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La noche de Halloween estaba cerca, la oscuridad se adueñaba de las calles y la gente salía acorde a la festividad. Las calles se llenaron de gente, niños disfrazados, personas disfrutando poder ser su super héroe favorito. Incluso algunas chicas disfrutaban poder mostrarse sexys con atuendos provocadores. Jessica bebió de una copa de vino y tras analizar a la pelinegra dedujo cuál sería su disfraz predilecto.

Guió a Tiffany a su estudio, la sentó frente al espejo y la maquilló. Algo de rubor, le pintó los labios de un tono dorado, delineó sus grandes ojos con color negro y le puso un degradado color verde opaco. Le cortó el cabello hasta los hombros y lo tiñó de verde con puntas doradas. Su cabello bien cuidado era fácil de peinar, pero aún así, Jessica se dió el tiempo de cuidar cada detalle.

—¡Blorp!— tronó en la barriga de Jessica a escasos centímetros del rostro de Tiffany.

—lo siento— se disculpó Jessica— es difícil digerir perdedores.

Ambas rieron tras ese comentario.

A Tiffany le pusieron una tiara dorada. Un top dorado que apenas alcanzaba a cubrir la parte superior de su ombligo con un escote provocador. Pero había un leve problema con la parte inferior de Tiffany.

—lo siento cariño, debes irte, es noche de chicas— dijo Tiffany dando una sonora palmada a su vientre hinchado.

Aceleró su digestión y en segundos su abdomen volvió a ser plano y marcado.

Jessica le puso unos entallados pantslones verdes y unas botas cafés. Le puso unos cinturones de cuero cafés que colgaban de su cintura y una chaqueta negra ocultaba su espalda.

—ahora eres la princesa Phylolion de los pantanos de Brafrick— dijo entusiasta Jessica— espero que seas fan de la princesa wolfrena y su universo— dijo Jessica apartándose— ella es la...—.

—princesa de Brafrick. Mitad león y mitad rana— completó Tiffany viéndose al espejo— ¡me encanta!—.

Tiffany abrazó a Jessica eufórica sin importarle apretar su panza expandida.

—¿Cómo puedo pagarte?— preguntó algo timida Tiffany.

—bueno, el mundo es muy pequeño y nuestros estómagos muy grandes— dijo Jessica— tu eres la chica que comió a todos los raros de la convención. No soy tan glotona como tú— dijo algo apenada— la próxima que vayas a la convención, ¿Podrías comer a la competencia en lugar de los fans?—.

—¡Lo que pidas amiga!— dijo Tiffany dando un salto.

Tras un buenas noches y buen provecho ambas se fueron.

Los niños eran pequeños y poco llenadores, quedaron descartados apenas los vió. Ella quería carne de calidad.

—¡Dame tus dulces, pendejo!— oyó una voz femenina a lo lejos.

Tiffany oyó la voz y la siguió. Pronto llegó a los callejones. Lugares aislados y lugubres que no necesitaban de adornos para ser tetricos. En las sombras pudo atestiguar a dos chicas; una con un vestido corto y escotado rojo, una demonio con cuernos y la otra con un top y falda corta blancos con orejas de conejo. Ambas forcejearon con un par de niños, las calabazas con dulces rodaron por el piso mientras ellas tomaban a los niños y los metían en su boca. Los gritos fueron más desesperados y al final se oyó como la piel de sus gargantas amortiguaba los gritos. Cuando acabaron, ambas chicas volvieron a la luz con sus vientres hinchados al frente y sus piercings en el ombligo colgando de su barrigota. Tomaron los dulces del piso y procedieron a comerlos desesperadas.

Ambas salieron del callejón con las panzas gorgoteantes de los chicos que comieron y con sus enormes sonrisas manchadas con el caramelo y chocolate de su botín. Tiffany se acercaba por detrás en las sombras dejando que lo único que brillara fuera el fulgor de sus ojos depredadores pero se detuvo al oír a las chicas.

—si seguimos comiendo así no habrá espacio para la fiesta— dijo la conejita.

—tienes razón, deberíamos ir, ya es tarde— rectificó la diablita.

Tiffany se detuvo y mejor las siguió por las calles de cerca. Era un mansión en la cima de una colina, las luces tintilaban en las ventanas y la música alta taponaba los oídos. Las chicas entraron y Tiffany las siguió, no fue detenida por los guardas puesto que era muy atractiva, no como los pobres muchachos que no les dejaron pasar. Tiffany vió la pista de baile, el dj y a la gente. Eran fácilmente 100 personas disfrutando la noche.

—¡Grooowll!— chirrió exitado su estómago.

—¡Debo tener cuidado y ser discreta!— dijo Tiffany frotando su estómago.

Todo eso fue en vano. Tanto la diabla como la coneja conmocionaron al público mientras ambas enguillian a unos tipos.  Cuando ellas acabaron, sus panzas eran del tamaño de dos metros, ambas chocaron las palmas en señal de victoria y luego sacudieron sus cinturas hasta que hicieron chocar sus vientres hinchados.

—¡Aún tenemos hambre!— dijo la diabla arrebatando el micrófono del dj.

La gente reaccionó con jubiló y las vitoreo. Tiffany recibió una nalgada y volvió la mirada enojada a ver de quién se trataba. Era Yari sonriendo.

—que milagro encontrarte aquí— dijo Yari.

—tambien quería divertirme hoy— sonrió.

—¡Pues hay que divertirnos!—.

Tiffany AND The Bad BelliesDonde viven las historias. Descúbrelo ahora