Step Out-José González
A Diana siempre le había gustado el campo desde que era pequeña. Y eso incluía desde su geología, su historia, su fauna e incluso su flora. Con cinco años ya se sabía toda la lista de aves que habitaba en la Península Ibérica. Con diez habría sido capaz de tratar una hemorragia solo con los conocimientos en botánica que tenía. Con doce era capaz de distinguir al animal que había pasado por la huella que dejaba. Con quince era capaz de disntiguir a las aves solo por su forma de vuelo. Con diecisiete era capaz de disntiguir a un ave por su canto. Por eso cuando llegó el momento de escoger carrera, lo tuvo claro, Ciencias Ambientales. Era su vocación, y la que le permitía hacer lo que más le gustaba: trabajo de campo y desarrollo de softwares de sostenibilidad y ecodiseño. Por eso cuando hace dos años una gran compañía escocesa le ofreció trabajo como jefa de sostenibilidad y subdirectora técnica de proyectos en Edimburgo, no se lo pensó dos veces. Era la excusa perfecta para empezar de nuevo y poner distancia con todo lo que había vivido.
Hacía dos años que Diana no se cogía unas vacaciones. No había cogido ni un día libre en el trabajo, ni siquiera en Navidad. Y cuando la oficina cerraba por vacaciones de verano, ella se cogía su viejo y destartalado Land Rover y se recorría Escocia haciendo seguimiento y trabajo de campo de los numerosos proyectos en los que estaba metida. "El trabajo me relaja" solía decir. Y de hecho lo hacía, porque impedía que pudiera tener tiempo para pensar y recordar. Por eso cuando su jefa la llamó a su despacho la primera semana de febrero, no se le ocurrió que el motivo de la reunión no pudiera ser otro que el seguimiento del Urogallo* en las Tierras Altas escocesas.
-Siéntate Diana- la invitó Mary, su jefa y amiga y una de las personas que más había confiado y apostado en Diana desde que llegó a Edimburgo.
-Mary, te he traído los últimos informes del proyecto del urogallo, ¡está remontando! ¿Te acuerdas que el año pasado teníamos cerca de cien parejas reproductoras? ¡Pues creo que este año llegaremos fácilmente a las trescientas parejas reproductoras en Abernethy gracias a la puesta de esta primavera!- Diana exclamó con emoción. Había estado desde el comienzo del año hasta el verano monitoreando los períodos reproductivos y las puestas. Sin embargo, su jefa no demostró ni una pizca de emoción ante su noticia. -¿Qué pasa? ¿Por qué me miras cómo si me fueras a regañar?
Mary estaba sentada en su silla con una pose relajada, pero la mirada grave que emanaba de sus ojos grises y su ceño fruncido decían lo contrario. Solo el ruido de la lluvia chocando contra las ventanas se permitía interrumpir ese silencio que había inundado el despacho sin avisar.
-Diana, por favor, recuérdame cuánto tiempo llevas trabajando aquí.- Dijo con serenidad, mientras abría su portátil.
-Dos años, cinco meses y un día, exactamente.
-¿Y hace cuánto que no te tomas unas vacaciones?
-Pues no lo recuerdo.
-Pues yo sí. Exactamente dos años, cinco meses y un día. No te has cogido ni un solo día de vacaciones desde que trabajas aquí. Ni siquiera has usado los días libres por compensación del trabajo de campo que haces.
-Bueno, en verano...
-No mientas. Ni siquiera en verano has dejado de trabajar, estuviste todo agosto recorriéndote las Highlands, mientras hacías los censos para los dos proyectos que cerramos hace poco. Y lo sé porque eres la persona más metódica que conozco y apuntaste al milímetro todo lo que hacías cada día. Y mira, ni un día en blanco.- La regañó mostrando en su ordenador el calendario que ella misma le había entregado, nada más acabar agosto.
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La última flor de Escocia
RomanceDesde hacía dos años, Edimburgo se había convertido en el hogar y refugio de Diana. Había sido su vía de escape de todo el dolor que sentía al recordar su pasado. Había sido capaz de rehacer su vida, tenía un trabajo que adoraba, una casa acogedora...