su teléfono. Era papá a quien se suponía que debía contactar en caso de
emergencia. Pero obviamente eso no iba a funcionar ahora.
Pasó una hora miserable hasta que el teléfono de Oswald vibró.
Temiendo que el conejo todavía pudiera estar escuchando fuera de su
puerta cerrada, contestó sin decir hola.
—Oswald, ¿qué está pasando? —Mamá parecía aterrorizada—. ¿Tengo
que llamar al nueve uno uno?
—No puedo hablar ahora —susurró.
—Estoy de camino a casa, ¿de acuerdo? —ella colgó.
Quince minutos parecieron pasar más lentamente de lo que Oswald
creía posible. Entonces alguien llamó a la puerta, su puerta.
Oswald dio un salto, con el corazón en la garganta.
—¿Quién es?
—Soy yo —dijo mamá, sonando exasperada—. Abre la puerta.
Abrió la puerta sólo un poco para asegurarse de que realmente era ella.
Una vez que la dejó entrar, cerró y echó el cerrojo a la puerta detrás de
ellos.
—Oswald, tienes que decirme qué está pasando. —La frente de mamá
estaba fruncida por la preocupación.
—¿Por dónde empezar? ¿Cómo explicarlo sin sonar como un loco? Es
papá. Él está... no está bien. Ni siquiera estoy seguro de dónde está–.
Mamá le puso las manos en los hombros.
—Oswald, acabo de ver a tu padre. Está acostado en la cama de nuestro
dormitorio viendo la televisión. Te preparó un plato de pollo para la cena.
Está sobre la estufa.
—¿Qué? No tengo hambre. —Trató de pensar en las palabras de su
madre—. ¿Viste a papá?
Mamá asintió. Ella lo miraba como si fuera uno de sus pacientes en lugar
de su hijo, como si estuviera tratando de averiguar qué le pasaba.
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Into The Pit
HorreurPrimera historia del primer fazbear frights traducida Copyrigth © por Scott Cawton. Todos los derechos reservados