CAPÍTULO 10

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Conseguimos llegar al despacho del profesor Sanderson, tras un trayecto tranquilo en el que Sonia no hacía nada más que quejarse del tiempo, de madrugar, de los pájaros que trinaban demasiado fuerte por las mañanas y del mundo en general

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Conseguimos llegar al despacho del profesor Sanderson, tras un trayecto tranquilo en el que Sonia no hacía nada más que quejarse del tiempo, de madrugar, de los pájaros que trinaban demasiado fuerte por las mañanas y del mundo en general. Peter y yo fuimos todo el viaje en silencio, dentro de nuestra pequeña burbuja sin que las divagaciones de la rubia nos afectasen lo más mínimo, lo que pareció alterarla más.

Nos encontrábamos llegando a la puerta cuando Sonia comenzó a protestar porque no podía abrir. Pensé en explicarle que solo los hechiceros que el profesor autorizaba podrían abrirla, pero me di cuenta a tiempo de que eso significaría revelar demasiado. Peter se adelantó, tomando el picaporte con delicadeza y dejándonos paso. Sonia le lanzó una mirada envenenada que, durante un segundo, pareció amedrentarle; esto hizo que una carcajada escapase de mis labios, haciendo que el grandullón de sonrojara y, un poco enfadado, cerrase la puerta en mis narices.

Entré a la habitación con una sonrisa juguetona que desapareció de mi rostro cuando vi al profesor sentado en su escritorio al recordar lo que habíamos venido a hacer. Sabía cual era mi intención y pude ver en sus ojos como no estaba de acuerdo con esta encerrona, pero no le quedaba más remedio que enfrentarse a nosotros.

—Buenos días —dijo el profesor con voz seria—. ¿A qué debo el placer de vuestra visita? Creo que ninguno de vosotros está en mi clase.

Ignorando la indirecta implícita en esa frase nos colocamos en los asientos que había enfrentados a su mesa, menos Peter que continuó de pie con las manos detrás de la espalda, nervioso. Pude notar como Sonia había vuelto a el estado de agitación que tenía la noche anterior, seguramente debido a que no sabía que hacíamos en el despacho de uno de los profesores de la facultad.

—Hemos venido a hablar del "club de magia" —contesté poniendo énfasis en mis últimas palabras.

—Muy bien, Anna. ¿Y usted, señorita? No se su nombre. —respondió dirigiéndose a Sonia.

—Sonia. Mi nombre es Sonia Lovelane.

—Encantado, ¿quiere unirse a nuestro club de magia? Le comento que en este momento no tenemos vacantes, no solemos aceptar a gente al final del curso. Sin embargo, puede usted postularse el año que viene al principio de curso cuando abramos...

—Albus —dijo Peter haciendo que el profesor desviase hacia él su mirada.

El ambiente se volvió más tenso aun de lo que había comenzado. Peter y el profesor Sanderson mantenían un duelo de miradas en el que me hubiese gustado participar, como un duelo mexicano. Sonia se encontraba posando sus ojos en todos nosotros y comenzó a respirar con dificultad. Dejé de prestar atención a los chicos y tomé su mano con delicadeza, haciendo que se sobresaltase.

—¿Qué es esto? ¿Una encerrona? —preguntó Sonia con una voz tan chillona que casi hizo que me tapase los oídos—. No estoy loca, Anna. No lo estoy. No se que le han contado, profesor. Me están tendiendo una trampa... Yo...

Sombrío [Luces de colores 2]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora