El teléfono no dejaba de sonar, repicando en eco en aquella habitación sin vida. No paraba de sonar, quizá era la quinta o novena vez. Pero el sueño era más fuerte, la pereza le impedía mover los brazos y tomar el teléfono. Después de unos minutos de insistencia y sin más remedio extendió su larguirucho brazo y contestó.
—saliste en la TV, estúpida— dijo su empleadora enojada.
—¿Salgo bonita?— preguntó Sagra jugando con su cabello.
—el cliente pide discreción—.
—y mi pancita comida— se defendió Sagra enojada— si no tiene para pagar ¡burp!— eructó.
—¿estuviste comiendo?— preguntó furiosa la empleadora.
—habia una pareja en un bar, les pregunté si querían acabar dentro de mi y aceptaron. Creo que entendieron mal—
—¡Mmmmph!— gritó una persona.
La barriga de Sagra se deformó mientras un bulbo empujó su busto desde abajo. Con una fuerte palmada que sacudió toda la panza, volvió a su forma ovoide. Al final tuvo que aceptar los términos de sus empleadoras, y con enojo colgó el teléfono. Se levantó de la cama mientras sus tripas bombeaban a sus víctimas licuandolas en el ácido gástrico al tiempo que su zona media se deshinchaba cómo un globo. Ella abrió la ventana dejando que el viento sacuda las persianas y refresque su cuerpo desnudo ya totalmente desinflamado.
—¡Gruuu!— resonó detrás de su ombligo.
Ella acunó su vientre con las dos manos frotándose suavemente debajo del ombligo.
—ya se que tienes hambre, por favor espera un poco— dijo tiernamente tratando de calmar sus tripas.
—¡Groooooooar!— chirrió con más fuerza.
Sagra se enojó y dio dos puñetazos a su abdomen, seguido comenzó a arañar la zona buscando herirse.
—¡Ya se que no es justo no poder satisfacer tanta hambre!— dijo furica— cuando esto acabe, todas terminarán en mi barriga, sin importar de que bando sean— sentenció.
Eran tiempos más fáciles, cuando Medari era la joven promesa. Cuando Killer bite no era tan agresiva, cuando ser la siguiente Gluttony Queen significaba un mejor estilo de vida. Su bikini de lentejuelas doradas cubría su busto copa B y su cadera. Su ombligo de botón se mostraba rodeado de sus seis ladrillos musculados cubiertos por su piel blanca. Al salir al escenario contoneando su melena negra ondulada pudo ver a los jueces y al público aplaudiendo mientras caminaba por la pasarela de forma gracil y posando. Al flexionar sus brazos se marcó sus músculos en estos y los hombros, al girarse pudo mostrar el relieve de su gruesa espalda.
Las luces de los flashes se reflejaban en su piel sudorosa dándole un aire de grandilocuencia y un aura luminosa mientras posaba. Estiró sus largas y gruesas piernas y el público la vitoreo. El telón detrás de ella se quitó mostrando a otras mujeres culturistas posando mostrando músculo.
—sin duda Medari es la gran favorita de esta competencia— dijo el presentador caminando hacia el centro— pero nada está escrito, esto apenas está comenzando—.
Pero ser la favorita no bastaba para ser la ganadora; había que ser rápida, fuerte, gracil y voraz. Sobre todo muy voraz. Todo eso se lo planteaba tímidamente mientras caminaba por el vestidor, la mujer fuerte y segura solo era para las pasarelas. La Medari de la vida diaria era algo más tímida e introvertida. Se sentó frente al espejo de maquillaje y se retocó su rubor en las mejillas. Eran sus gruesos hombros, o rostro divino, quizá era su tamaño o su cabello. Le costaba creer que era lo que la hacía perfilarse cómo la favorita.
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Tiffany AND The Bad Bellies
Fiction généraleUn grupo de asesinas altamente eficientes se encargan de sus objetivos con voracidad