dulce.

—Le agregue sal si es lo que piensas —intervinó Ethan en un movimiento rápido, agitando su cabello azabache, siempre acertando a los pensamientos internos de Harry.

—Lo comería, aunque no llevará sal amor.

Harry se levantó vistiendo tan solo una de las camisas de Ethan ,dejando entre ver su pecho desnudo.

—Seguramente, pero te ahorraré el disgusto de fingir que te gusta —respondió mirando la piel desnuda y nívea de Harry, con aquella mirada muy bien camuflada en media verdad.

Ambos bajaron a la cocina y mientras Harry se sentaba en el taburete chequeando las nuevas notificaciones en su celular, las cuales no eran muchas ya que su vida social se limitaba a menos de una docena de personas (incluidos familiares) Ethan servía la comida y colocaba todo sobre la mesa.

—De acuerdo, hora de desayunar... —avisó el azabache extendiendo la mano hacia Harry—. El celular.

—Un segundo, Niall me acaba de mandar un vídeo importante —farfulló abriendo el video y encontrando a su amigo irlandés contando cuantas uvas podía caber en su boca sin morir asfixiado, trato de mantenerse serio, pero su rostro estalló en una risa antes de guardar su móvil—. Bien, no era tan importante...

COTIDIANO // LARRY STYLINSONDonde viven las historias. Descúbrelo ahora