CAPÍTULO 3

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Una semana había pasado desde mi encuentro con Stu y todavía tenía la cabeza hecha un lío

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Una semana había pasado desde mi encuentro con Stu y todavía tenía la cabeza hecha un lío. Aun resonaban en mi cabeza sus palabras, como intentaba excusarse de todo lo que había hecho, pero tenía bastante claro que él solo intentaba confundirme. Habíamos coincidido en alguna ocasión por el campus, debido a que mi hermano siempre estaba con Stu y en algún momento teníamos que vernos. Intentaba disimular todo lo que podía y él hacía lo mismo, esperando que Rob no se diese cuenta de que algo incómodo había pasado entre nosotros. Aunque nunca podría imaginar ni una pequeña parte de la verdad.

—Tierra llamando a Anna —dijo Lucille mientras chasqueaba los dedos delante de mi cara—. ¿Se puede saber en qué estás tan concentrada? Porque no parece qué sea en el libro de Literatura Medieval.

Me froté los ojos intentando disimular mi desconexión. Estábamos en la sala común de nuestra habitación estudiando para un examen que Paula y yo teníamos en un par de días. Esta última se encontraba concentrada en algún punto del libro, sentada en el sofá con las piernas sobre la mesa mientras jugueteaba con uno de sus muchos pendientes. No habíamos hablado del tema de Carol aunque creo que ella sabía, más o menos, lo que había pasado, pues había dejado de actuar raro delante de mí y parecía un poco menos tensa que los días anteriores al incidente.

La tarde estaba siendo demasiado larga, los días de primavera estaban dando paso poco a poco al verano y, a pesar de que el calor aun no era sofocante, los días tenían más horas y eso significaba que el estudio se hacía cada vez más tedioso, pues no podía disfrutar del buen tiempo paseando por los parques y calles de la Universidad Lawliet.

—Tienes razón, Luci. Estoy un poco despistada —contestó mientras me estiro en el sofá a su lado—, pero tengo que revisar de nuevo el libro para ver si mis apuntes del examen están bien.

—Nada de eso. ¡Hora de descansar!

Luci se levantó, cogió mi libro y el de Paula para después arrojarlos a un lado de la habitación con la fuerza suficiente como para que me doliese un poco ver que alguien trataba así un libro. Paula, sin embargo, miró sin inmutarse hacia ellos y, haciendo una pequeña mueca, se cruzó de brazos mientras comenzaba a contemplar sus preciosas uñas negras.

—Espero que no hayas descuadernado el... —dije mientras comenzaba a levantarme, pero Lucille me interrumpió empujándome de nuevo hacia el sofá.

—Deja el libro tranquilo, no se va a ir a ninguna parte —respondió sentándose a mi lado—. Para relajarnos, podrías contar a tus mejores amigas del mundo mundial qué narices ha pasado con Stuart Rogers y qué está pasando con Peter Shein.

Noté como el rubor comenzaba a subir a mis mejillas. No estaba acostumbrada a tener este tipo de conversaciones con nadie, a pesar de haber hablado algunas veces con ellas de mi situación con Stu, esto era demasiado. Desde fuera podría parecer que me había involucrado en un triángulo amoroso de película en el que dos chicos se peleaban por mi y no sabía como explicar que eso no era lo que estaba sucediendo sin entrar en temas de batallas, hechiceros y luces de colores.

Me di cuenta de que la mirada curiosa de Paula estaba sobré mi y, en ese momento, me pregunté cuánto sabría del mundo al que pertenecía su novia. No sabía si le habría contado toda la historia o estaba tan a oscuras como el resto de la humanidad. Me apunté mentalmente que tendría que preguntarle a Carol la próxima vez que la viese, pues no quería meter la pata.

—No hay mucho que contar, Luci.

—¡Mientes! —contestó demasiado eufórica—. Has pasado de ser una lapa con el mejor amigo de tu hermano a quedar todos los días con un chico alto y misterioso.

—No quedo con él todos los días, además también vienen Lily, Kevin y los demás. Ya te conté que me he apuntado al Club de Magia.

—Ya, de repente te has interesado por ese Club y, la casualidad, que ha coincidido con el momento que decidiste dejar de ver a Stu.

Se levantó de mi lado, colocándose al lado de Paula que me miraba elevando las cejas con expresión divertida. Desde que Sonia había desaparecido de nuestras vidas se la veía un poco más tranquila e incluso algunos días la había visto sonreír. Puede que la rubia crease un aura demasiado tensa entre todas las personas que la rodeaban y eso hiciese que no pudiésemos estar totalmente a gusto con las personas de nuestro entorno.

—Vale —respondí, totalmente derrotada—. En resumen, Stu es un idiota que jugó con mis sentimientos y ya no quiero saber nada más de él. Peter es un buen amigo, es verdad que me gusta y alguna conexión ha habido, pero me gustaría ir despacio y aun no hemos hablado del tema.

—¡Vaya! Justamente lo que esperaba. ¿Y Rob sabe algo de todo esto? ¿Has besado a Peter? ¿Os habéis acostado? ¿Le pegaste fuerte a Stu? ¿Puedo pegarle yo?

—Espera, me estoy mareando —contesté, nerviosa—. No le digáis nada a Rob, no sabe nada.

—Pero Anna, es tu hermano. Tienes que confiar en él y también debe saber que su mejor amigo es un capullo.

—Por favor. —No quería ser la causante de una pelea entre ellos, puede que en algún momento se lo dijese, pero no sería pronto.

—De acuerdo —contestó Lucille.

Comencé, de forma inconsciente, a mover los dedos encima de mi regazo. Vi como luces blancas de distintos tamaños comenzaban a aparecer y giraban en una espiral delante de mi. Una corriente tranquilizadora recorrió mi cuerpo y, de una manera extraña, ver las luces formando remolinos me dio fuerzas para continuar con la conversación.

—Si y si —dije, haciendo que Lucille y Paula me mirasen sorprendidas tras mis segundos de silencio—. He pegado a Stu y he besado a Peter.

Lucille dio un grito y se levantó corriendo a abrazarme mientras nuestra otra amiga se tapaba los oídos de forma exagerada. Se colocó de nuevo a mi lado y las luces blancas volvieron a su posición original, creando cada vez movimientos más rítmicos y siguiendo un patrón que mi cerebro, de forma inconsciente, les estaba trazando.

—Me gusta Peter, Anna —dijo Lucille mirándome con alegría—. Parece un buen chico, deberías hablar con él para tener las cosas claras.

—Lo se y prometo que, en algún momento, lo haré; pero en este momento no estoy preparada para ello, Luci.

—Son muchos años de celibato impuesto —contestó de repente Paula, haciendo que nos sobresaltásemos—. Es normal que quieras ir poco a poco, Anna. Por cierto, has hecho bien de librarte de Stuart Rogers, siempre me ha parecido un capullo.

Sonreí hacia mi amiga y esta hizo lo mismo de vuelta, para después levantarse y coger su libro, continuando con su estudio. La miré unos segundos entre las lucecitas blancas, alegrándome de que nuestra relación haya tomado un nuevo rumbo en el que, de manera silenciosa y tranquila, estábamos empezando a conocernos de verdad la una a la otra.

Sumida en estos pensamientos no me di cuenta de que alguien había abierto la puerta y había entrado en la habitación. Noté como Lucille se tensaba y una voz estridente, que procedía de la visita, exclamó:

—¿Qué narices son esas luces blancas?

—¿Qué narices son esas luces blancas?

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Sombrío [Luces de colores 2]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora