Cuatro

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Tres años atrás.

Podía sentir la adrenalina al mismo tiempo en que mi coche recorría el filo de la terracería a las afueras de la ciudad.

El chillido de dos autos teniendo una guerra por ver quien caía del acantilado sobre las frías aguas del mar.

Y de pronto, mi mente se ocupó por recordar como es que sentirme poderoso era habitual, el saber que tenía a mi disposición a cientos de hombres dispuestos a matar por tener un favor mío, así como la manera en que nunca había tenido ningún rasguño porque ellos se encargaban de esquivar o recibir golpes y ofensas en nombre mío, porque esos perros vivían y morirían por y para mi.

Pero esta noche, ellos me fallaron y me encargaría de recodarles quien era el dueño de sus vidas.

Entonces, que diablos hacía yo huyendo a mitad de noche por caminos desconocidos, ni siquiera tuve tiempo de llegar a la conclusión de como es que me involucré en menuda situación.

Ese maldito coche perteciente a la policía ministerial de la fiscalía era tenaz, la unidad se movía por la terracería con agilidad, teniendo conocimiento exacto de la tierra que pisaba, y comenzaba a exasperarme la insistencia por encajonarme en cualquier parte del desolado sitio.

Finalmente, ese hijo de puta logró su cometido, con un fuerte golpe propiciado a la parte trasera de mi coche logró arremeter en contra de una gran roca y frustrando mi huida.

Voy a joderte una vez baje de esta puta maquina.—muscullé al mismo tiempo que sacaba mi arma.

Decidido afrontar la situación esperé que el sujeto diera señales de salir de su coche. Pero no vi movimiento, y el polarizado del auto, así como la oscuridad de la noche no dejaban apreciar la figura del agente perteneciente a la fiscalía.

—¿Tienes miedo imbécil?—grité dirigiéndome al coche contrario con furia e inmensas ganas de torturarlo hasta que rogara por su vida.—Será mejor que sí, porque acabas de firmar tu puta sentencia de muerte.

De un intento abrí la puerta del coche con mi arma apuntando, sin embargo, recibí una patada instaneamente en mi parte baja logrando derribarme del dolor.

Comencé a bramar maldiciones cuando el cuerpo de ese agente se montó encima de mi dispuesto a molerme a golpes, y yo rápidamente traté de esquivarlos, así como sediento por verle la puta cara antes de matarlo.

Aunque imposible, el agente ocupaba una vestimenta completamente negra y la gorra logró ocultar su rostro como un cobarde, a lo que me burlé por su falta de coraje, a sabiendas de que una vez revelado su rostro, yo me ocuparía de nunca más olvidarlo y agregarlo a mi lista de miserables por torturar.

Pero la cobardía le duró poco, entre la lucha que teníamos en el suelo, el agente logró dejarme su puño en mi rostro donde la sangre comenzaba a recorrer mis facciones, lo que me encendió y fue terrible para el agente enzañarse conmigo, porque mi paciencia llegó a su límite.

La posición cambió y el forcejeo empezó, ahora me encontraba montado sobre el debilucho agente que peleaba por deshacerse de mi, por lo cual, de un movimiento la gorra abandonó su cabeza revelando un secreto que me dejó perplejo.

My Expensive GirlDonde viven las historias. Descúbrelo ahora