—La zarigüeya muerta todavía está ahí. —Oswald estaba mirando por
la ventanilla del pasajero al cadáver gris y peludo al costado de la carretera.
De alguna manera parecía incluso más muerto que ayer. La lluvia de anoche
no ayudó.
—Nada se ve más muerto que una zarigüeya muerta —dijo el padre de
Oswald.
—Excepto esta ciudad —murmuró, mirando los escaparates y ventanas
tapiadas, que no mostraban nada más que polvo.
—¿Qué has dicho? —preguntó su padre. Ya estaba usando el estúpido
chaleco rojo que le pusieron cuando trabajaba en el mostrador de
delicatessen en el Snack Space. Oswald deseaba que esperara para
ponérselo hasta después de dejarlo en la escuela.
—Esta ciudad —respondió, más fuerte esta vez—. Esta ciudad se ve más
muerta que una zarigüeya muerta.
Su papá se rio.
—Bueno, no creo que pueda discutir eso.
Hace tres años, cuando Oswald tenía siete años, en realidad había cosas
que hacer aquí, una sala de cine, una tienda de juegos y cartas, y una
heladería con conos de waffle increíbles. Pero entonces el molino había
cerrado. Básicamente, el molino había sido la razón por la que existía la
ciudad. El padre de Oswald había perdido su trabajo, al igual que cientos
de mamás y papás de otros niños. Muchas familias se habían mudado,
incluido el mejor amigo de Oswald, Ben, y su familia.
La familia de Oswald se había quedado porque el trabajo de su madre
en el hospital era estable y no querían mudarse lejos de la abuela. Así que
papá terminó con un trabajo a tiempo parcial en el Snack Space, que pagaba
cinco dólares la hora menos de lo que ganaba en el molino. Oswald vio
morir a la ciudad. Un negocio tras otro cerró, como los órganos de un
cuerpo moribundo, porque ya nadie tenía dinero para películas o juegos o
conos de waffle increíbles.
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Into The Pit
HorrorPrimera historia del primer fazbear frights traducida Copyrigth © por Scott Cawton. Todos los derechos reservados