EPÍLOGO

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Sentado en una mesa de su cafetería favorita, disfrutando de la soledad, pensó en todo lo que le había pasado en las últimas semanas

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Sentado en una mesa de su cafetería favorita, disfrutando de la soledad, pensó en todo lo que le había pasado en las últimas semanas. Le costaba mucho encontrar estos momentos de paz, pues siempre había alguien que interrumpía sus pensamientos, acercándose a charlar o preguntándole por cualquier evento. Por la noche, en su habitación, podía hacerlo, pero siempre llegaba tan cansado de las clases, actividades y fiestas que caía rendido en la cama en cuanto su cuerpo tocaba las sábanas.

Aprovechando que nadie parecía querer importunarle, dejo que sus pensamientos recorriesen esa extraña situación que había aparecido en su vida y que, en contra de lo que se podría pensar, lo había llevado bastante bien. El único momento en el que se sintió desconcertado y un poco asustado fue la primera vez que vio como luces negras revoloteaban alrededor de él.

Había tenido la suerte de encontrarse junto a Peter Shein en ese momento. Estaban estudiando para una de las asignaturas de derecho que se le estaba atragantando y la frustración que sentía al no comprender uno de los párrafos hizo que la cabeza comenzase a dolerle con fuerza y, cuando se dio cuenta, un cosquilleo apareció en la punta de sus dedos y las bolitas negras aparecieron.

En ese momento miró hacia Peter con una expresión asustada, rezando para que el chico tuviese una explicación para lo que estaba pasando, y la tenía, aunque no fuese la que se esperaba, pues creía que era un truco de los que tanto utilizaban en el club de Magia y había decidido utilizarla para calmarle por no conseguir avanzar en la materia. Aunque, en el fondo, sabía que esas luces nacían de dentro de él.

Tomó un trago del amargo café mientras una sonrisa se instauraba en su rostro al recordar lo nervioso que se puso su amigo al ver las luces. Puede que incluso más que él. Lo tomó del brazo y prácticamente le llevó a la fuerza al despacho de un tal profesor Sanderson, que estaba con la chica rubia tan dulce en la que se había fijado últimamente y que se sonrojó cuando le vio pasar. Peter habló con rapidez, explicándole al profesor lo sucedido, que solo asentía y miraba con cara seria alrededor.

"Hechicero negro". Esas fueron las palabras que se quedaron grabadas en su mente después de esa conversación donde, entre los tres, le explicaban lo que le estaba pasando. Parecieron extrañarse ante su falta de sorpresa o miedo, pero siempre había sido una persona que aceptaba todo lo que llegaba a su vida con optimismo y confianza. Si ellos decían que tenía un Don, cosa que había comprobado con sus propios ojos, ¿por qué iba a ser algo malo?

Durante los días siguientes, en los huecos que le dejaba su apretada vida social y eventos académicos, había estado entrenando con Peter y, de vez en cuando, con Lily, de la que hora sabía el nombre, pero la chica parecía ponerse demasiado nerviosa en su presencia y, para su mala suerte, desaparecía enseguida de la gran sala.

Frotó su cara, pensando en todo lo que había avanzado en esos días. Le habían pedido encarecidamente que no contase nada a nadie ni usase sus poderes fuera de la sala de entrenamiento y él, como buen aficionado a las películas de superhéroes, había seguido las indicaciones a rajatabla. Peter decía que parecía tener un don natural para esto, pues estaba aprendiendo a una velocidad inusual a controlar su Don. Eso le hacía enorgullecerse de si mismo, pues siempre le había gustado destacar en todo lo que hacía.

Se levantó, contento por haber podido pasar un pequeño rato en soledad y poniendo en orden sus pensamientos, pues le había servido para darse cuenta de lo mucho que le gustaba ser un hechicero y estaba deseando volver a los entrenamientos, cuando vio como Peter entraba en el local. Parecía bastante preocupado, con la ropa desaliñada y sus blancas mejillas sonrojadas, como si acabase de terminar una maratón. Tras unos segundos, posó su vista en él y se acercó, un poco más aliviado. Antes de que pudiese decir nada, Peter le cogió del brazo y, con voz ronca y seria, susurró:

—Anna está en peligro. Necesitamos tu ayuda, Rob.

 Necesitamos tu ayuda, Rob

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Sombrío [Luces de colores 2]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora