Capítulo 3: Zitti e buoni

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Zitti e buoni- Måneskin

Alec estaba agotado tras un largo día de negociaciones. Lo único que quería era desnudarse y meterse en el jacuzzi de su habitación. Lo que no se esperaba era encontrarse a una joven a la que lo único que la separaba de la desnudez era una toalla de ducha.

¿Otra vez madre?

Podía sentir como la sangre hervía en su cuerpo de la rabia. Era otra cita concertada de su madre, en la que la damisela en cuestión, no conocía los límites de la decencia.

-¿Quién eres y qué haces aquí?- Dijeron los dos a la vez. Esa no era la respuesta habitual de una de sus citas concertadas. Normalmente se hacía las sorprendidas para luego intentar seducirle. Pero la joven que tenía delante, estaba pálida y le miraba como si fuera un alienígena.

-Me cago en mi putísima vida.-La escuchó murmurar en otro idioma.- No me digas que eres un stripper al que ha contratado Mary.- Se cubrió la cara con las manos.- Oh por Dios.

¿Me acaba de llamar stripper?

- ¿Te estás quedando conmigo?- Le preguntó incrédulo.

-No, en serio, no tengo nada en contra de tu profesión. Me parece super honrada, pero no estoy interesada. No sé cuánto te habrá pagado la loca de mi amiga por el servicio, pero, ¿crees que quinientas libras será suficiente para dejar esto zanjado y que te marches de mi habitación?- Dijo mientras sacaba un talonario de su mochila.

¿Quinientas libras? ¿Su habitación? ¿De qué demonios está hablando?

-Mira, no sé qué clase de instrucciones te ha dado mi madre, pero creo que la única cercana a un stripper eres tú. Que solo llevas una pequeñísima toalla de ducha cubriéndote.- Le respondió cogiendo el cheque y rompiéndolo en mil pedazos.- Quiero que te largues de mi habitación, AHORA. No estoy dispuesto a tener una prostituta barata medio desnuda que parece disfrutar de reírse de mí.- Alec se había acercado tanto a ella con el fin de intimidarla que podía incluso oler su pelo. Y su sangre le hervía solo de pensarlo.

-Mira, creo que hay un error.

-Sí, claro. Mi madre ha debido de orgnizar esto con tus padres. Eres hija de alguno de los trepas de los accionistas, ¿verdad? Seguro que del rata de Campbell.

El gesto de la chica se endureció.

-Veo difícil que tu madre pudiera hablar con alguno de mis padres, a no ser que lo hiciera por medio de una ouija, puto gilipollas.-Escupió con rabia.-Llevo todo el día conduciendo y hace relativamente poco que he llegado. Hasta dónde yo sé, esta es MÍ habitación. Ni siquiera sé quién coño es tu madre. Si me dejas que me vista, podemos bajar a recepción y ver quién tiene razón aquí, imbécil.- Le dijo apartándole de un empujón.

Esa no era una respuesta que esperaba a este tipo de situación, pero en general nada de lo que había ocurrido era lo esperaba.

***

-¿Quién eres y qué haces aquí?- Dijeron al unísono.

A Diana se le había helado la sangre nada más verle. Era la segunda vez que la cabeza de Diana entraba en modo pánico en menos de 48 horas. Solo que esta vez la imagen que tenía delante era terrorífica. Tenía a un armario empotrado en frente con cara de pocos amigos. Diana agarró con un poco más de fuerza la toalla que la cubría e hizo cálculos mentales para ver si en menos de tres segundos le daría tiempo a coger su pico de geología y clavárselo en el cráneo a ese pervertido. Pero de repente un pensamiento la asaltó.

Mary me había cogido esta habitación. Y ella quería que me liara con "un escocés buenorro".

-Me cago en mi putísima vida.- Murmuró en español dándose cuenta de lo que estaba pasando. Sentía como su cara se volvía roja como un tomate por la vergüenza.- No me digas que eres un stripper al que ha contratado Mary.- Quería matar a Mary y quería que la tierra la tragara en ese preciso instante por la vergüenza que sentía, así que no le quedó otro remedio que cubrir su cara con sus manos.- Oh por Dios.

La última flor de EscociaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora