El viento tormentoso elevaba una cortina de nieve a modo de ventisca. Su melena pelirroja clara se contoneaba debajo de un sombrero ushanka como una bandera mientras caminaba enterrando sus gruesas botas negras en la nieve. Sus gruesa piernas estaban enfundadas por unas pantimedias negras con rodilleras y placas en sus pantorrillas del mismo color. Su estrecha cintura era notoria con la gabardina negra cerrada ajustada en su torso, sus ojos azules miraban por encima del cuello afelpado de la misma prenda. La mujer se detuvo en el filo de una colina viendo hacia abajo a una base.
Sus manos cubiertas por guantes sin dedos se acoplaron a la cintura y sus gruesos labios rojos se movieron cuando ella habló por el intercomunicador.
—estoy frente al objetivo— dijo con un claro acento ruso.
—muy bien, Coralillo — dijo la voz en el comunicador en su oreja— procede con discreción, solo queremos al objetivo muerto—dijo la voz.
Una enorme sombra se cernía sobre la mujer mientras oía las instrucciones. La pelirroja volteó solo para ver a un enorme oso gris levantarse en dos patas frente a ella, media 4 metros, sus colmillos eran enormes y al rugir salió por su boca una enorme nube de vapor. El portentoso animal siguió rugiendo lista para atacar con sus zarpas. A Coralillo le importaba poco como el animal rugía y se agitaba buscando aullentar a la mujer. Todo cambio cuando el animal se abalanzó sobre ella pero rápidamente dejó de prestar atención al comunicador mientras resistia marcando su gruesa espalda en la gabardina.
—¿Tus instintos no te dijeron que debías correr y ocultarte de mi?— preguntó mientras forcejeaba con el animal.
—¡¿Coralillo, que pasa?!— preguntó la voz en el comunicador en el suelo rodeado de nieve.
—no te preocupes, te reuniaras con otros valientes dentro de mi panza— dijo Coralillo abriendo sus fauces.
Su mandíbula rebasó al hocico del animal y pronto sintió las orejas del oso picando paladar. El pelaje le picaba la garganta y los movimientos erráticos comenzaron a ser más espasmodicos. En un segundo ya se había embutido la mitad del animal, su tórax se expandió mientras la parte superior del oso caía en picada hacia la bolsa estomacal. Para una depredadora novata supondría un gran malestar el pelaje grueso picando su garganta y esófago, pero para Coralillo no. Las zarpas del animal entraron por sus laterales y rápidamente deslizó la cadera y las patas.
El cuero y las costuras de su gabardina chirriaron por la tensión mientras su barriga se expandía al frente. Para sorpresa de nadie, el animal pudo ser compactado por su muro musculoso del abdomen en una esfera de 1.50 metros, tan discreta como una mujer en su noveno mes de embarazo. Coralillo suspiró con alivio una nube de vapor mientras tomaba el comunicador enterrado en la nieve.
—se me atravesó una botana— dijo la mujer escupiendo un poco de pelo.
Ella siguió escuchando las órdenes mientras observaba la base, un claro rodeado por montañas nevadas, dos galerones rectangulares de varios cientos de metros uno junto a otro; entre ellos había una pista de aterrizaje que avanzaba señalizada con linternas y el perímetro estaba acordonado por rejas. La infiltración siempre era lo más fácil, brincó la reja y se escabulló entre la tormenta hasta entrar por una puerta en la parte de atrás.
Dentro del galeron habían cientos de repisas formando un laberintico pasillo entre ellos. En estos habían exhibidos cajas con suministros y armas. A pesar de su panza se le había fácil ocultarse entre las sombras evitando las linternas de los soldados enemigos en las pasarelas sobre ella y en el piso. se topó con una zona totalmente despejada iluminado únicamente por una lámpara de techo. Habían 3 personas amagadas y de rodillas, sus ropas mostraban manchas de sangre y sus rostros magullados tortura.
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Tiffany AND The Bad Bellies
Художественная прозаUn grupo de asesinas altamente eficientes se encargan de sus objetivos con voracidad