Dieciséis

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Junghee

Ni siquiera sé cuándo nacieron estos sentimientos por Jimin, o si quizá sólo eran los estragos de su eterna compañía. Pero de lo que si estaba segura era lo mucho que lo necesitaba a mi lado.

Él era mi día, mi noche, mi luz y oscuridad, Jimin llenó todas aquellas grietas que se abrieron por la ausencia de una autentica familia. En él me refugiaba y encontraba consuelo.

Quizá un día sea juzgada duramente por mis acciones, pero jamás me arrepentiría por cada una de ellas.

En mis días de juventud corría por todo el vecindario con la ilusión de llegar a casa y ver a Jimin, quien siempre se encontraba en la cocina en la espera de mi llegada, y llenarme de calidez.

Por esos días donde sólo éramos él y yo.

Mis recuerdos volvían.

Algún día seré fiscal como tú también lo harás.—dije con inocencia sin saber que realmente lo lograríamos.

Jimin rió con aparente diversión.

Junghee. Siempre quisiste ser artista, por qué de repente tomas decisiones así de arbitrarias. Si es por nuestros padres, me encargaré de persuadirlos.

Era verdad, pero resultaba la única oportunidad que tenía para estar siempre cerca de él. Y de algún día llenarlo de orgullo.

—Quiero ser una mujer digna de tu admiración.

Jimin despeinó mis cabellos, como si esto sólo fueran confesiones de una pequeña soñadora.

—Siempre te voy admirar Junghee, sin importar lo que seas.

Él siempre fue el único que creyó en mi, y quien sostenía mi mano en cada paso que dimos. Hasta que un día él poco a poco encontró a la persona con quien realmente quería tomar de la mano y trazar un camino digno del amor que le tenía.

Si un día se casó con Yoonji, o si en realidad amaba a Yoongi, eso no impidió que mis sentimientos estuviesen ahí, y que mi lealtad se mantuviera intacta.

Porque yo estaría para Jimin incluso en la muerte. Y no habría manera de que otra persona logre usurpar su lugar en mi corazón.

Corrí hasta casa, de nuevo, como solía hacerlo en el pasado después de salir del colegio.
Cuando entré lo primero que hice fue buscarlo en la cocina, pero recordé que tiempo atrás había dejado de cocinar para mi.

Ahora era Park Jimin, un hombre sumamente ocupado como titular de la fiscalía anticorrupción, y para él existían otras prioridades que atender a su caprichosa hermana menor.

Caminé entre los pasillos, hasta posicionarme en el umbral de la puerta del despacho que tenía en casa.

El olor a tabaco impregnó mis fosas nasales, y la figura masculina de Jimin sobre el escritorio sumido en pilas de documentos resaltó ante mis ojos.

Jimin se encontraba ausente de todo lo que lo rodeaba, incluso de mi presencia que lo observó con sumo interés. Aquellas gafas le daba un aspecto mucho más sabio y maduro, justo como el hombre en el que se había convertido en estos últimos años.

A medida que me fui acercando, mis tacones aclamaron la atención de Jimin.

—¿Tacones?—preguntó divertido luego de escanearme como un padre que estaba a punto de juzgar a una hija.

Pero esta vez no era la ordinaria y tosca Junghee que todos conocían. En ese preciso momento era la mujer sofisticada que visitaba The Glorious Club cada noche, ni siquiera sé como fue que terminé en esa situación, pero mi encuentro con Taehyung sólo me escolerizó conmigo misma. Ni siquiera quería ser notada por él, ni por Seokjin, ni por cualquier otro hombre, porque solo quería ser única ante los ojos de Jimin.

Torpemente caminé hasta él, quien aún seguía reposando en su silla de trabajo.

Por mi abrupto actuar Jimin aún seguía mirando con interés lo que tenía por hacer.

—Jimin. ¿Algún día te sacrificarías por mi?

Mi repentina pregunta lo lleno de sorpresa, eran como de esas escenas demasiado trágicas, porque lágrimas comenzaron a descender por todo mi rostro cual niña pequeña. Gracias a mi estado, Jimin se reincorporó de inmediato y me estrechó en sus brazos con toda la calidez que tenía para entregarme.

Su tacto me llenó de regocijo y tranquilidad. Todas aquellas ansiedades que tenía antes de llegar a casa desaparecieron con la simple existencia de ese hermoso ángel, porque a comparación mía, él era la única persona llena de bondades en este mundo que yo conocía.

—Sin duda lo haría.

—¿De verdad?

—Junghee, me asustas. ¿Necesitas contarme algo?

Sí, quería contarle cada una de las cosas que me ocurrían, pero me era imposible, se sentía como una condena que no quería recibir de su parte sólo por decirle todas las sombras que me arrastraban y consumían.

—Am nevoie de tine.

Jimin enarcó una ceja al ver que evadí su pregunta. Y rió.

—Esperaré a que un día me digas lo que realmente significa esa frase tuya. Desde que te fuiste a ese curso de verano a Rumania hace quince años no dejas de decírmelo.

—¿Y nunca has buscado la manera de saberlo?—inquirí nerviosa.

—No, porque quiero escucharlo un día de tus labios.—las delicadas manos de Jimin acunaron mi rostro, y de pronto sentí como sus abultados labios hacían presión sobre mi frente.—Te amo Junghee.—dijo con mucha tranquilidad, como si no fuera capaz de dimensionar lo que esas palabras me afectaban, porque sabía perfectamente que ese amor era el que sentía cualquier hermano hacía su hermana.

Pero a veces rogaba porque no lo fuera, que no fuera ese hermano que tanto detesto que sea.

Pero no había manera de que eso pasara, porque Jimin y yo físicamente éramos como dos gotas de agua.

My Expensive GirlDonde viven las historias. Descúbrelo ahora