Veintitrés

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Junghee

—Me impresiona el nivel de coeficiente que tienes, jamás hubiera deducido que el primer ministro fuera esa clase de tipo maldoso.

Taehyung se encontraba colocando los platos sobre la mesa mientras yo preparaba la cena, ambos pasando nuestros últimos momentos juntos como dos personas ordinarias.

Había decidido creer en él, quizá la Junghee de meses atrás se burle de mi, pero me parecía que detrás de ese hombre sanguinario había un hombre justo, que fue arrastrado al infierno por las malas decisiones de sus padres, y por la lealtad que sentía por la familia Kim.

Taehyung era un chico con muchas cicatrices que no le alcanzaría la vida para enmendarlas, pero yo me encargaría de que los últimos días viviera como el hombre que siempre quiso ser.

—Kim Namjoon en realidad es hijo del hermano menor de mi padre. Mi primo para ser exactos.

Dejé lo que estaba haciendo en la cocina y me giré a Taehyung quien seguía más entretenido en lo suyo.

—¿Cuándo pensabas decirlo?

—Mi familia es muy extensa. Hay demasiados hijos, nietos, primos, sobrinos. Todos nosotros colaboramos de una u otra manera, pero el hecho de que yo sea detenido pronto, no significa que el imperio Kim vaya a caer. Al quitarme del mapa, el más apto para tomar las riendas del negocio es Kim Namjoon.
Ahora que tiene poder como primer ministro, hará todo lo posible por obtener la silla de Seokjin, y puede que su poder sea más expansivo.

—No si yo lo permito.

Taehyung acunó mi rostro negando ante los impulsos que se apoderaban de mi.—No es tan fácil como crees Junghee. Jamás dejaría que te expongas de esa manera, es por eso que preparé algunas cajas con información que definitivamente hundirán a Namjoon, sólo asegúrate de que llegue a manos de gente correcta.

Los llantos de un bebé nos sorprendieron. La otra Junghee había despertado.

Ambos corrimos hasta la habitación de la pequeña niña, aún me parecía sorprendente que el hombre la haya llamado así. Al principio no sabía si sentirme halagada o insultada, pero de lo que no tenía dudas es de que la pequeña Junghee sería una mujer de carácter, y yo le enseñaría como serlo.

Taehyung tomó entre sus brazos a la pequeña para calmar sus llantos, mismos que fueron cesando a medida que el masculino le cantaba una canción de cuna.

—Debiste ser artista, se te da bien.—dije halagando el talento que poseía, ni siquiera las leyendas de la música se comparaban con la melodiosa voz de Taehyung.

—En otra vida quizá. Quién sabe, a lo mejor sea un artista exitoso y puedas amarme.

Las imperantes orbes de Taehyung no perdieron contacto con las mías, en ese instante recapitulé cada momento que he pasado a lado de este hombre, y de cierta manera saber que pronto perderá su libertad me generaba opresión en el pecho.

Era injusto que Junghee perdiera a su padre, pero él no era un santo. Sin embargo, estaba dispuesto a pagar sus errores por la felicidad de ella.

Y yo me encargaría de agregar mi granito de arena.

Lentamente me acerqué al masculino y me incliné a la altura de sus pies para recostarme sobre su regazo donde la otra Junghee permanecía tranquila.

—Podrías cantar también para mi.

Aquella escena era digna de recordar, y si algún debía ser condenada lo aceptaría, pero no podía dejar ir a Taehyung sin haber sentido el verdadero calor de una familia.

Quizá no sea la madre de Junghee, pero esperaba con ansias a que un día recuerde estos tiempos, donde por un momento lo fui a lado de su padre.

Esa noche era Kim Taehyung cantando por última vez para sus dos Junghee.

My Expensive GirlDonde viven las historias. Descúbrelo ahora